Cartucho vende dulces para estudiar y aportar al hogar

EMPEÑO. Cartucho ofrece dulces a los conductores en la gasolinera.
Kerly Castro
Estudiante de la Escuela
de Comunicación de la  PUCE-SD

 

Cartucho, como lo llaman de cariño en el barrio donde vive, es un niño de 11 años de edad que se dedica a vender caramelos en una gasolinera de la vía a Chone.

Vive con sus padres y su hermana menor. Anteriormente, ayudaba a sus progenitores con la venta de panes de almidón, pero dejó de hacerlo porque su madre se enfermó. La familia vendió el equipo de trabajo para solventar los gastos médicos.

Desde hace seis meses empezó a vender confites. El amor al estudio lo motivó a salir de su casa y buscar un sustento. Se le ocurrió la idea de los caramelos a raíz  que se anunciaron  las clases presenciales.

Gracias a su esfuerzo logró comprar el uniforme y los útiles escolares que le pedían en la escuela. Dice ser un buen estudiante y  responsable con las tareas que le envían. Dedica su tiempo libre a ayudar a los vecinos del barrio con la limpieza del patio de sus casas.

Labor

Benlly Ostaiza, es su nombre, ofrece caramelos a los conductores que llegan a la gasolinera. Diariamente se gana cinco dólares y en los feriados hasta 10.  La ganancia se la entrega a su madre para que compre alimentos y las medicinas que  necesita.

Se queda hasta altas horas de la noche esperando el apoyo de la ciudadanía.

A su corta edad ha pasado por varias situaciones difíciles. Su madre está orgullosa de  él, “por su nobleza y gran corazón recibe bendiciones del cielo”.

De acuerdo con  la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) y el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en el Ecuador existen 360.000 niños y niñas trabajando en las calles. Arriesgan su vida para ganarse el pan de cada día, pese a que está prohibido.

 

El dato
Una de sus mayores aspiraciones es seguir estudiando para obtener un título universitario