‘Karoshi’

Franklin Barriga López

Con este nombre designan en el Japón al exceso de trabajo, desde cuando, a mediados del siglo anterior, el país del sol naciente quedó devastado por efecto de la Segunda Guerra Mundial en la que intervino y perdió.

En tan desalentadora época, el objetivo de los habitantes era laborar intensamente para levantarse de los escombros, recobrar el orgullo nacional y la autoestima, lo que consiguieron con admirable fe patriótica y tenacidad, además de políticas claras y pragmáticas implementadas por gobernantes y más autoridades. Quedó la práctica del trabajo como virtud y elemento básico de progreso, que llega, en algunos casos, a sobrepasar los límites tolerables.

En este contexto, una joven trabajó 105 horas extras al mes, habida cuenta que allí 80 horas es considerado caso de fatiga que puede conducir a que se produzca un accidente laboral y hasta la muerte. Ella falleció, como ha sucedido con miles que han caído fulminados por ataques súbitos al corazón y accidentes cardiovasculares. Con este motivo, se recordó el caso de una periodista de una cadena de televisión, que llegó a laborar 159 horas adicionales y sufrió igual suerte.

Estos casos contrastan con millones de personas que no tienen empleo en otras latitudes o con burócratas que siguen patrones de conducta donde la vagancia y la irresponsabilidad no faltan, lo que entorpece trámites y estanca el desarrollo de pueblos que necesitan salir de su pobreza crónica y desencanto.

En Ecuador no se recomienda llegar a ‘karoshi’, pero sí a quienes tienen el privilegio de ocupaciones remuneradas en la función pública revestirse de mayor conciencia individual y colectiva para superar ociosidades, malos tratos, sistemáticos bloqueos de trámites y más factores adversos para alcanzar la prosperidad.

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