Votar en familia: una tradición inquebrantable

Redacción QUITO

Eloísa Peláez es como una matrioshka: sus seis hijos, diecisiete nietos y tres bisnietos giran en torno a lo que “la mamá” haga.

Hoy no es la excepción.

A las puertas del barrio San Juan, en el centro histórico de Quito, en una gran casa amarilla y con portón colonial que asemeja a una hacienda heredada desde los tiempos de Sucre, se ha reunido la familia para votar en el Colegio Nacional Mejía.

Eloísa nos recibe con mucha energía. A sus 78 años recuerda los nombres de todos sus hijos y nietos, y le quedan fuerzas para aconsejar: “necesitamos un cambio en esta ciudad”.

“Estaré ciega, pero no soy tonta”, dice.

Todos escuchan atentos a “la mamá”, mientras se reúnen en la sala para contar sus anécdotas electorales.

“Yo he votado por Juan Carlos Solines. Es hora de que se recupere el sentido taurino de Quito”, comenta Fernando Hinojosa, el hijo mayor de Eloísa, quien por 20 años fue torero y extraña la fiesta brava de la plaza de toros en Belmonte.

Es el único que ha votado por un candidato diferente. El resto, lo ha hecho por César Montúfar.

“Nosotros creíamos que con Rodas la cosa cambiaría. Ahora tenemos problemas con la basura y los servicios”, dice Mónica Hinojosa mientras le muestra al fotógrafo su papeleta de votación.

La familia concuerda que votar por Rodas fue castigar al correísmo. “Augusto Barrera, en ese momento, era más de lo mismo”, sentencia Fernando.

La familia realizó la primera fanesca del año.
La familia realizó la primera fanesca del año.

De repente alguien grita: “¡huele a quemado!”, y como resortes todos se levantan hacia la cocina: la fanesca ha empezado a quemarse.

Al estar tan cerca la Semana Santa, la reunión por las elecciones ha dado la excusa perfecta para que se haga la primera fanesca del año.

“Nosotros nos criamos en San Juan. Y a pesar de que crecimos y nos mudamos, nunca hemos cambiado nuestro lugar de votación. Las elecciones son momentos para reencontrarnos con nuestras raíces”, dice Hernán Hinojosa, el segundo hijo de Eloísa, y quién se encarga de llamar a todos los hermanos para que no falten.

Uno a uno colocan sus papeletas de votación sobre una mesa para que el fotógrafo las capture. Mientras tanto, nos señalan una pared de la casa donde hay varios retratos familiares colgados. Son ellos a lo largo de los años, y la foto obligatoria de cada reunión familiar.

“No dejaremos de hacerlo. Con o sin elecciones”, dice Eloísa.

Nos pide que no nos vayamos sin probar su arroz con leche y nos da la bendición. (JDC)