Memoria histórica

Franklin Barriga López

Belisario Betancourt (1908-1981) es uno de los presidentes de Venezuela más reconocidos por su defensa de la democracia y sus dotes intelectuales que le hicieron escribir valiosos libros, como “Hombres y villanos” (Grijalbo, Caracas, 1987). Sus “Obras selectas”, en cuatro volúmenes, se publicaron en Barcelona, 1978.

En 1960, cuando este personaje se dirigía, en Caracas, a presidir un desfile militar sufrió un atentado de bomba, del cual felizmente sobrevivió. Hechas las indagaciones, el autor intelectual y que financió este intento de magnicidio fue Rafael Leónidas Trujillo, quien se apropió de la República Dominicana por treinta años, desde 1930 hasta su asesinato el 30 de mayo de 1961.

A este sátrapa, uno de los dictadores más siniestros de América Latina y el Caribe, se le acusa de haber dado muerte a treinta mil personas, aproximadamente, y de todo tipo de fechorías, desde el abuso sexual a las esposas de sus subalternos en el Gobierno, la apropiación de fondos hasta convertirse en uno de los hombres más ricos del planeta. A sus agentes diplomáticos les presionaba para que le busquen reconocimientos honoríficos en prestigiosas universidades del exterior, con la vana pretensión de compensar sus deficiencias intelectuales y morales. Se llegó al extremo de cambiar el nombre de la capital dominicana con el de Ciudad Trujillo.

He realizado este recuento, por cuanto en estos días se ha intentado, en el Museo de Historia y Geografía, de la pintoresca isla caribeña, abrir una sala dedicada al autócrata en referencia, lo que ha traído justas reacciones de repudio.

La memoria histórica sirve para la condena de quienes proceden con indignidad y para relievar a los valores humanos que merecen la gratitud de las generaciones.

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