El triunfo de la justicia

No hay duda sobre la influencia paranoide en la política; la postura adoptada por ciertos líderes ha sacrificado a la ciudadanía con el afán de incrustar un futuro tan efímero e inhumano para engrandecer su ego. No podemos regresar a tiempos de sufrimiento y despotismo, debemos despertar y propiciar entendimientos más reales que aviven una moral respetuosa y comprensiva para crear lazos que nos unan sin sembrar odio y venganza.

El Ecuador ha reivindicado la justicia, un fallo memorable llena de optimismo a la ciudadanía que ya había perdido la esperanza. La Fiscalía, Procuraduría y Contraloría General del Estado cumplen con su papel de implementar la equidad entre ecuatorianos, nadie está por encima de la ley, por más que el caudillo se haya proclamado “jefe de todos los poderes”, con facultades para delinquir y conformar un cartel que le permitía realizar cuantiosos actos de corrupción.

No podemos olvidar la investigación periodística de quienes se jugaron la vida y expusieron a sus familias ante un dictador ofuscado y confundido que escogió el acoso y el rencor, destruyó familias enteras permitiendo que el temor y el miedo invadan la sociedad.

Por mucho que adoctrinaron a sus partidarios, ellos mismos se encargaron de delatarlos; es natural, en una civilización nacida para crecer en el amor y no en las discordias, como administró quien nunca respetó la genealogía de las personas. La historia pondrá en su lugar al sentenciado.

Nunca más se puede volver a rivalizar entre culturas, creencias o etnias porque se convierte en una derrota para todos. Cuando falta la comunicación y el respeto entre personas difícilmente se puede construir el futuro; lo que pudo ser una alianza entre generaciones llegó a convertirse en una batalla de miserias. La justicia ecuatoriana se ha hecho sentir en el país cuando funciona sin jefes ni presiones de ninguna naturaleza.

Rodrigo Contero Peñafiel