Voto millennial

Todo el mundo habla acerca del voto de los jóvenes desde la especulación. Es un tema que causa demasiada atención, porque son cerca de seis millones y están entre los 16 a 35 años según la información del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Los millennials representan una generación condicionada por un conjunto de factores, pero esto no los hace iguales. Respecto de lo primero, este segmento de la población nació en el albor de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), son herederos de la tercera ola de democratización, viven la afectación del cambio climático y tienen la presión del sistema para hiper educarse y así reproducir la lógica del consumo, pero desde distintas modalidades de trabajo: no quieren jefes, horarios ni ataduras.

Las características socioeconómicas, educativas y culturales de cada lugar determinan que nunca sean iguales un millennial que vive en una zona rural del Ecuador a otro joven que está en la selva amazónica con fusil al hombro porque integra un grupo subversivo o incluso ese alguien que vive en un barrio lujoso de París. Por tanto, las generalizaciones se vuelven aún más odiosas en este caso. Son millennials, porque nacieron al inicio del siglo XXI en contextos diferenciados, pero en medio de tendencias imperantes del sistema mundo: economía, política y tecnología.

Los millennials quieren comerse el mundo, pero no lo pueden hacer por varias realidades. Son herederos de las consecuencias de los daños al ambiente. Entonces, el disfrute de la naturaleza es cada vez más limitado. Viven en incertidumbre, porque las crisis económica y sanitaria han provocado el mayor desempleo y subempleo en el mundo, sobre todo en los países más pobres. Además, son testigos de un rebrote de racismo, xenofobia y autoritarismo en democracias que se creían ejemplares y en otras que se debaten entre la inestabilidad económica y el desgobierno.

Los millennials no están ciegos: necesitan trabajo, están molestos por la corrupción, repudian los daños ambientales. Las redes sociales los distraen, pero no cambian su realidad. Y eso lo tienen muy claro.