Tumbaco estrena un refugio para las aves

Exposición. Un cuy de peluche, con un trozo de carne, ayuda a entender las acciones de caza de este imponente guarro.
Exposición. Un cuy de peluche, con un trozo de carne, ayuda a entender las acciones de caza de este imponente guarro.
Lechuzas. La mansedumbre de estas aves es clave para la interacción con el público infantil.
Lechuzas. La mansedumbre de estas aves es clave para la interacción con el público infantil.
Rivales. Un gavilán posa indiferente en un tronco de eucalipto, mientras un curiquingue juvenil (de color marrón) persigue sin piedad a un curiquingue adulto.
Rivales. Un gavilán posa indiferente en un tronco de eucalipto, mientras un curiquingue juvenil (de color marrón) persigue sin piedad a un curiquingue adulto.

El jardín alado es la combinación exacta de conservación, educación y juego. Las sesiones de vuelo son su atractivo.

Como la poesía de Carrera Andrade: “Hay tantas alas en vuelo/ que alzan América al cielo”. Así es El jardín alado, un rincón en el valle de Tumbaco donde el juego es la clave para recordar el patrimonio faunístico de la Sierra.

Las organizaciones Faunaetus y Accipiter, consagradas al rescate de aves, impulsan este espacio como una estrategia de educación ambiental y autogestión. Sus puertas se abrieron el sábado anterior, en una hectárea en el sector de La Cerámica.

En ella, los anfitriones alados comparten el paisaje con un árbol gigante de aguacate, una pequeña granja con llamas, un mariposario, un rincón de juegos con materiales de reciclaje y un módulo para artesanías amazónicas, mermeladas de frutos exóticos y una boutique con camisetas, almohadas y bolsos estampados con gallitos de la peña, hoatzines, solitarios y tangaras.

Entre rapaces, carroñeras y nocturnas, el lugar invita a disfrutar del vuelo de gavilanes, guarros, águilas andinas, quilicos, curiquingues, gallinazos rey, gallinazos comunes, lechuzas, loros y guacamayos.

Todas las aves son víctimas de cazadores o de traficantes de vida silvestre. Fueron intervenidas inicialmente en el Instituto Tueri, de la Universidad San Francisco de Quito, y en El jardín alado tienen un escenario para su recuperación, tras ser víctimas de fracturas por golpes o atropellamientos, heridas de balas, quemaduras, cortes de plumas esenciales para volar…

El espacio abrirá sus puertas este feriado desde las 10:00 hasta las 17:00. Pero los momentos estelares son a las 11:30 y a las 14:30, cuando los integrantes de El jardín alado desarrollan exposiciones sobre las aves rescatadas con sesiones de vuelo libre.

EL DATO
Las exhibiciones de vuelo y cetrería son a las 11:30 y a las 14:30.En el lugar, un hemiciclo con dos filas de bancas de bambú recibe a los visitantes. Y las aves hacen su presuntuoso desfile.

Las alas grises de un guarro se desplegan a plenitud e inyectan adrenalina a la jornada. Los guías explican su hábitat y su dieta. Y con la ayuda de un cuy de peluche, al cual se ha colocado un poco de carne, se explica cómo es el ritual de caza de estas aves aún presentes en los valles interandinos.

Luego, la mirada penetrante de un cuscungo (Bubo virginianus) impone unos segundos de silencio. Es el búho emblemático de las quebradas andinas y sus alas marrón, desplegadas en vuelo libre, dibujan una atmósfera fantasmagórica.

El silencio se quiebra con alegría con el ‘griterío’ de una bandada de quilicos. Estos halconcitos (Falco sparverius) gorjean tanto, que la voz de los expositores queda en segundo plano.

Así, El jardín alado se convierte, como en los versos de Carrera Andrade, en una “inmensurable pajarera”. (IFP)