Maldito populismo

El principal problema político del Ecuador es el populismo. De esta maldición no hemos podido salir en siglos. La figura del Mesías redentor cobra fuerza y se evidencia con mayor contundencia en tiempo de elecciones. Todo nos hace pensar que, si no hubiese un caudillo carismático con ciertas cualidades sobredimensionadas por sus seguidores, no hay candidato bueno. Parece que todos esperan la receta mágica, la voz destemplada de un ser iluminado llena de ofrecimientos, una serie de espectáculos que desdibujan la cultura popular y convierten la política en un cuadrilátero. Nuestra historia está plagada de estos accidentes. El populismo se da el lujo de ir y venir, sobre todo potenciado y renovado, ahora por medio de las rede sociales.

El populismo es camaleónico, porque se disfraza de izquierda y derecha. Carece de ideología. Le da igual profesar a favor de la naturaleza, el cristianismo o, incluso, ser ultranacionalista, xenófobo y homofóbico. Se coloca en la esquina, en donde están las multitudes que lo ovacionan, porque tienen fe en las promesas de redención popular y reinvención del Estado. En sus discursos identifica un opositor para dividir a la población en buenos y malos, a quienes se encuentran a favor y en contra de las causas populares. No tiene empacho en abrirse varios frentes de pelea, pues promociona la imagen de un soldado combatiente en búsqueda de la liberación de la patria.

Para el populismo, la estrategia es vital, pues nos presenta diversas facetas: una en campaña electoral, otra cuando llega al poder y otra al alejarse de la escena, pero con la amenaza permanente de volver. En campaña sonríe, cargas a niños y niñas en brazos, besa a los ancianos, come con las manos, habla en clave de jerga, es simpático con toda su gallada. En el poder transforma la sonrisa en autoritarismo, impone su palabra y maneja arbitrariamente los recursos del Estado porque no rinde cuentas ni sus partidarios le exigen hacerlo. Tiene discreción en sus acciones, porque ha ganado elecciones. Cuando se retira de la escena política se declara perseguido y promete retornar, porque sus enemigos han pulverizado sus obras.