El aborto

Rodrigo Santillán Peralbo

El art. 66, numeral 9 de la Constitución garantiza “el derecho a tomar decisiones libres, informadas, voluntarias y responsables sobre su sexualidad, y su vida y orientación sexual. El Estado promoverá el acceso a los medios necesarios para que estas decisiones se den en condiciones seguras”. El numeral 10 garantiza “el derecho a tomar decisiones libres, responsables e informadas sobre su salud y vida reproductiva y a decidir cuándo y cuantas hijas e hijos tener”.

Son derechos y libertades para todos y todas, vigencia real de los derechos sexuales y reproductivos, pero los asambleístas burlaron la Constitución al votar en contra de la despenalización del aborto en casos de violación, con lo que agreden a las víctimas y protegen a los violadores. Si no habría tanto cavernícola, el Ecuador hubiese dado un paso adelante en su historia de desarrollo de derechos, garantías y libertades.

Las estadísticas disponibles demuestran que el aborto es alto. Sin embargo, se ha impuesto una doble moral porque se lo practica y se lo condena. Los abortos se realizan en condiciones clandestinas, y casi nunca en lugares seguros o con garantías médicas. Esta práctica afecta, sobre todo, a mujeres pobres que, en ocasiones son encarceladas; es decir doble violencia: violencia contra la mujer por parte del violador y violencia del Estado con el uso de la justicia. Existen inequidades sociales y pauperrismo económico.

Por ahora han triunfado las presiones de la iglesia católica, protestante y de organizaciones sociales conservadoras. ¿Pero qué hacen los arzobispos, obispos y sacerdotes cuando el violador es un cura o un pastor evangélico? El presidente Moreno tiene una oportunidad histórica para proteger a la mujer y sus derechos, si decide vetar esa parte de las reformas al COIP.

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