Nicaragua vs. Venezuela

ANDRÉS GÓMEZ CARRIÓN

En noviembre pasado el exguerrillero sandinista, Daniel Ortega, fue reelecto como presidente en Nicaragua en unas elecciones marcadas por las irregularidades.

Desde el pasado abril, decisiones autoritarias de Ortega han desencadenado jornadas extensas de protestas que se han apropiado de las calles de las principales ciudades y de las grandes avenidas que conectan de norte a sur y viceversa al continente.

Pero, ¿porqué las grandes cadenas de medios de comunicación no le han destinado tanto tiempo a la crisis en Nicaragua como lo hicieron con Venezuela si ya existen más de 300 muertos y miles de heridos?

Lastimosamente, la importancia geopolítica de Nicaragua es muy lejana de la que ostenta Venezuela. El país patriota, en el mejor momento de Hugo Chávez, aspiró a convertirse en un hearthland o nucleo vital geopolítico, es decir, un país con poder económico, político-ideológico y militar que le permita influenciar el sistema global.

No obstante, eso no llegó a ser más que un objetivo. Lo que sí logró Chávez fue potenciar a su país como un Estado pivote. En otras palabras, con capacidad de externalizar todo lo que le suceda y de alguna forma influir en sus vecinos regionales.

Ser un pivote geopolítico por su capacidad económica e influencia política-ideológica, le sirvió a Venezuela para acaparar los focos mundiales. Cabe recordar que del país patriota dependía en gran parte el comercio del petróleo global. Venezuela aspiró a convertirse en un país del centro (teoría centro-periferia).

Por el otro lado, Nicaragua es un país pequeño en términos de importancia geopolítica. No es capaz de influir en el sistema global en ninguno de los tres poderes principales: económico, político o militar y es parte de la periferia en casi su máxima expresión. Desde una prespectiva amplia y general, eso hace que las grandes potencias no tengan intención alguna de inmiscuirse en la crisis como sí pasa con Venezuela.

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