La tía fingida

Carlos Freile

En la novelita, atribuida a Cervantes, con este título, aparece una dama, Claudia, que no es tal, funge de tía pero ejerce de alcahueta; la supuesta sobrina virginal, Esperanza, no tiene nada de doncella, ejerce el oficio más antiguo del mundo. Con estos fingimientos engañan a la gente de Salamanca. La tía le aconseja a la sobrina que su objetivo es “pelarlos y disfrutarlos a todos”. Pero se da el caso de que un joven se enamora de la aparente sobrina y se casa con ella, con total conocimiento de la escabrosa realidad. La pareja va a otro pueblo donde vive el padre del novio, el cual se convence de la honestidad de la nuera, a pesar de los testimonios contrarios.

Nuestro Ecuador vive una situación similar: aparentes personas dignas no hacen más que socapar corruptelas con conocimiento de causa; fingidos políticos honestos han vendido su conciencia a cualquier postor; la gente vive engañada y cree en tías y sobrinas fingidas y fingientes; se dan casos en que se acepta una relación y un acatamiento a sabiendas de la deshonestidad de la persona involucrada y se llega al “matrimonio” (lo que en tradicional lenguaje nacional se definiría de una manera muy dura si de conducta sexual se tratara).
Quien debería abrir los ojos y echar fuera de la casa a la pelandusca no oye las denuncias de unos y otros y le abre las puertas en lugar de expulsarla con indignación y tratar de salvar el honor del desgraciado hijo: pueblo que sabe con quien se ha “casado” y sigue en sus trece, autoridad ciega que no quiere ver la realidad; pero también cómplices que miran para otro lado. Y pueblo que aplaude a tías y sobrinas.

En la novelita cervantina la tía, directora y artífice de todo el tinglado inmoral recibe su castigo: tantos azotes, cárcel, exposición al escarnio público. La sobrina se corrige de su mal vivir y se convierte en fiel esposa, discreta y honesta, no por nada se llama Esperanza. ¿Pasará lo mismo en nuestro atribulado país, “pelado y disfrutado” por pícaras Claudias de la política?
(Prohibido pendejear: castigo para corruptos y encubridores)

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