Desvaríos desde un ático en Bélgica

Son las tres de la mañana en un ático de Lovaina, Bélgica. Fue una noche calurosa. Pasaron tres horas desde que los conjueces de la Corte Nacional de Justicia ratificaron la sentencia de primera y segunda instancia, negando la casación al expresidente Correa, a su exbinomio Jorge Glas y a algunos de sus ministros -más que eso, compinches-, así como empresarios, a los que llamó “honestos”, en su último intento del viernes 4 para torcer, otra vez, la justicia.

No puede dormir. Fue sentenciado a ocho años de cárcel -que no cumplirá-. Junto a otros procesados debe colocar una placa en la Presidencia sobre el uso correcto de fondos públicos (prohibido olvidar), ofrecer disculpas, capacitarse por 300 horas en ética laica y cada uno de ellos debe pagar $778.224,07, como reparación al Estado.

No solo eso. Nueva vuelta en la cama. Rafael perdió los derechos de participación y su pensión vitalicia como jefe de estado. Pasan las horas. De nada le sirve contar borregos, muchos siguen en el Ecuador. Le duele. Además, los sentenciados no pueden ser candidatos ni ejercer derechos de participación por el resto de su vida (elegir y ser elegidos) ni inscribirse por iPhone.

Él, Rafael, no tiene quién le inscriba. Él, Rafael, la máquina de ganar elecciones, no importa cómo. Él, Rafael, que se atribuyó ser el jefe de todas las funciones del Estado y que, sin pestañear, “metió las manos en la justicia”. Él, Rafael, ya no puede dormir.

Un tuitazo desde la cama: “condenar a un expresidente… por influencia cognitiva… nos quitan la pensión vitalicia… yo estoy bien. No tengo por qué regresar a Ecuador”. Rápidamente se repone, amenaza y se contradice: “tenemos que ganar mayoría en la Asamblea para poder revertir todo”.

Él, Rafael, no puede dormir. Le pesa la conciencia. Su agrupación política podría conseguir asambleístas y, eventualmente, ir a la segunda vuelta. Pero, a él, Rafael, nadie le quitará el sambenito de ser el primer presidente ecuatoriano sentenciado por delitos contra la administración pública, tras la vuelta a la democracia. Prohibido olvidar.

Piensa y desvaría. Una vuelta más en la cama: “caretucos y traidores. No saben con quién se meten”. Él, Rafael, quiere volver. La misión no está cumplida. Para “recuperar la patria”. Para hacer lo que él, Rafael, quiera, falta poco. ¿10 años, 4 meses y 9 días en el poder no fueron suficientes? Basta recordar que el mafioso Al Capone cayó por evasión tributaria, no por otros delitos. De los votantes depende que esta banda de malhechores no regrese.

“Él, Rafael, no puede dormir. Le pesa la conciencia. Su agrupación política podría conseguir asambleístas e ir a la segunda vuelta. Pero, a él, Rafael, nadie le quitará el sambenito de ser el primer presidente ecuatoriano sentenciado por delitos contra la administración pública, tras la vuelta a la democracia. Prohibido olvidar.”