<small><tt>Protagonista</tt></small><hr>Poderosos trazos

Charla. Al igual que en sus líneas, el buen humor está presente mientras dialoga.

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Soy una extranjera desde que nací».

A Powerpaola (Paola Gaviria) se le ha ido por completo el acento quiteño y la entonación entre caleña y paisa sale a flote cada vez que pronuncia una palabra. Claro que Quito, donde nació y pasó su niñez, no se olvida y ocupa una buena parte de su novela gráfica ‘Virus Tropical’. Esta obra, de contenido autobiográfico, se ha publicado en Colombia, Chile, Argentina, Perú, España y Francia. Por primera vez, ‘Virus tropical’ se publicó en Ecuador en coedición entre El Fakir y Pinipedia.


Con humor y trazo crudo, Powerpaola cuenta cómo ella fue ‘un virus tropical’, es decir, el cómo llegó al vientre de su madre ‘por obra y gracia del espíritu santo’, porque sus padres ya tenían dos hijas y por la cabeza no se les cruzaba un nuevo integrante en la familia. Desde ahí, la artista compartirá una serie de anécdotas que no solo retratan su vida, pues el trajinar del Quito de los 80’ y el Cali de los 90’ quedan impregnados en sus líneas.


Eso sí, la obra no se limita a la palabra y al dibujo, ‘Virus Tropical’ es una caja musical, un baúl retro de los temas de una época. Sus páginas saben a un tinto (café) que despierta y se transforma en un mensaje de náufrago al momento en que invita a las amistades del pasado a que se encuentren a través del libro. Sobre todo lo que implica este contagiante virus, Powerpaola conversó con Revista Artes.

No solo están las líneas. Además de los dibujos y palabras, ‘Virus Tropical’ es una caja musical, pues los sonidos de su niñez y adolescencia están muy presentes. ¿Cuánto influyó la música en esta novela gráfica?
Para mí, la música es una compañera. Mis hermanas escuchaban mucha música y tenían unos gustos muy particulares. Al inicio fui heredando sus gustos y en la adolescencia encontré mi música. Siento que, al igual que el cine y la literatura, me fue formando. Pienso que todas las expresiones donde se involucra al arte te muestran que hay otras realidades que no son las que te imponen la sociedad.

¿Y si a algo sabe el libro, es a un buen tinto?
Uy, claro. Bueno, sobre todo por mi mamá. El tinto y su aroma no podían faltar.

‘Virus Tropical’ cuenta sus primeros años de vida, pero también se convierte en un retrato del Quito de los 80’, hasta convertir a la ciudad en un protagonista. ¿Lo pensó así o se fue dando este retrato?
No sé si fue conciente el mostrar a Quito como protagonista. Lo que tenía claro es que Quito debía estar presente porque nací aquí y tuve momentos muy agradables en mi niñez. Estaba enfocada en contar la historia y para eso debía alimentarla del contexto. Por eso está la música, la ropa, los sitios a los que iba. Sabes, a mí me emociona leer sobre lugares y que te nombren las cosas que no son las típicas, esas cosas que cuando te mueves te das cuenta de que solo pueden existir en ese lugar específico. Pienso que las singularidades son las que dan carácter a la historia.

Autora. Presentó una edición de ‘Virus Tropical’ en Quito.

¿Cómo crece una niña con un papá exsacerdote que oficiaba misas en casa?

Te cuento que a él y a parte de la familia le daba después algo de vergüenza eso (risas). Mi papá vivió en un seminario desde los 11 años. Cuando dejó el sacerdocio mantuvo una educación muy implantada, tenía un hábito de lectura, sobre todo de la Biblia, comía a horas determinadas, tenía un ritmo de vida como sacerdote. De hecho, después él tuvo un programa de temática católica en la radio y siento como que sus últimos años regresó al sacerdocio por su estilo de vida. Lo cierto es que de niña no me parecía raro el ser hija de un excura o lo de las misas que, realmente, lo vivieron más mis hermanas. Más bien, de niña lo que me enfurecía era que todas mis compañeras creían que él era mi abuelito, por su edad y sus canas.

Se percibe la empatía con su hermana Patty. ¿Qué decir de su hermana Claudia? ¿Si bien con ella discute y termina saliendo de su casa, eso es lo que permite que Powerpaola haga su carrera? ¿Queda agradecer a ambas?
Por supuesto, ambas son fundamentales en mi vida. Ahora me doy cuenta que a Claudia le tocó la peor parte. Ella cargó con los problemas de toda la familia al ser la mayor, pero al mismo tiempo es la que se rebela. Su rebeldía es lo que nos hace el camino más fácil a Patty y a mí. La verdad es que por su rebeldía nos tocó unos padres más tranquilos. Me imagino que su infancia fue más difícil. Claro que les agradezco todo, a Patty y a Claudia.

Se traslada a Cali y el golpe que recibe es el habla. La lengua es la misma, pero los términos diferentes la hacen ver como ‘pastusa’. ¿No solo el idioma, el habla también es una frontera?
Alguna vez leí ‘El síndrome de Ulises’, de Santiago Gamboa, que habla de la transplantación, de cuando uno se va y lo que implica ese cambio. El irme de Quito a Cali fue una experiencia dura, dolorosa y justo coincide con el momento en que me hago adolescente, que es otra cosa dura, también. Del rock que se escuchaba por acá me encuentro con una ciudad salsera y de merengue, por ejemplo. Me tocó aprender caleño para que no me molesten, pues recuerda que uno a esas edades puede ser cruel y me molestaban mucho. A mí me tocó perder mi acento quiteño y me quedé con el caleño-paisa. A este acento ya no lo pienso perder, porque me dolió perder lo quiteño. El punto es que el habla sí puede traer molestias, sobre todo para ir adoptando una cultura. Ahora en Argentina no pienso perder mi habla, pero sí adopto términos y expresiones que me ayudan a que me entiendan mejor. Cuando viví en Australia fue horrible. Ahí ya no hablamos del habla, sino de la lengua. La gente me hablaba como si fuera tarada. En esas circunstancias te das cuenta que uno no es nada, que la personalidad uno la va adquiriendo de acuerdo a la cultura en la que habita. Pero no todo es drama, porque te vas reinventando, pero también te das cuenta que hay cosas de tu identidad que ya no puedes cambiar. Todo esto te fortalece.

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Antes sufría por no pertenecer a un sitio, pero ahora ese es mi lugar favorito».

Y dan paso a que nazcan nombres como Powerpaola, porque desde el desentendimiento surgió su pseudónimo…
En Francia, justamente, nace el nombre. Un africano no podía pronunciar mi nombre y pensaba que era ‘Power’. Le escribí ‘Paola’ en el ticket del metro y él le aumentó el ‘Power’ al inicio. Así fue mi bautizo y, como al igual que mi madre creo en el azar, sabía que ese nombre era el principio de algo y si apareció tenía su razón. Por lo menos, ahora sé que me ayuda a que mi vida no sea tan aburrida.

¿Qué se siente ser un ‘Virus Tropical’?
No dibujarlo, sino serlo (risas).

Así es, Ud. parecería que vino ‘por obra y gracia del espíritu santo’…
Uy, hice terapia (nuevamente risas). Se puede decir que también soy argentina porque tomo mate, como dulce de leche y me psicoanalizan. Obviamente, sé que mis papás me quisieron y tuve una infancia feliz, pero el haber sido no deseada hizo que crezca con esa sensación. El nacer acá, crecer y luego irme a Cali me ha hecho estar en un limbo. Soy una extranjera desde que nací, siempre tengo ese título y no me siento de ningún lugar. Antes sufría por no pertenecer a un sitio, pero ahora ese es mi lugar favorito. Hasta en lo laboral me pasa, los artistas me dicen ilustradora y los historietistas me llaman artista. No pertenezco a nada y está buenísimo no determinarme en algo.

¿No hay nada más sabroso que la chanfaina cultural?
Exacto. Me parece genial cuando las culturas se mezclan. Es lo que pasa con los chicanos, por ejemplo. Ellos son una cosa nueva y rica culturalmente. Es que la cultura es también un virus que va mutando. Todo está en movimiento y ese vértigo es más notorio en la cultura, la cual se va enriqueciendo.

¿En qué momento decidió que la vida había que dibujarla?
Bueno, dibujo desde siempre, pero creo que en la universidad me di cuenta con total conciencia de que podía dibujar mi vida y trabajar un libro. Vamos desde el principio, me gustaba dibujar desde pequeña y, de cierta manera, pienso que mi padre influyó motivándome con la compra de revistas para que coloree, o de niña me daba la revista La Cometa (de Diario Hoy) para que me interese por cosas del arte. Después, me compartía los suplementos culturales de los periódicos de Colombia y así se fue aumentando mi gusto por el dibujo. Ya para el colegio, tenía claro que lo mía era la ilustración o las artes plásticas.

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Puedo recordar a través de una imagen».

¿Siempre le apoyaron en su decisión de involucrarse en el arte?
Sí, siempre. Lo que sucede es que para ellos era obvio que yo me iría por ese camino. Lo que sí me decían en casa era que podía estudiar lo que quisiera, pero no tenían plata para apoyarme. Me tocó trabajar y estudiar.

¿Y en qué trabajaba?
Vivía en pelotas (risas). Trabajé de modelo en las escuelas de arte. Creo que hasta monopolicé el negocio y todos me llamaban para que modelara en los cursos y puedan dibujarme. Con decirte que una señora una vez no me reconoció porque andaba vestida.

Bueno, queda claro su pasión por el dibujo, pues es capaz de despelotarse por ello. También queda claro que amaba dibujar desde niña, como evidencia la anécdota del concurso de dibujo que ganó en la revista La Cometa de Diario Hoy para conocer al papa Juan Pablo II. ¿Qué piensa de que ese periódico ya no circule?
Para la película estoy buscando imágenes para redibujarlas y, obviamente, quería encontrar ejemplares de el Hoy, así me enteré de su cierre. Me pareció triste, me sorprendió. Curiosamente, es también increíble que mi colegio en Cali tampoco existe. Es como que las cosas se van desvaneciendo. Claro que también siento una cierta alegría, porque eso me confirma que de alguna manera puedo capturar algo con el dibujo, como que puedo recordar a través de una imagen.

‘Virus Tropical’ ha llegado a varios países, pero pese a que nació en Ecuador, por primera vez llega acá. ¿Sus sensaciones?
Era mi mayor deseo porque parte de la historia está acá. Cuando conocí a Gabriela Alemán, me pareció genial su propuesta de publicar. Son unos editores muy apasionados, que trabajan con mucho cuidado y que saben muchísimo de historietas. Son gente que no solo tiene máquinas registradoras en la cabeza.

PERFIL


Paola Gaviria

Powerpaola nació en Quito. Creció en Cali y Medellín. Ha vivido en París, Sydney, San Salvador y ahora vive y dibuja en Buenos Aires. Es autora de: ‘Diario de Powerpaola’, ‘Por dentro/Inside’, ‘q p (Éramos nosotros)’ y ‘Todo va a estar bien’.

¿Qué decir de que se trabaje en la película de ‘Virus Tropical’?

Eso es la yapa. Conocí a Santiago Caicedo en Francia, es el esposo de una amiga artista que también hace música. Entablamos amistad y se presentó la oportunidad de realizar un corto animado. Ese trabajo tuvo éxito, ganó varios premios y estuvo hasta en Japón. Él se percató que en Colombia se estaba dando un montón de plata para este tipo de producciones y me dijo que debíamos hacer un largo de ‘Virus Tropical’. La idea se fue concretando y nos planteamos el ejecutarla paso a paso, para que nosotros no gastemos ni un centavo. Primero nos presentamos en un concurso para hacer el teaser, después ganamos para hacer el largo y así vamos avanzando en este proyecto. Me encanta trabajar con él porque con los años hemos generado una estética que funciona, le interesa que en la película predomine el dibujo, que resalte más lo hecho a mano. Además, todo el equipo le puso un cariño especial a este trabajo.

¿Esta preparando algún otro proyecto?
Estuve cuatro años haciendo otra novela y se lanzó hace poco en Colombia, se trata de ‘Todo va estar bien’ (La Silueta Ediciones). Está hecha a lápiz y está narrada de otra manera, aunque sería como la secuela de ‘Virus Tropical’. Siempre voy dibujando historias, pero como que me voy a dar un descanso, seguir experimentando con lápiz o photoshop, hacer bocetos hasta que aparezca una nueva historia. Me gusta que los procesos fluyan con calma. Lo que tengo claro es que ya no será nada autobiográfico. (DVD)

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