Las devotas más asiduas de la iglesia

entrega. La imagen de Cristo crucificado es la que recibe a los creyentes en el ingreso de la iglesia de Santa Teresita.
entrega. La imagen de Cristo crucificado es la que recibe a los creyentes en el ingreso de la iglesia de Santa Teresita.
DINÁMICA. Anita C. pide por su familia frente al altar de la Virgen del Carmen, en la iglesia de Santa Teresita.
DINÁMICA. Anita C. pide por su familia frente al altar de la Virgen del Carmen, en la iglesia de Santa Teresita.
TRADICIÓN. El velo de encaje en la cabeza es uno de los objetos representativos que usan las mujeres para acudir a la iglesia.
TRADICIÓN. El velo de encaje en la cabeza es uno de los objetos representativos que usan las mujeres para acudir a la iglesia.

Anita C. espera su turno para confesarse en la sala de espera de la oficina parroquial de la iglesia de Santa Teresita. Cada vez que está por el sector no duda en ingresar al templo y conversar con alguno de los sacerdotes que esté disponible. Antes de eso, estuvo rezando dentro del templo y pidiéndole a la Virgen de La Merced que protegiera a toda su familia.

El lugar le recuerda la boda de su hija, hace 22 años. Dice que desde ese tiempo el sector no ha cambiado mucho, ella tiene 70 años de edad y vive en la Loma de Puengasí, al sur de la ciudad. Cada domingo acude a la iglesia de Chimbacalle para la misa. Ahí se casó su madre y fue el barrio en el que creció.

Antes de salir se santiguó tres veces, como le enseñaron: una vez frente al altar, otra en la imagen de Jesús crucificado y otra en la puerta de la iglesia. Mientras espera que se abra la puerta donde se confesara, mira el reloj para saber cuánto tiempo le queda antes de volver a su casa y preparar la comida para sus nietos.

En la ventanilla de atención al público, una mujer con el cabello trenzado cubierto por una gorra de lana, cuenta los centavos para completar la limosna que ofrecerá para la misa de ese día. Anita dice que durante la Semana Santa, ella va personalmente a dar su colaboración porque en una ceremonia a puertas cerradas, los sacerdotes bendicen velas en las que escriben los nombres de las familias y luego se las entregan.

Cada uno de sus seis hijos recibe uno de los objetos y ella recomienda que los prendan cuando pasen por alguna dificultad.

Rutina

Es una mañana de viernes y la misa de 11:00 empezará pronto. El altar de la iglesia de Santa Teresita, ubicada en la esquina de las calles 9 de Octubre y Robles (norte de Quito), hay unas seis personas, dispersas en las bancas.

Algunas se arrodillan y rezan en silencio. Las cabezas bicolores en las que sobresale el blanco se ven desde el fondo del templo. Nelly Paredes le reza a Santa Teresita para que sus problemas familiares se resuelvan. Tiene 68 años y con voz entrecortada dice que su madre le enseñó a rezar cuando era muy pequeña y que de su bautizo no puede acordarse, porque sucedió antes de que tuviera memoria.

En la banca de al lado, Carmita Q. acudió a la novena de la Virgen del Carmen. Ese día el rezo del Rosario empieza con los misterios dolorosos y mientras una voz de mujer dirige las oraciones, ella junta las manos y cierra los ojos.

A sus 65 años ha perdido la cuenta de las novenas a las que ha acudido. Prefiere no decir cuánto ha pagado para las misas de los que fallecieron en su familia. “Todos los años los recordamos con cariño y pedimos por el descanso bendito de sus almas”, dirá después la quiteña, quien creció en el barrio de la Tola.

Devoción

De vuelta en la sala de espera, Anita C. dice que las chicas de las ventanillas ya la conocen, pues ha ido cientos de veces. “Nunca está de más conversarle las penas al padrecito y recibir sus consejos”, asegura y agrega que ella no se considera tan devota, ya que hay gente que está más al pendiente de las obras parroquiales.

Finalmente, una puerta de madera se abre y deja ver en su interior un pasillo de habitaciones iluminado por una gran ventana. Es el turno de la quiteña, quien entra con paso apresurado y deja a la mujer de las trenzas sola. Ella, a su vez, termina de pagar y se dirige a la iglesia.

Inmediatamente después de atravesar el lumbral de la puerta, cambia su gorra de lana por un velo de encaje celeste con el que se cubre toda la cabeza. Es quiteña de nacimiento tiene 70 años y la vida le ha enseñado a rezar en todas las ocasiones, dice que si está con Dios no le falta nada por eso, recuerda una parábola del nuevo testamento en la que Jesús engrandece el acto de un hombre que entrega todo lo que tiene a la iglesia, a pesar de que es poco. Por eso cree que cuando hay fe, el dinero es lo de menos. (PCV)

Solemnidad de la
Virgen del Carmen
Agenda

Iglesia de Santa Teresita

° Domingo 15 de julio
Noveno día de la Novena

Tema: La catequesis de María “Hagan lo que él les diga”

Hora: 18:00

° Lunes 16 de julio

Misas: 07:30, 11:00, 12:00, 18:30