Don Manuel Mesías Martínez con una hoja y su boca hace música, entona desde la tradicional de otros países hasta los conocidos pasillos de Julio Jaramillo. Él es oriundo del cantón Cevallos, de la provincia Tungurahua.
Don Manuel pide que su foto para el reportaje sea en el árbol de capulí que tiene en el terreno que está atrás de su casa, mientras camina muestra orgulloso su siembra y cuenta que tiene más de 30 plantas medicinales, habla de cuánto le gusta vivir en el campo y de los animales que cría.
Cuenta que de este árbol ha llevado hojas que recorrieron varios países, aclara también que no todas las hojas del capulí sirven, que se debe hacer una elección minuciosa donde se evalúa el tamaño, la forma, el grosor y espesor, aquí todo es una ciencia.
Entona un tema de Julio Jaramillo, se siente orgulloso de haber vivido en la época dorada del pasillo. Con su hoja de capulí puede tocar todas las canciones que le pidan, pero su especialidad es la ecuatoriana. Yumbos, danzantes, San Juanitos, yaravíes, pasillos y más géneros salen de su hoja.
Historia
Él es Manuel Mesías Martínez, nació hace 80 años, con orgullo viste una camiseta que le regalaron en su participación en una de las ediciones del Festival Internacional del Folclore en Ambato, su peinado es impecable, invita al equipo de La Hora a pasar a su estudio donde hay un piano y una gran cantidad de recuerdos en las paredes.
Don Manuel hace música con la hoja de capulí, con esta habilidad ha sido parte de varios grupos de música, incluso lo llevó a viajar por el mundo, es una de las pocas personas que logra sacarle canciones a una hoja.
Es testigo de la historia, sobrevivió al terremoto de 1949 por una casualidad, pues dos mujeres adolescentes intentaron salvarle en el primer movimiento, pero el padre de estas pidió que lo suelten y que sea el destino quien decida sobre la suerte del pequeño Manuel.
En el segundo movimiento y el más fuerte varias casas y paredes se derrumbaron, entre ellas el lugar donde estas mujeres lo querían llevar, ellas fallecieron, pero Manuel no tuvo ni un rasguño.
Incluso fue testigo de lo que tampoco puede explicar, cuando la estatua de Cristo hecha de piedra que estaba sobre la iglesia de Cevallos cayó e hizo una especie de vuelo que evitó que aplaste a quienes estaban ahí.
“Primero pasó un avión con la bandera de Ecuador, fue una novedad porque no se veían no más, pasó bajito y sorprendió a la gente, a los diez minutos vino un movimiento, se cayó una casa en donde es ahora el parque de Cevallos, se quedaron bajo los escombros algunas personas, todo era una nube”, cuenta.
Su mamá llegó media hora después, le dijo que se quede ahí donde siempre pasaba sentado esperando a que ella llegue después de trabajar. “Cogió unos baldes y fue a regalar agua a la gente que estaba asustada, me dijo que no me moviera de ahí”, menciona.
Dejó la escuela cuando estaba en cuarto grado, desde ese momento comenzó a trabajar y a aprender sobre la agricultura, recuerda con mucha admiración a las mujeres que le enseñaron a trabajar la tierra.
“Una señora me enseñó a arar, se alzaba los follones, se hacía un nudo a un lado y cogía el yugo y la yunta, me decía que coja duro, ganaba dos sucres al día”, cuenta.
Música
Sobre hacer música con la hoja de capulí cuenta que había llegado hasta Cevallos la fama de un afroecuatoriano que vivía en El Chota y que podía sacarle canciones a la hoja. “Vino a presentarse en Cevallos, le alcancé a ver en persona, pero solo tocaba dos temas, me quedó en la mente y trataba de sacar sonidos, intenté muchas veces, hasta que me salió, de ahí intentaba entonar la hoja”, cuenta.
Dentro de sus anécdotas habla del historiador Pedro Reino a quien guarda mucho cariño, pues fue con él que comenzó a salir y mostrarse junto al grupo de música y danza que tenía por nombre Cevallos, con quienes incluso tocó en la inauguración del coliseo de Ambato.
Entre los recuerdos de su estudio guarda varios diplomas, una medalla donde lo nombraron huésped ilustre de una ciudad de Perú, y monedas de todos los países que ha visitado y las que le regalaron los amigos que hizo en el camino.
Entre las imágenes felices que guarda están las veces que la gente se acercó a él para felicitarlo y ver qué tipo de hoja es la que toca, en Italia se ganó el cariño de la gente que pedía tomarse fotografías, abrazarlo y hasta besarlo.
De su viaje a Europa guarda una gran anécdota, donde a pesar de haber llevado varias hojas de capulí para entonar, se acabaron y secaron debido al clima, obligándole a recorrer calles y parques probando hojas que le sirvan para hacer música.
“Las compañeras dicen busquemos una hoja, comenzamos a buscar una similar, hay una hoja de capulí allá, pero es como el plástico, encontramos una parecida, la dominé, pero no podía llevarla porque se secaba, así que en cada presentación tenía que buscar una nueva”, cuenta.
De esta ocasión le quedó como experiencia que existen varias hojas que pueden servir para hacer música.
Don Manuel tiene varios discos grabados en donde toca la hoja de capulí, estos se encuentran en el anaquel de los recuerdos, afirma que la música es celosa y que tiene su tiempo, ahora toca en ocasiones con un amigo al que no ve hace algún tiempo, sigue con su gusto por la música, atesorando las melodías y sacándole canciones al capulí. (AVI)