¿Esto matará eso?

Geoffrey Nunberg compiló en 1996 una serie de artículos sobre el futuro del libro y la lectura. Con la participación de escritores e investigadores en nuevas tecnologías, llamadas en ese entonces, y ya viejas en estos momentos, estos agoreros fueron unos verdaderos oráculos, pues todo lo que dijeron se ha cumplido en relación con la lectura hipertextual, la realidad virtual y aumentada y todas las nuevas formas de lectura que han surgido y se van afianzando.

Pero la industria editorial no ha cambiado tanto, ya que el destino de los vaticinios de Numberg y sus compilados no nutrieron tanto a la industria editorial, sino a la del entretenimiento, al cine, a la interactividad y a la educación, pues los libros con realidad aumentada sirven para fascinar a los párvulos e infantes con videos y hologramas de seres fantásticos o extintos, como si fuera la secuencia de la princesa Leah proyectada por R2D2.

Si la industria editorial ha sido reacia al cambio y no ha querido incorporar los formatos de lectura distintos a los tradicionales, su tozudez se compara solo con la de la educación, ámbito en donde aún, a pesar de la pandemia, existen docentes que como Parcas o Moiras, cortan el hilo de la vida digital, pues hemos llegado al tope de la conexión y de la virtualización de la vida digital.

Por lo tanto, la educación en todos los niveles debe cambiar su destino y volver a la presencialidad, donde está ese púlpito llamado cátedra para impartir el conocimiento y donde podamos volver a cantar el Himno al Maestro y ser uno solo, para recibir la “aurora de las manos del maestro y amanecer en las cumbres del bien”, como bien lo cantó Pablo Haníbal Vela, hace ya un siglo.

En el texto se Nunberg se preguntaban si esto matará eso, es decir, si lo nuevo acabaría definitivamente con lo anterior. Y, como sabemos, solo lo mejora, lo remedia y lo complementa, pero quienes añoran la vida pasada son como las Grayas, aquellas hermanas viejas que compartían un ojo y un diente, que con ese gusto y visión limitada no podían hacer más que resguardar a la Gorgona, a quien Perseo mató, porque eso mató a aquello.