El mundo fue y será una porquería

Dicen que La Cumparsita es el segundo himno argentino, tal parece que ha cedido el puesto a Cambalache dadas las dantescas y feas escenas de los funerales de Maradona. Pero me aparto de ese juego del populismo para referirme al fanatismo fundamentalista de muchos aficionados al fútbol.

Maradona metió un gol con la mano, no en un partidito de solteros contra casados sino en la final de un Mundial; nunca manifestó arrepentimiento por un acto desleal y antideportivo, sus seguidores le han alabado por romper las normas con desfachatez. Porquería de mundo.

Hace pocos días un jugador en la Liga española agarró del pelo a un contrario dentro del área: jugada que debió no solo ser castigada con penal sino con el repudio universal de los amantes del buen fútbol, pero, ¡oh sorpresa!, en los medios impresos nadie tocó el tema, fue aprobado con el silencio de quienes comentan no como periodistas, sino como perio (ponga el nombre de un equipo) distas; puede ser un equipo con A o con B. A nadie llama ya la atención el nivel de los árbitros españoles, que pitan con camiseta A o B y miran para otro lado cuando conviene a A o B. Mundo de porquería.

En nuestro país se ha denunciado corrupción en el arbitraje en medio de un estrepitoso quemeimportismo, pareciera que el fraude (como la mano tramposa de Maradona) es algo normal que no merece análisis ni condena; el aficionado esperaba denuncias, investigaciones, careos, pero no, el que no trampea es un gil. Porquería de porquería.

Nos llenamos la boca con educar a las nuevas generaciones con el ejemplo, pero alabamos y endiosamos al tramposo, cerramos los ojos a la corrupción en el fútbol y nos escandalizamos de las componendas pútridas de los políticos.

En los llamados “siglos oscuros” la gente exigía a los poderosos mayor empeño en el cumplimiento de la ley, porque “a quien más se le ha dado se le exigirá más”; hoy el potente de turno por fama o habilidad con las piernas no recibe repudio sino aplauso, alabanzas, honores: el mundo es una porquería y el siglo un despliegue de maldad insolente.