Cara a cara con el virus

Pasó ya alrededor de un año desde que Antonio llegó a su primer llamado de emergencia por un presunto caso de Covid-19. El recuerdo trae consigo nuevamente la sensación de miedo que le dio el tener que conducir ese día la ambulancia. No se conocía nada del virus, solamente que era altamente contagioso y al momento se sabía que era letal.

“Lo primero que hicimos fue encomendarnos a Dios. Sabíamos que ese momento llegaría y a como de lugar le haríamos frente, pero eso no implicaba que no tuviésemos miedo», cuenta Antonio.

Suspira, truena sus dedos y se acomoda mejor para seguir recordando como fue “ser un experimento” en cuanto a atención de la pandemia se refiere. Muchas veces sintió como su corazón latía fuerte ante una posible inminente exposición a la muerte. “Las cosas fueron duras, difíciles, complicadas, pero para eso nos formamos y era nuestro deber moral y profesional hacer nuestro trabajo”, dice el hombre.

Mientras se acomodaba para seguir con su relato Antonio fue interrumpido por Walter, también conductor de una ambulancia, quien con cierta incomodidad recuerda que en un inicio se creó cierta barrera entre conductores y paramédicos, pues las autoridades de salud únicamente dotaron de prendas de protección a los paramédicos y no quienes movilizaban las ambulancias. “El trabajo de prehospitalaria es complicado, una sola persona no puede hacerlo todo cuando se trata de movilizar pacientes y de eso nos tocó mucho los meses de los picos más altos de contagios en la ciudad», dice Walter, mientras sigue limpiando el equipamiento que va a utilizar en caso de se llamado a una emergencia, pues ese día estaba de turno.

Tanto Walter como Antonio mencionaron que tuvieron que esperar hasta que la repartición de prendas de protección sea equitativa, pues eso era indispensable para realizar su trabajo.

A la conversación se une Patricio, paramédico con más de una década de experiencia. Sin temor a decir sus pensamientos, conversó que al inicio de la pandemia como no existían lineamientos claros de atención, todos los pacientes que eran posibles casos covid eran trasladados de inmediato hasta una de las dos casas de salud pública que tiene Tungurahua, el Hospital General Docente Ambato o al del IESS.

“Esto no es algo que nos pasó solo a nosotros, también pasó y sigue pasando en países desarrollados de Norte América y Europa, no debemos decir que desde un comienzo se manejó correctamente la emergencia. Nadie sabía cómo hacerlo», dice Patricio.

Somos seres humanos como cualquiera y hacemos nuestro mayor esfuerzo para hacer un trabajo eficiente y oportuno”.

Patricio

Paramédico

Dolor

Ya con reglas más claras y con la experiencia adquirida por el trabajo realizado, a la presión inicial empezaron a sumarse otras angustias. La primera el temor de llevar consigo el virus hasta su casa.

Walter y Patricio mencionaron que ellos decidieron ir a vivir solos por unos meses para precautelar la salud de sus seres queridos. “En ese momento no me hubiese perdonado el contagiar a alguien de mi familia, por eso tomamos decisiones importantes para cuidarnos todos y evitar contratiempos”.

Algo similar dice el paramédico que agrega que el personal de prehospitalaria eran los primeros en tener contacto con personas confirmadas y posibles positivos. “Fueron momentos bien densos, muchos llegábamos a las casas donde decidimos aislarnos por voluntad propia y nos derrumbábamos para sacar todo el dolor del que éramos testigos y el miedo que se acumulaba dentro de nuestra misma esencia de humanos”, recuerda.

Antonio no dejó su casa, pero los meses más conflictivos de la emergencia en la provincia, lo llevaron a estar lejos aunque bajo el mismo techo de sus seres amados. “Aunque cumplía todo el protocolo de desinfección prefería mantenerme alejado, porque eso me hacia sentir más seguro», enfatiza.

Otra de las cruentas realidades que vivieron fue que vieron morir varios miembros de una misma familia. A ellos la realidad los golpeaba duro cuando en un turno ingresaban a una persona con problemas respiratorios y luego de unas horas o a los tres días que regresaban ya había muerto. “Vimos la muerte de frente y mucho más seguido que siempre», mencionó Antonio.

A todos nos pegó duro la pandemia, ver morir gente fue terrible, solo esperamos que las cosas no se vuelvan a descontrolar».

Walter

Conductor de ambulancia

Indignación

Tras un año de pandemia Patricio, Antonio y Walter, ven indignados como la gente ha relajado las medidas de prevención y las aglomeraciones no cesan, lo que hace que en el país y la ciudad se pueda desatar un nuevo pico de contagio. “Al parecer no aprendimos nada, seguimos siendo los mismos de siempre y eso desdice de nosotros como seres humanos “, señala Antonio.

Walter comenta que le incomoda ver como deben salir a atender heridos, golpeados y demás por irrespetar las medidas de prevención como la restricción vehicular o el consumo de licor, pues la gente no se cuida por ellos y sus familias, mientras que a la par como personal de prehospitalaria han sido discriminados en varias ocasiones por el trabajo que cumplen.

Para Patricio, la situación es más indignarse porque ahora hay personas que hasta mienten respecto a su condición, y cuando ellos llegan se encuentran con cuadros de covid o posible covid para que el que no fueron preparados, pues los despachos mencionaban otras cosas. “Se han dado casos de que los roperos, armarios y lugares más extraños sacan los tanques de oxígeno y nos toman de sorpresa, pues atender un paciente covid necesita protocolos diferentes que la atención a un paciente de otro tipo. Eso es atentar contra nuestra salud y seguridad, somos seres humanos y merecemos el mismo respeto que todos».

“Lo primero que hicimos fue encomendarnos a Dios. Sabíamos que ese momento llegaría y a como de lugar le haríamos frente, pero eso no implicaba que no tuviésemos miedo».

Antonio

Conductor de ambulancia

La conversación sigue y ellos hacen un llamado para que la gente mantenga el distanciamiento social, el uso de mascarilla y desinfección permanente para seguirle haciendo frente a la pandemia y de alguna forma contenerla y prevenir que los servicios de salud pública y privada colapsen en la localidad. Ellos quieren seguir hablando, pero un llamado a la radio les dice que deben atender una emergencia que, según sus códigos, se trataría de una persona convulsionado.

De inmediato Walter y Patricio se ponen en marcha y se despiden con un apurado “nos vemos», mientras que Antonio también empieza a alistarse para dirigirse hasta su casa con un “gracias por escucharnos y darnos voz cuando a pesar de ser de la primera línea de contención de la emergencia jamás hemos sido visibilizados».

 

TEXTO: NADIA VÁSQUEZ FOTOS: ALEX VILLACÍS