Los vecindarios

La mayor parte de las cosas que nos han venido con la pandemia son negativas; el Covid-19 trajo secuelas de dolor y muerte, de más pobreza y desempleo, hasta de ruindades como los sobreprecios y robos en los hospitales. Sabemos que la crisis azota a todos, más a los que menos tienen.

Algo positivo que nos deja es el ver surgir a grupos de vecinos, a reuniones que se organizan a través de WhatsApp y que, primero de manera tímida, pero ahora frontalmente, nos dicen de las posibilidades de generar solidaridades en base a esas vecindades que antes ni se tomaban en cuenta.

Así, se pasa del intercambio de noticias, algunas alarmantes, a la búsqueda de servicios o de productos que unos a otros se recomiendan, la necesidad de recolectar productos para alguien que está en apuros o de fomentar el reciclaje porque hay alguien que requiere hacer la recolección y no tiene la posibilidad de ir a otros lugares en la búsqueda de esos materiales.

El surgimiento de vecinos que entregan una multiplicidad de productos a domicilio, desde alimentos y los de limpieza, hasta cosas más sofisticadas como nuestras rosas ecuatorianas.

La necesidad también ha hecho surgir los mercadillos de fin de semana, con el trabajo de las vecinas, en su mayor parte mujeres, respetando todas las reglas de aseo, desinfección y aislamiento, que se deciden a instalar una mesa, unas sillas, y a ofrecer a los que tienen más cerca mermeladas caseras, quesos amasados, productos de los huertos recién creados, yucas peladas, panes recién horneados.

Seguramente para muchas es la primera vez que incursionan en un negocio de este tipo, pero la necesidad las empuja, requiere dejar de lado los reparos y sacar a relucir la vena de emprendedoras.

Y todos, todas, estamos en la obligación moral de apoyar a los emprendedores que la pandemia ha generado.