
Todo era risas y algarabía, el aburrimiento no tenía cabida dentro de una fiesta clandestina que se estaba llevando a cabo en el sector de San Roque, en el centro de Quito.
Además del aburrimiento, tampoco tenía cabida un alfiler más, pues la reunión se desarrollaba en un área reducida como para albergar a unas 220 personas, la mayoría menores de edad.
La tarde del sábado, agentes de la Dirección Nacional de Policía Especializada en Niños, Niñas y Adolescentes (Dinapen) se enteraron de que en la planta baja de una casa de dos pisos se organizó una parranda por la que se cobraba 2 dólares de entrada.
En el interior de una sala la Policía encontró a dos niños de 8 y 10 años de edad, ellos también eran parte de la reunión.
Además, las autoridades descubrieron que las personas encargadas de la barra expendían bebidas alcohólicas a los adolescentes.
La primera medida que tomaron fue incautar la cerveza, las cajetillas de cigarrillos y las botellas de aguardiente que estaba a la venta del público.
Luego de desalojar el área, los adolescentes fueron enviados a sus casas, quienes estaban hecho cargo del ‘negocio’ fueron retenidos y los dos niños fueron entregados a sus padres.
Agentes llegaron al inmueble gracias a unas hojas volantes que los organizadores difundieron por la ciudad para promocionar el evento.
Los asistentes estaban en un inminente peligro, pues al ser una vivienda común y corriente no existían salidas de emergencia, extintores; es decir, no cumplía ni el más mínimo requisito que dicta la norma para llevar a cabo un evento masivo. (FLC)