No hay por quién votar

¡No hay por quién votar! Esta es la frase más recurrente de la mayoría de la población a pocos meses de las elecciones. Hay un cansancio evidente, insultante, una fatiga cívica incomparable con otras épocas. Nadie cree en los cantos de sirenas. Es como si la gente estuviera pasando un chuchaqui del “sálvese quien pueda”. Ayer, una gran mayoría apostó por un modelo que terminó saqueando el Estado, llenándonos de vergüenza con actos de corrupción descomunales y un autoritarismo cavernícola, pero tampoco las personas están de acuerdo con las élites que no han logrado conectarse con el país, porque carecen de empatía emocional y cognitiva, es decir, no se ponen en los zapatos de los otros ni les interesa tampoco dimensionar racionalmente las causas y consecuencias de la pobreza.

La gente no quiere la corrupción de ayer ni tampoco las élites desconectadas de ahora. El mensaje es claro. En todos los espacios se escucha la necesidad de líderes diferentes, éticos, sencillos, auténticos, comprometidos con el país, sin egos sobredimensionados, que sean como la gente común, es decir, que ganen honradamente su salario, que se levanten temprano, que paguen servicios, que vivan con dignidad, que apoyen a los demás, que caminen en paz por las calles, que su mayor alegría sean sus seres queridos. Parece que esa gente está invisibilizada por los candidatos, por quienes manejan el poder detrás del poder. Por eso, el país atraviesa una desorientación única y peligrosa.

Las encuestas no nos hablan del ánimo de los electores, apenas y de manera fría se observan porcentajes que no evidencian los problemas reales de las personas: desempleo, agotamiento que causa la pandemia, la ira contra la impunidad, la bronca contra el palenqueo en cualquier posición laboral, el cinismo como una práctica institucionalizada para el ascenso social, el racismo no superado, la polarización sedimentada, la ineficiencia del Gobierno, los problemas de acceso a la educación en todos los niveles de formación… en palabras simples, los problemas reales de la vida. Y frente a estas situaciones, parece que no hay por quién votar, eso se escucha cada vez y con más fuerza.