Experiencia

Jaime Duran Barba

En la antigüedad, que terminó hace unos veinte años, los dirigentes hablaban, la gente oía y obedecía. La política funcionaba con una lógica militar: quien estaba arriba mandaba, sus subordinados le obedecían y tenían la misma autoridad sobre sus inferiores.

Esa sociedad se desmoronó, la frontera entre el emisor y el receptor del mensaje se volvió difusa, todos opinan sobre todo.


Esto está en el fondo de la crisis de la democracia representativa: antes el ciudadano se sentía inerme, necesitaba que hablaran por él los partidos, los sindicatos y otras organizaciones. Hoy ha tomado el poder con su celular y no siente la necesidad de que alguien lo represente.


Las movilizaciones de la cultura post internet no reconocen liderazgos y son reacias a las consignas. En 2005 los jóvenes quiteños enfrentaron al Gobierno del coronel Lucio Gutiérrez. Se conectaron a través de las redes, se movilizaron, cubrieron sus coches con papel higiénico para limpiarse de Gutiérrez, hicieron movilizaciones estrafalarias.


No permitieron que ningún político se aproximara a sus concentraciones. Eran antisistema, querían derribar al gobierno sin que nadie los manipule. Su movilización creció, superó a las fuerzas de seguridad y puso en fuga al presidente.


Algo así sucedió en México en 2012, cuando estudiantes de la Universidad Iberoamericana se enojaron con el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, quien después de un incidente en el campus dijo que lo habían atacado algunos infiltrados que no eran estudiantes. Como suele ocurrir en esos casos, cundió la indignación.


Un estudiante colgó en YouTube un video casero en el que afirmaba que había participado del escrache a Peña Nieto y exhibía su carnet universitario. Decenas de jóvenes lo imitaron en Facebook o en YouTube.
*Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino.