Más adultos mayores salen a mendigar en las calles de Ambato

En las calles de la ciudad puede verse a adultos mayores en situación de mendicidad.
Realidad. En las calles de la ciudad puede verse a adultos mayores en situación de mendicidad.

Con la cercanía de la Navidad varios adultos mayores salen a las calles del centro de Ambato para pedir caridad.

A menos de 16 días de que se celebre la Navidad, en el centro de Ambato, ya se puede ver a varios adultos mayores en condición de calle pidiendo “una ayudita para un pan”.

Los sectores más concurridos por estas personas se centran en el casco comercial de la ciudad, ya que es donde hay mayor movimiento de personas.

No todos quieren hablar o los datos que dan son muy vagos, sin embargo, don Manuel cuenta que tiene 83 años y que vive más arriba de Santa Rosa y que, aunque tiene un hijo sale hasta el centro para conseguir algo que le ayude para su sustento diario.

Sus palabras salen en susurro mientras pone las manos a la gente que camina por la avenida Cevallos para que le regalen unos centavos o algo para comer.

Cerca al mercado Modelo está Rocío, ella tiene 79 años y prefiere no hablar y mucho menos que le tomen fotos, pero quienes la conocen comentan que ella es de una de las zonas altas de Pilahuín y que baja los días de feria a pedir caridad, aunque sí tendría familia en su comunidad.

 

TOME NOTA 
Desde el MIES se anunció la campaña ‘Derechos con Dignidad’ que busca sensibilizar, contener y atender a los grupos de atención prioritaria inmersos en las problemáticas de mendicidad y trabajo infantil durante la época navideña.

 

Una realidad incómoda

Son las 12:00 y en la calle Juan Benigno Vela y Martínez un adulto mayor sentado en la vereda junto a uno de los antiguos cajetines de teléfono, se resguarda del sol mientras pide que le ayuden para por lo menos comer un pan.

La gente pasa por el lugar y lo esquiva como si de una plaga se tratase, pero cuando alguien se le acerca y le da unas monedas o algo para comer, el hombre sonríe y entre balbuceos da las gracias.

No muy lejos de ahí, en las gradas del mercado Central, está una indígena adulta mayor que pide caridad, muchos de los que suben y bajan, de la sección de comida, se hacen de la vista gorda e ignoran las necesidades de la mujer.

Comerciantes cercanos al lugar aseguran que hay personas de buen corazón que le dan algo de dinero o cosas para comer.

 

EL DATO 
En Tungurahua hay un centro gerontológico administrado por el MIES, en Patate, y otros tres que funcionan en convenios seccionales en Cevallos, Quero y Píllaro.

 

Colectividad

Carmen Sánchez, cuenta que “se me hace el corazón un estropajo por no darles nada, pero no sabemos si ellos son mandados por su propia familia a mendigar, por eso a veces lo que hago es darles algo de comer para saber que por lo menos eso les va a servir a ellos mismos, mientras están fuera de sus casas”.

Pero no todas las personas piensan lo mismo, ya que Daniela Llumiquinga asegura que ella siempre que puede los ayuda, sobre todo a los adultos mayores, niños y personas con discapacidad, pues “no podemos olvidarnos lo que dijo nuestro Señor Jesús, que cuanto se hace algo por uno de los hermanos míos, aunque sea al más pequeños, a mí lo hiciste”.

Pero Santiago Freire, comerciante, enfatiza que, aunque las imágenes de todas las personas en situación de mendicidad son desgarradoras, es el Estado el que debe velar por su seguridad y porque sus necesidades básicas estén cubiertas.

 

Respuesta estatal

Frente a esta realidad Doménica Peña, coordinadora zonal 3 del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) comentó que se está trabajando en fortalecimiento de los servicios del área de protección especial para la erradicación progresiva de la mendicidad y del trabajo infantil.

Agregó que se hace sensibilización permanente hacia toda la ciudadanía con el equipo especializado de esta cartera de Estado, sin embargo, la labor se intensifica en zonas expulsoras de mendicidad y trabajo infantil como son las parroquias Pilahuín, Quisapincha, San Fernando y Pasa.

Algo similar se hace en las zonas receptoras de estas dos problemáticas, el casco central – comercial de Ambato y Baños de Agua Santa, por su dinámica turística.

Peña agregó que el abordaje en ambos temas se hace de manera interinstitucional con la Policía Nacional, Juntas Cantonales de Protección de Derechos, así como con las Tenencias Políticas en territorio.

La funcionaria explicó que “nosotros identificamos los casos, realizamos el abordaje correspondiente, se levanta la información en sentido al adulto mayor o a la persona que se encuentra en situación de mendicidad o trabajo infantil con el objetivo de orientar al área correspondiente y derivar los casos”.

Algo que destacó Peña es que, en el caso de los adultos mayores siempre debe existir la voluntariedad de la persona para poder referirlos a uno de los centros gerontológicos o programas y proyectos que tiene el MIES en Tungurahua.

“Lamentablemente, lo que se logra identificar es que los adultos mayores, al encontrarse en una situación de mendicidad, más que todo lo hacen como una parte ya arraigada a su situación cultural. Esto ya es una costumbre que la toman ellos, más no es un tema de que no tengan un referente familiar o que de alguna manera tengan una situación de extrema pobreza”, sostuvo Peña.

La funcionaria enfatizó que la familia es quien tiene que hacerse cargo de su cuidado, a pesar de ello, se ha identificado que su mismo núcleo familiar está involucrado en estas prácticas, por lo que al identificarlas emiten la información a las instituciones competentes, en temas de sanciones para que lleven adelante los procesos.

Finalmente, sostuvo que se requiere una corresponsabilidad ciudadana para arraigar estos problemas ya que “lamentablemente trabajamos en contra de patrones culturales que se han arraigado a lo largo de los tiempos”.

Para la trabajadora social Sonia Acuña, el trabajo que se hace desde las instituciones públicas es insuficiente, pues si bien el trabajo infantil y la mendicidad pueden tratarse como una parte cultural de las personas, sobre todo en las zonas rurales, es en esos lugares en donde debe invertirse dinero en programas que les permita cubrir sus necesidades básicas, no solo en lo económico, sino en lo social y afectivo también, para que los adultos mayores, y las personas de las poblaciones vulnerables en general, se sientan seguras y útiles y con eso no sientan la necesidad de salir a las calles a pedir caridad. (NVP)