Artesanos quieren mantener viva a La Ronda

ACTIVIDADES. Los artistas que desempeñan sus labores en esta zona buscan potenciar el área cultural.
ACTIVIDADES. Los artistas que desempeñan sus labores en esta zona buscan potenciar el área cultural.

El paisaje de la calle Morales luce de antaño. Banderas de la ciudad en medio de balcones adornados por coloridas orquídeas en macetas recuerdan un Quito eterno que sigue vivo en estos rincones de la ‘Carita de Dios’. Una pequeña y estrecha calle de piedra con faroles que forman una avenida sobre las cabezas para iluminar las noches de bohemia, da un ambiente especial a La Ronda, en el corazón del Centro Histórico.

Sin embargo, en las mañanas este lugar luce casi vacío. Pocos turistas caminan por el empedrado hablando en inglés, francés o algún otro idioma, mientras su guía les explica más acerca de esta tradicional vía. Algunos grupos pasan con media hora de diferencia, pero en ciertas horas del día “casi no pasan”.

Esta es la realidad que vive todos los días Rubén Arce, de 54 años; un artesano que oferta su trabajo en metal, madera y varias obras de artesanos de Saraguro en su local ‘La Cofradía’. Este se ubica en una de las esquinas de la calle Morales, debajo de la calle Guayaquil.

Él es uno de los artesanos que busca salvar a La Ronda, “pues desde hace unos años la afluencia de gente ha bajado bastante”.

La calle es una muestra de oficios, con talleres abiertos para los visitantes, como la elaboración de sombreros, la fabricación de juguetes tradicionales (trompos, yoyos, baleros o resorteras) y la orfebrería de la escuela quiteña.

Parte del plan de Arce para revivir esta zona de la ciudad es la masificación de talleres artesanales abiertos al público, “de modo que los turistas no tengan que pasar y salir en 5 minutos sino que se puedan quedar y conocer más de la historia de la ciudad y sus tradiciones”.

Este grupo de artesanos y comerciantes quiere mantener viva a esta zona de la ciudad. Busca devolver la cultura a este sector y atraer a visitantes, no solo las noches. “Queremos que La Ronda vuelva a ser un lugar de identidad quiteña”, recalca Arce. (ECV)

SOMBREROS. Todos los modelos son realizados por Luis López desde su taller.
SOMBREROS. Todos los modelos son realizados por Luis López desde su taller.

Sombreros de todo tipo, para toda ocasión

Cientos de sombreros de diferentes colores y materiales dan la bienvendida al taller de Luis López, de 63 años. El oficio ha permanecido en su familia por tres generaciones. Cuando era pequeño su padre le enseñó el “arte de elaborar lo que las personas lucen en sus cabezas”. Boinas, sombreros de fieltro y nuevos diseños en paja toquilla son parte de su oferta.

Él se denomina como el único que ha experimentado con la paja toquilla para generar nuevas innovaciones como sombreros de alta moda. Sus diseños en esta rama son de su propia autoría y plantea crear nuevos estilos.

Él abre su taller a turistas de lunes a domingo de 10:00 a 18:00 y les permite conocer más de la paja toquilla y de la elaboración de sombreros; les deja probarse los diseños que más les agrade y combine. López lleva más de 20 años en La Ronda y quiere continuar en esta zona. Se esfuerza por revivir este turístico e histórico lugar de la ciudad proponiendo iniciativas como corredores culturales que la mantengan viva más allá de los centros de entretenimiento.

TRABAJO. En su taller enseña un poco de su trabajo y las técnicas de la escuela quiteña.
TRABAJO. En su taller enseña un poco de su trabajo y las técnicas de la escuela quiteña.

Un ‘pedazo’ de la escuela quiteña
en La Ronda

Germán Campos Alarcón, como le gusta que le llamen “pues Germán Campos hay muchos, pero Alarcón no”, tiene 57 años. Aprendió de orfebrería cuando tenía 16, más o menos, de la mano de su padre, su hermano y su abuelo. “Viene de familia”, comenta. Su taller se adorna entre figuras de oro, plata y esculturas adornadas con pan de plata o pan de bronce. Parte de su labor ha sido explicar a los turistas acerca de esta tradicional técnica de la escuela quiteña. “Muchos me han comentado que no sabían cómo se hacían los adornos de los conventos o ciertas esculturas. Aquí encuentran la respuesta”.

Su taller se ubica en la casa 989. Tiene las herramientas esparcidas sobre la mesa y algunos moldes listos para usar en el piso. Continúa buscando nuevas propuestas para seguir innovando en esta técnica, que ama y aspira que no muera. Parte de su mensaje se enfoca en valorar más el arte quiteño y repotenciar zonas como La Ronda, que se convierten en una plataforma entre el arte y el visitante, tanto extranjero como nacional.

JUEGOS. De todo color y tamaño fabrica trompos, yoyos y baleros Gerardo Zabala.
JUEGOS. De todo color y tamaño fabrica trompos, yoyos y baleros Gerardo Zabala.

‘El rey del trompo’

Con orgullo presenta uno de sus diseños propios. Un trompo de más de 10 centímetros de alto y la mitad de diámetro, con un palo que sale del centro y sobre él una esfera que permite darle vuelta. Con una piola más grande de lo normal le da cuerda y el trompo empieza a girar sin detenerse. “A mí me llaman el ‘rey del trompo’”, dice Gerardo Zabala, de 68 años. Desde sus 17 o 16 años empezó a manejar madera para crear sus propios “juguetes, por decirlo de alguna manera”.

“Cuando era pequeño no era tan fácil salir a comprar un trompo, baleros, yoyos o resorteras para poder pasar el tiempo. Así que a uno le tocaba experimentar para armarse uno propio”, asegura. Con las herramientas adecuadas, Zabala puede demorar ahora hasta 20 minutos en crear un trompo completamente funcional. Esto lo muestra a los turistas que llegan a su taller y de paso les enseña cómo hacer bailar el trompo. Incluso puede crearlos con los diseños que le pidan. También saca yoyos de madera, baleros y muestra las resorteras que ofrece y exhibe en el lugar. Con el yoyo se sabe un truco bastante particular; lo deja abajo y con un pequeño golpe en su mano el yoyo empieza a subir. Dice que es un secreto de tradición. Al hablar de sus diseños personales, que acostumbra sacarlos cada dos o tres semanas, recuerda un trompo peculiar que fue producto de una investigación de la población Caranqui.

“A pesar de que el trompo es un invento chino, este diseño se encontró en antiguas ruinas de los caranqui. Se utilizaba para ceremonias”, explica mientras saca un palo de madera que en su punta tiene ‘cabuyo’, una especie de paja, hecho piola. Esta la enrolla en un gran trompo con un solo camino y así, sobre el piso, empieza a hacerle bailar. “Péguele usted con el fuete”, dice y explica que en las antiguas ceremonias caranquis hacían girar este trompo y le comenzaban a pegar con el extremo del cabuyo para que siga girando. Es todo un espectáculo. Zabala lleva siete años en La Ronda. Cuenta que algunos turistas han regresado a su local después de uno o dos años para traer a sus amigos a que conozcan y se lleven un trompo a casa. Invita a quienes quieran revivir estos juegos tradicionales a visitar su local en la casa 925 de La Ronda.