Una vida dedicada al arte de tejer ponchos en Quero

Delfina Grijalva y Pedro Benalcázar afuera de su casa mientras elaboran un poncho.
Tradición. Delfina Grijalva y Pedro Benalcázar afuera de su casa mientras elaboran un poncho.

Su rostro evidencia el cansancio y la factura de los años, sus manos toscas, pero fuertes aún guardan la habilidad que se transmite desde su cabeza y corazón para elaborar los ponchos.

Se trata de don Pedro Benalcázar, el último artesano que teje el famoso poncho de lana de borrego en Quero.

Un atuendo muy valorado especialmente por los chagras, ganaderos y gente de páramo que lo utilizan en su cotidianidad, pero además para los desfiles típicos.

Amor por su trabajo

Para el artesano sus manos y el amor por su trabajo son su principal herramienta, por ello no ha querido dejar de lado esta labor a pesar de ser muy sacrificada y que requiere de fuerza y destreza.

La nostalgia le invade al mencionar que es el último artesano de su pueblo y que lamentablemente está tradición morirá con él, pues nadie ha querido continuar con esta labor.

“Dicen que es un trabajo muy duro, nadie quiere ni siquiera aprender”, comentó don Pedro al asegurar que, sí han llegado jóvenes pidiendo que les enseñe, pero a la hora de la confección se echan para atrás y no vuelven.

 

Pedro Benalcázar y su esposa elaboran los ponchos en su casa ubicada 
cerca del centro de salud de Quero.

 

Según el artesano, las nuevas generaciones prefieren prepararse académicamente, así lo demuestran sus propios hijos, pues tiene dos, los mismos que se profesionalizaron y migraron a otras provincias.

“Quero era la tierra de las cobijas, los ponchos y los utensilios de madera, no en vano nos decían ‘los cuchareros’”, mencionó, mientras mostraba el poncho de uno de los clientes que lo utilizará en el próximo desfile del chagra.

Cómo se hace

Don Pedro asegura que esta labor empieza con la compra de la lana de borrego, o a su vez hilo, eso sí tiene que ser “lana fina, de borrego fino”, para después lavarla.

Ya con este material inicia la ardua labor torciendo el hilo con un sigse, para luego enmadejar y preparar para tinturar, dando el color que el cliente pida.

Para esto se cocinan las pepas del árbol de nogal y dependiendo de la tonalidad o intensidad del color que se quiera para el poncho, se cocina este preparado.

 

Un poncho de lana de borrego puede costar desde 200 dólares.

 

Por ejemplo, para sacar el color beige se deja un corto tiempo, pero si se quiere un tono colorado o café obscuro, se deja por mucho más tiempo y así hasta llegar a negro o azul.

En esta labor es donde ayuda Delfina Grijalva, de 86 años, esposa de don Pedro. Juntos asegura que se han acompañado toda una vida, apoyándose mutuamente.

“Este oficio es el que nos ha dado de comer y el que nos ayudó para dar el estudio a nuestros hijos”, comentó Delfina.

La mujer explica que, con toda la lana teñida y secada, se pasa a la urdida que no es otra cosa que disponer del conjunto de hilos de forma paralela para formar una tela a través del telar, el cual está compuesto básicamente de piezas de madera, donde sobresalen el cargador, envolvedores y pasadores.

Acomodado en un asiento de madera, don Pedro, hábilmente va dando forma al poncho, mientras comenta que para todo este proceso se necesita alrededor de dos días de trabajo fuerte con la ayuda de su esposa.

Por ello ahora solo confecciona ponchos bajo pedido. “Solo obras que los clientes vienen a buscar, al gusto, diseño y color que quiera”, dijo. (FCT)