La magia de Quito admirada desde un campanario

CONOCIMIENTO. Desde el campanario de la iglesia del antiguo hospital San Juan de Dios, ciertos personajes cuentan leyendas propias de la tradición quiteña.
CONOCIMIENTO. Desde el campanario de la iglesia del antiguo hospital San Juan de Dios, ciertos personajes cuentan leyendas propias de la tradición quiteña.
CONOCIMIENTO. Desde el campanario de la iglesia del antiguo hospital San Juan de Dios, ciertos personajes cuentan leyendas propias de la tradición quiteña.
CONOCIMIENTO. Desde el campanario de la iglesia del antiguo hospital San Juan de Dios, ciertos personajes cuentan leyendas propias de la tradición quiteña.
CONOCIMIENTO. Desde el campanario de la iglesia del antiguo hospital San Juan de Dios, ciertos personajes cuentan leyendas propias de la tradición quiteña.
CONOCIMIENTO. Desde el campanario de la iglesia del antiguo hospital San Juan de Dios, ciertos personajes cuentan leyendas propias de la tradición quiteña.
CONOCIMIENTO. Desde el campanario de la iglesia del antiguo hospital San Juan de Dios, ciertos personajes cuentan leyendas propias de la tradición quiteña.
CONOCIMIENTO. Desde el campanario de la iglesia del antiguo hospital San Juan de Dios, ciertos personajes cuentan leyendas propias de la tradición quiteña.

Una visión diferente de la belleza del centro histórico se muestra desde lo alto del campanario de la iglesia del antiguo hospital San Juan de Dios, edificación que abrió sus puertas hace 454 años y donde, desde 1998, funciona el Museo de la Ciudad.

La edificación ubicada en las calles Rocafuerte y García Moreno, alberga exposiciones permanentes que dan cuenta del desarrollo de la ciudad, los procesos socio culturales y la vida cotidiana de sus habitantes hasta el siglo XX.

El Dato
Acceder al campanario se lo puede realizar en feriados y fechas cívicas. En fechas especiales se abre el campanario, la torre más alta del lugar, para mostrar la importancia que tenía en la vida de la capital. Y aunque las tres campanas que allí existen, que tienen más de cien años, ya no suenan, en su tiempo anunciaban acontecimientos importantes (la muerte de alguien, llamado a comer o para celebraciones religiosas), y desde sus estructuras se observaban hechos de relevancia.

Con los ojos afinados

Ahora no se logra ver mucho hacia la calle, pero se escucha claramente los sonidos de la cotidianidad. Sin embargo, esos sonidos se silencian cuando se agudiza la visión que recorre techos de ladrillo y edificaciones, sobre todo religiosas, que sobresalen por los cuatro puntos cardinales.

Una visión diferente de la belleza del centro histórico se muestra desde lo alto del campanario de la iglesia del antiguo hospital San Juan de Dios, edificación que abrió sus puertas hace 454 años y donde, desde 1998, funciona el Museo de la Ciudad.

La edificación ubicada en las calles Rocafuerte y García Moreno, alberga exposiciones permanentes que dan cuenta del desarrollo de la ciudad, los procesos socio culturales y la vida cotidiana de sus habitantes hasta el siglo XX.

El Dato
Acceder al campanario se lo puede realizar en feriados y fechas cívicas. En fechas especiales se abre el campanario, la torre más alta del lugar, para mostrar la importancia que tenía en la vida de la capital. Y aunque las tres campanas que allí existen, que tienen más de cien años, ya no suenan, en su tiempo anunciaban acontecimientos importantes (la muerte de alguien, llamado a comer o para celebraciones religiosas), y desde sus estructuras se observaban hechos de relevancia.

Con los ojos afinados

Ahora no se logra ver mucho hacia la calle, pero se escucha claramente los sonidos de la cotidianidad. Sin embargo, esos sonidos se silencian cuando se agudiza la visión que recorre techos de ladrillo y edificaciones, sobre todo religiosas, que sobresalen por los cuatro puntos cardinales.

Una visión diferente de la belleza del centro histórico se muestra desde lo alto del campanario de la iglesia del antiguo hospital San Juan de Dios, edificación que abrió sus puertas hace 454 años y donde, desde 1998, funciona el Museo de la Ciudad.

La edificación ubicada en las calles Rocafuerte y García Moreno, alberga exposiciones permanentes que dan cuenta del desarrollo de la ciudad, los procesos socio culturales y la vida cotidiana de sus habitantes hasta el siglo XX.

El Dato
Acceder al campanario se lo puede realizar en feriados y fechas cívicas. En fechas especiales se abre el campanario, la torre más alta del lugar, para mostrar la importancia que tenía en la vida de la capital. Y aunque las tres campanas que allí existen, que tienen más de cien años, ya no suenan, en su tiempo anunciaban acontecimientos importantes (la muerte de alguien, llamado a comer o para celebraciones religiosas), y desde sus estructuras se observaban hechos de relevancia.

Con los ojos afinados

Ahora no se logra ver mucho hacia la calle, pero se escucha claramente los sonidos de la cotidianidad. Sin embargo, esos sonidos se silencian cuando se agudiza la visión que recorre techos de ladrillo y edificaciones, sobre todo religiosas, que sobresalen por los cuatro puntos cardinales.

Una visión diferente de la belleza del centro histórico se muestra desde lo alto del campanario de la iglesia del antiguo hospital San Juan de Dios, edificación que abrió sus puertas hace 454 años y donde, desde 1998, funciona el Museo de la Ciudad.

La edificación ubicada en las calles Rocafuerte y García Moreno, alberga exposiciones permanentes que dan cuenta del desarrollo de la ciudad, los procesos socio culturales y la vida cotidiana de sus habitantes hasta el siglo XX.

El Dato
Acceder al campanario se lo puede realizar en feriados y fechas cívicas. En fechas especiales se abre el campanario, la torre más alta del lugar, para mostrar la importancia que tenía en la vida de la capital. Y aunque las tres campanas que allí existen, que tienen más de cien años, ya no suenan, en su tiempo anunciaban acontecimientos importantes (la muerte de alguien, llamado a comer o para celebraciones religiosas), y desde sus estructuras se observaban hechos de relevancia.

Con los ojos afinados

Ahora no se logra ver mucho hacia la calle, pero se escucha claramente los sonidos de la cotidianidad. Sin embargo, esos sonidos se silencian cuando se agudiza la visión que recorre techos de ladrillo y edificaciones, sobre todo religiosas, que sobresalen por los cuatro puntos cardinales.

RECONOCIMIENTO. Una vista hacia la Cima de la Libertad y las torres del claustro del Carmen Bajo,
RECONOCIMIENTO. Una vista hacia la Cima de la Libertad y las torres del claustro del Carmen Bajo,
RECONOCIMIENTO. Una vista hacia la Cima de la Libertad y las torres del claustro del Carmen Bajo,
RECONOCIMIENTO. Una vista hacia la Cima de la Libertad y las torres del claustro del Carmen Bajo,
RECONOCIMIENTO. Una vista hacia la Cima de la Libertad y las torres del claustro del Carmen Bajo,
RECONOCIMIENTO. Una vista hacia la Cima de la Libertad y las torres del claustro del Carmen Bajo,
RECONOCIMIENTO. Una vista hacia la Cima de la Libertad y las torres del claustro del Carmen Bajo,
RECONOCIMIENTO. Una vista hacia la Cima de la Libertad y las torres del claustro del Carmen Bajo,

Los quiteños y los ecuatorianos casi no tienen necesidad de una guía para ubicar escenarios. Los extranjeros son ayudados a encontrar al norte la Basílica del Voto Nacional y las cúpulas de la Catedral, con las respectivas explicaciones de la importancia que tienen cada una de las construcciones religiosas.

Al este la mirada se encuentra con el cerro del Itchimbía y la iglesia de Santo Domingo; al sur se mira muy de cerca al Panecillo y la imponente virgen de Quito, rodeada de viviendas un poco más modernas.

Hacia el occidente, levantando un poco más la vista hacia la izquierda se divisa la Cima de la Libertad, hacia la derecha las instalaciones del Museo del Agua Yaku y recorriendo con la mirada hacia abajo se observa la iglesia de Santa Clara, el monasterio de El Carmen Alto, y recorriendo un poquito a la derecha está San Francisco y la iglesia de la Compañía.

A lo mejor otros ojos encontrarán más edificaciones maravillosas y recordará la historia de Quito. (CM)

Los quiteños y los ecuatorianos casi no tienen necesidad de una guía para ubicar escenarios. Los extranjeros son ayudados a encontrar al norte la Basílica del Voto Nacional y las cúpulas de la Catedral, con las respectivas explicaciones de la importancia que tienen cada una de las construcciones religiosas.

Al este la mirada se encuentra con el cerro del Itchimbía y la iglesia de Santo Domingo; al sur se mira muy de cerca al Panecillo y la imponente virgen de Quito, rodeada de viviendas un poco más modernas.

Hacia el occidente, levantando un poco más la vista hacia la izquierda se divisa la Cima de la Libertad, hacia la derecha las instalaciones del Museo del Agua Yaku y recorriendo con la mirada hacia abajo se observa la iglesia de Santa Clara, el monasterio de El Carmen Alto, y recorriendo un poquito a la derecha está San Francisco y la iglesia de la Compañía.

A lo mejor otros ojos encontrarán más edificaciones maravillosas y recordará la historia de Quito. (CM)

Los quiteños y los ecuatorianos casi no tienen necesidad de una guía para ubicar escenarios. Los extranjeros son ayudados a encontrar al norte la Basílica del Voto Nacional y las cúpulas de la Catedral, con las respectivas explicaciones de la importancia que tienen cada una de las construcciones religiosas.

Al este la mirada se encuentra con el cerro del Itchimbía y la iglesia de Santo Domingo; al sur se mira muy de cerca al Panecillo y la imponente virgen de Quito, rodeada de viviendas un poco más modernas.

Hacia el occidente, levantando un poco más la vista hacia la izquierda se divisa la Cima de la Libertad, hacia la derecha las instalaciones del Museo del Agua Yaku y recorriendo con la mirada hacia abajo se observa la iglesia de Santa Clara, el monasterio de El Carmen Alto, y recorriendo un poquito a la derecha está San Francisco y la iglesia de la Compañía.

A lo mejor otros ojos encontrarán más edificaciones maravillosas y recordará la historia de Quito. (CM)

Los quiteños y los ecuatorianos casi no tienen necesidad de una guía para ubicar escenarios. Los extranjeros son ayudados a encontrar al norte la Basílica del Voto Nacional y las cúpulas de la Catedral, con las respectivas explicaciones de la importancia que tienen cada una de las construcciones religiosas.

Al este la mirada se encuentra con el cerro del Itchimbía y la iglesia de Santo Domingo; al sur se mira muy de cerca al Panecillo y la imponente virgen de Quito, rodeada de viviendas un poco más modernas.

Hacia el occidente, levantando un poco más la vista hacia la izquierda se divisa la Cima de la Libertad, hacia la derecha las instalaciones del Museo del Agua Yaku y recorriendo con la mirada hacia abajo se observa la iglesia de Santa Clara, el monasterio de El Carmen Alto, y recorriendo un poquito a la derecha está San Francisco y la iglesia de la Compañía.

A lo mejor otros ojos encontrarán más edificaciones maravillosas y recordará la historia de Quito. (CM)

BELLEZA. Al sur, la virgen de Quito parece acercarse al visitante.
BELLEZA. Al sur, la virgen de Quito parece acercarse al visitante.
BELLEZA. Al sur, la virgen de Quito parece acercarse al visitante.
BELLEZA. Al sur, la virgen de Quito parece acercarse al visitante.
BELLEZA. Al sur, la virgen de Quito parece acercarse al visitante.
BELLEZA. Al sur, la virgen de Quito parece acercarse al visitante.
BELLEZA. Al sur, la virgen de Quito parece acercarse al visitante.
BELLEZA. Al sur, la virgen de Quito parece acercarse al visitante.

La historia de la torre

Ascender al campanario no es difícil. Se lo hace en minutos, subiendo por gradas muy angostas, en medio de paredes de chocoto, carrizo, piedra traída del volcán Pichincha y ladrillo. Solo el último tramo ha sido adecuado con gradas y plataforma de madera y pasamano de estructura metálica. Es por seguridad del visitante, indica Cristina Medrano, técnica educativa del Museo.

Con los ojos curiosos e inquietos se trata de ubicar cúpulas, torres y construcciones, mientras se escucha al guía contar que el campanario data del siglo 18. Que las campanas que allí cuelgan, al igual que todas las del centro de Quito no son originales, porque fueron fundidas durante la Batalla de Pichincha en 1822, y que han quedado en silencio desde hace mucho tiempo.

Esos conocimientos se suman a los relatos de leyendas tradicionales y otras poco conocidas que realizan guías que representan a diferentes personajes de la capital. En este caso fue un monje que contó sobre la Caja Ronca que hizo que dos jóvenes, por curiosos, terminarán teniendo en sus manos huesos humanos, que aparentaban ser velas que, en una noche oscura, llevaban monjes que flotaban y a los que los involucrados se habían acercado para “espiarlos”.

La historia de la torre

Ascender al campanario no es difícil. Se lo hace en minutos, subiendo por gradas muy angostas, en medio de paredes de chocoto, carrizo, piedra traída del volcán Pichincha y ladrillo. Solo el último tramo ha sido adecuado con gradas y plataforma de madera y pasamano de estructura metálica. Es por seguridad del visitante, indica Cristina Medrano, técnica educativa del Museo.

Con los ojos curiosos e inquietos se trata de ubicar cúpulas, torres y construcciones, mientras se escucha al guía contar que el campanario data del siglo 18. Que las campanas que allí cuelgan, al igual que todas las del centro de Quito no son originales, porque fueron fundidas durante la Batalla de Pichincha en 1822, y que han quedado en silencio desde hace mucho tiempo.

Esos conocimientos se suman a los relatos de leyendas tradicionales y otras poco conocidas que realizan guías que representan a diferentes personajes de la capital. En este caso fue un monje que contó sobre la Caja Ronca que hizo que dos jóvenes, por curiosos, terminarán teniendo en sus manos huesos humanos, que aparentaban ser velas que, en una noche oscura, llevaban monjes que flotaban y a los que los involucrados se habían acercado para “espiarlos”.

La historia de la torre

Ascender al campanario no es difícil. Se lo hace en minutos, subiendo por gradas muy angostas, en medio de paredes de chocoto, carrizo, piedra traída del volcán Pichincha y ladrillo. Solo el último tramo ha sido adecuado con gradas y plataforma de madera y pasamano de estructura metálica. Es por seguridad del visitante, indica Cristina Medrano, técnica educativa del Museo.

Con los ojos curiosos e inquietos se trata de ubicar cúpulas, torres y construcciones, mientras se escucha al guía contar que el campanario data del siglo 18. Que las campanas que allí cuelgan, al igual que todas las del centro de Quito no son originales, porque fueron fundidas durante la Batalla de Pichincha en 1822, y que han quedado en silencio desde hace mucho tiempo.

Esos conocimientos se suman a los relatos de leyendas tradicionales y otras poco conocidas que realizan guías que representan a diferentes personajes de la capital. En este caso fue un monje que contó sobre la Caja Ronca que hizo que dos jóvenes, por curiosos, terminarán teniendo en sus manos huesos humanos, que aparentaban ser velas que, en una noche oscura, llevaban monjes que flotaban y a los que los involucrados se habían acercado para “espiarlos”.

La historia de la torre

Ascender al campanario no es difícil. Se lo hace en minutos, subiendo por gradas muy angostas, en medio de paredes de chocoto, carrizo, piedra traída del volcán Pichincha y ladrillo. Solo el último tramo ha sido adecuado con gradas y plataforma de madera y pasamano de estructura metálica. Es por seguridad del visitante, indica Cristina Medrano, técnica educativa del Museo.

Con los ojos curiosos e inquietos se trata de ubicar cúpulas, torres y construcciones, mientras se escucha al guía contar que el campanario data del siglo 18. Que las campanas que allí cuelgan, al igual que todas las del centro de Quito no son originales, porque fueron fundidas durante la Batalla de Pichincha en 1822, y que han quedado en silencio desde hace mucho tiempo.

Esos conocimientos se suman a los relatos de leyendas tradicionales y otras poco conocidas que realizan guías que representan a diferentes personajes de la capital. En este caso fue un monje que contó sobre la Caja Ronca que hizo que dos jóvenes, por curiosos, terminarán teniendo en sus manos huesos humanos, que aparentaban ser velas que, en una noche oscura, llevaban monjes que flotaban y a los que los involucrados se habían acercado para “espiarlos”.