Comprar a los pequeños

Una de las consecuencias que se derivan de una emergencia es acudir a abastecerse en los diversos espacios, como supermercados y mercados y tratar de tener en sus casas lo necesario para un período, a veces incierto, en el que deban permanecer en los domicilios. Se producen las aglomeraciones, también los acaparamientos de productos que se consideran esenciales: pan, leche, pollos, enlatados…

Ya lo vivimos durante las violentas manifestaciones de octubre del año pasado, donde, más que las disposiciones gubernamentales, que no fueron acatadas por los manifestantes, fue el temor al desabastecimiento de los mercados, y el pánico frente a la violencia, lo que ocasionó el que se vaciaran las estanterías. En estos días, a la lista de productos de primera necesidad, se han sumado geles, alcohol, mascarillas, papel higiénico, guantes y medicamentos, como el paracetamol.

Si bien hay ahora medidas restrictivas a la salida de las personas, la gente sigue concurriendo y tratando de comprar lo más posible en los supermercados.

La economía nacional está semiparalizada, la preocupación se mantiene frente a la capacidad del Estado de hacer los pagos a los diferentes sectores que dependen de él. Pero también la angustia viene dada por la gente que no tiene trabajo o que integra lo que se denomina economía informal, los que viven al día de las pequeñas ventas. La sugerencia es que también nosotros podemos ayudar a las economías más limitadas, comprando en las tiendas de barrio, pequeños abarrotes, tal vez hacerlo de personas que se ofrecen a entregarnos a domicilio.

En el barrio en el que vivo, hay ofertas de café molido, de rosas que ahora ya no se pueden exportar, de huevos, de hortalizas… Hagamos el esfuerzo.

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