‘Caldo de 31’, una tradición de Ingahurco

Sabor. Susana Flores es quien mantiene esta deliciosa tradición.

Con limón, mote, ají o como el paladar lo dicte, es como la gente disfruta del tradicional ‘caldo de 31’.

Este es un plato ancestral de la sierra ecuatoriana al que se le atribuye propiedades curativas, llegando incluso a llamarlo como el ‘caldo de la vida’.

En Ambato uno de los lugares preferidos por los comensales es Ingahurco, hay varios locales que brindan esta delicia al público, uno de ellos es el restaurante de Susana Flores que lleva más de 40 años preparándolo.

 

Historia

La familia Flores llegó a la ciudad desde Latacunga por la necesidad de acceder a la educación, pero Ambato los acogió y les brindó su amor al punto de que decidieron quedarse a vivir.

“Mi mamá nos mandó a educar acá, pero como estábamos los seis que teníamos que estudiar, quiso radicarse aquí”, contó Susana.

Decidieron vivir en el tradicional barrio de Ingahurco, donde adquirieron una casa, aquí el talento culinario de la mamá de Susana salió a flote y comenzó a vender morocho y empanadas, pero vecinos y conocidos trataron de aportar con ideas y le sugirieron que prepare ‘caldo de 31’.

 

Tradición

“Mi mami empezó a hacer los caldos en la casita, con el tiempo nos fue quedando muy pequeño, había mucha gente, bastante demanda, decidieron hacer un préstamo y construyeron el local grande, nos ha ido muy bien”, comentó Susana.

La fama de la sazón del lugar ha trascendido la provincia, muchos de los clientes de Susana vienen de otras ciudades para desayunar o almorzar en el lugar.

“Tengo clientes que viene de Quito, Latacunga y se van, les gusta el sabor que no ha cambiado y que más bien se ha mejorado”, comentó.

La receta va pasando entre generaciones y con el tiempo ha adquirido su toque propio. “Es la sazón de mi mamá, el cliente les dice a sus amigos vayan allá es bueno, porque han probado el sabor, el aseo y la forma de tratar”, señaló.

El proceso para la preparación del ‘caldo de 31’ comienza trayendo las vísceras desde Tisaleo, después continúa con la limpieza que resulta importante. “Lavamos de manera especial con sal, limón, agua hervida, para luego guardarle y cocinarle desde las cuatro de la tarde hasta las diez de la noche”, contó.

Llevar adelante este negocio implica varias horas de dedicación y esfuerzo pues las primeras horas de la madrugada son las ideales para continuar con la preparación que asegurará la frescura y buen sabor del plato.

 

Este plato ancestral debe su nombre a que se lo acostumbraba consumir en el último día del mes.