Presencia de venezolanos puede dinamizar la economía en Quito

COMERCIO. El comercio informal es una de las primeras opciones que se abren para venezolanos que llegan al país.
COMERCIO. El comercio informal es una de las primeras opciones que se abren para venezolanos que llegan al país.

Alrededor de 410.550 extranjeros provenientes de Venezuela han ingresado al país en lo que va de este año.

La presencia de venezolanos puede tener un impacto positivo en la economía local y nacional, dependiendo de las oportunidades que tengan. Esta comunidad, además, dinamiza la economía en los barrios donde más presencia tiene. Esto porque paga arriendo, consume productos locales y, de forma directa o indirecta, paga impuestos.

El economista Mauricio Pozo explica que la incorporación de nuevas personas a la fuerza de trabajo no necesariamente implica que existan problemas de empleo para locales. Por el contrario, recalca que esto potencia la productividad económica del entorno.

Destaca que algunos países, incluso, han crecido gracias a la migración. Esto, siempre y cuando, se cumplan las normas comerciales locales para dinamizar el flujo económico.

Los venezolanos que llegan a Ecuador huyendo por la situación política y económica de su país y deciden quedarse en Quito, por ejemplo buscan formas de salir adelante dentro del país e incluso buscan formas de traer a sus familias.

Es el caso de Ana Coles, una mujer de 45 años, quien llegó con su pareja hace seis meses. Ella es Relacionista Industrial y, aunque no ha encontrado una plaza laboral en ese ámbito, ya tiene un empleo formal.

“Cuando llegué me dedicaba a vender arepas, empanadas y otros productos en la calle. Esto me ayudó a sustentarme en los meses más difíciles de mi estadía”, explica. Actualmente vive en Carcelén y trabaja como ayudante en un restaurante del sector.

Cuando el dinero que gana es insuficiente de dedica a la venta informal de productos alimenticos. Así cumple con el pago del arriendo y otros gastos indispensables de su vida diaria en la ciudad.

“La situación en mi país es insostenible, desde que salí todo ha empeorado aún más”, detalla. Ella dejó a sus dos hijos en Venezuela, pero quiere traerlos a Ecuador para darles “una mejor vida”. (DLH)

Ventas puerta a puerta sí ayudan
° Hace un año, los esposos, Rolando Mosquera y Jexy Pachecho, salieron de Venezuela por la situación económica, política y social que se vive en su país.

Dejaron a sus cinco hijos, pero aseguran que lo hicieron para brindarles una mejor calidad de vida. Ahora les envían dinero cada mes para “que puedan comer y accedan a medicinas”.

Mosquera es Ingeniero en Petróleos y como no encuentra trabajo en ese ramo está trabajando con su esposa en ventas ‘puerta a puerta’, de 08:00 a 16:00. Ambos ofrecen productos multivitamínicos y naturales, obteniendo ingresos individuales de alrededor de 300 dólares mensuales. Sus ganancias les sirven para pagar arriendo, alimentación y para envíar dinero a sus hijos.

“Las personas que dicen que no tienen trabajo aquí es porque no se esfuerzan. Si sales a ofrecer, cualquier cosa, se vende”, afirma Mosquera.

Aunque algunas veces les cierran la puerta en la cara, los esposos desearían que su familia venga a Ecuador, ya que en su país las cosas se ponen más difíciles.

La peluquería como negocio familiar
° Leonel Pérez, de 24 años, como muchos, dejó su país huyendo de la difícil situación económica y la violencia que se convirtió en el “pan de cada día” en Venezuela.

Llegó hace tres meses y medio a la casa de su hermana, quien tiene 30 años y vive en Quito hace tres.

En Venezuela, Leonel se dedicaba a la barbería.

“Allá pagaba una silla para trabajar. Pero, a pesar de que tenía muchos clientes, muchas veces lo que ganaba en un mes me alcanzaba solo para 5 kilos de arroz”, detalla.

Él y su hermana tienen una peluquería, ubicada en la Av. De la Prensa y calle Juan Paz y Miño.

Después de que ella consiguió empleo fijo en un restaurante, él se quedó solo en el local. Esto le llevó a contratar a su paisano Douglas.

En Venezuela, ellos dejaron a sus padres y dos hermanos. A la mayor, de 17 años, ahora le están pagando un curso de peluquería para que antes de que finalice el año, también venga al país a trabajar.

Una vida entre gomitas y pasteles
° Jonathan González inicia su jornada todos los días a las 9:00. Vende pasteles en los buses a un dólar y su cuota mínima es de 15 dólares. Con eso solventa el arriendo de un departamento que comparte con otras 12 personas. También paga la comida diaria y ahorra un 60% para enviar dinero a sus dos hijos que se quedaron en Venezuela.

En su país era instructor de un gimnasio, pero llegó al punto en que su salario no le alcanzaba ni para comprar la comida. Con las ventas en los buses gana un promedio de 15 a 20 dólares “dependiendo de la colaboración de las personas”.

Su colega José Martínez, quien posee una licenciatura en Administración de Empresas y dos posgrados en Gerencia empresarial y Asistencia financiera, lo acompaña en esta aventura vendiendo gomitas.

Esto lo hace mientras espera que se le otorgue una visa de trabajo para que pueda acceder a un empleo en su rama profesional. Está consciente de que esta es solo una opción, pues podría no conseguir un empleo formal.

“Aquí con una moneda desayunas; con dos, almuerzas y con tres, cenas”, refiere Martínez. “Esto es un cambio de 360 grados para nosotros. En Venezuela un sueldo representa entre uno y cinco dólares”.