En el silencio de la noche, el ‘Señor’acoge a todos sus fieles

PERSONAJES. Quienes se visten de Santos Varones representan a quienes ayudaron a José de Arimatea a bajar el cuerpo de Cristo de la cruz, según la Biblia.
PERSONAJES. Quienes se visten de Santos Varones representan a quienes ayudaron a José de Arimatea a bajar el cuerpo de Cristo de la cruz, según la Biblia.
TRADICIÓN. La representación de la Virgen María va al frente durante la Procesión del Silencio.
TRADICIÓN. La representación de la Virgen María va al frente durante la Procesión del Silencio.
DEVOTOS. Los feligreses rezan en silencio durante la ceremonia, pidiendo por sus seres queridos.
DEVOTOS. Los feligreses rezan en silencio durante la ceremonia, pidiendo por sus seres queridos.
PAISAJE. Los santos católicos recorren el Centro Histórico iluminados por las luces artificiales de la noche.
PAISAJE. Los santos católicos recorren el Centro Histórico iluminados por las luces artificiales de la noche.

Empieza a oscurecer, son más de las seis de la tarde. En el altar de la iglesia de Santo Domingo, los Santos Varones retiran la corona de la cabeza de Cristo, sacan los clavos de sus manos y pies y lo bajan delicadamente de la cruz.

Sus túnicas moradas, símbolo de penitencia, contrastan con la luminosidad de la iglesia. Colocan el cuerpo de Cristo en una urna de cristal y lo cargan en hombros. “Lo llevaremos en procesión, recordando que quiso enterrarse como semilla que da fruto a su tiempo”, dice el párroco, desde el atrio.

Familias con niños, parejas de ancianos, indígenas con largas trenzas y faldas coloridas, hombres en sillas de ruedas, todos, en silencio, salen al frío de la noche portando solamente una vela, protegida por papel o cartón para que no se consuma.

Hace más de 20 años que aquí se realiza la tradicional ‘Procesión del Silencio’, en representación de la comitiva que trasladó el cuerpo de Jesús al Santo Sepulcro.

Las calles de piedra se iluminan al paso de los fieles. La luz de las velas revela rostros ensimismados, con la mirada fija en la urna. Solo se escuchan los pasos y el crujir de la madera que sostiene el lecho.

Devoción
Alrededor de una hora más tarde, reunidos de nuevo bajo el alto techo de la iglesia, los asistentes hacen fila ordenadamente para la extremaunción, una práctica católica que consiste en ungir con acite a alguien que está muriendo.

Llega el turno de María Pasquel. Ella rechaza el algodón que le ofrecen los ayudantes y saca de su bolso un pañuelo de seda blanca. Pasa cuidadosamente la tela sobre las llagas de Cristo, dejando el rostro para el final. Con la misma mano que sostiene el pañuelo se santigua, y se despide del cuerpo con una reverencia.

“Es la fe que tengo por Dios, que mueve montañas”, dice, y guarda el pañuelo que conservará como algo sagrado. De pequeña, Pasquel no asistía a las procesiones, pero empezó a ir al llegar a la madurez, cuando pudo decidir por sí misma sus creencias.

Historias
Melquides Certuche llegó de Venezuela hace pocos meses y asistió a la procesión como muchos de sus compatriotas, para continuar la costumbre que desde niño realizaba en su tierra natal. Por primera vez, pudo ser parte de los Santos Varones que cargan el cuerpo de Cristo, experiencia que lo llenó de paz.

No hay lugar para el odio dentro de la iglesia. Diana Jaramillo y Anahís Espinoza, mujeres trans, son desde hace tres años parte de los parroquianos de Santo Domingo. “Venimos todos los años”, dice Espinoza, quien le pidió al señor que la bendiga y proteja a su familia durante la ceremonia. (AA)