Las dos caras de las peluquerías tradicionales en el Centro Histórico

Tradición. Por más de 50 años la peluquería Amazonas ha abierto sus puertas a propios y extraños
Tradición. Por más de 50 años la peluquería Amazonas ha abierto sus puertas a propios y extraños
Ambiente. Los clientes se sienten como en casa mientras les cortan el pelo de manera tradicional.
Ambiente. Los clientes se sienten como en casa mientras les cortan el pelo de manera tradicional.
Personaje. Con más de 50 años de experiencia, Gustavo Mejía es un peluquero que respira su oficio
Personaje. Con más de 50 años de experiencia, Gustavo Mejía es un peluquero que respira su oficio
Servicio. Un trato cordial y sin apuros es la norma en la peluquería de Don Gustavo.
Servicio. Un trato cordial y sin apuros es la norma en la peluquería de Don Gustavo.

“La esencia, el amor por la gente y el oficio que tenía mi padre todavía se respira aquí. Cada día cuando vengo a trabajar me acuerdo de él”. Así describe Clara Salazar, la actual dueña de la peluquería Amazonas, su vínculo no solo profesional, sino sobre todo filial y amoroso con el negocio que heredó de su padre, Alfredo Salazar.

Todo comenzó en 1962 cuando Don Alfredo, personaje querido y respetado de la época, abrió la peluquería en los bajos del palacio de Carondelet, a escasos 10 pasos de la placa que recuerda la muerte de García Moreno. Desde entonces y hasta ahora, el lugar sigue siendo el mismo.

El mobiliario, desde las sillas, las gavetas, las mesas, y hasta los espejos, es fiel a la época cuando Don Alfredo hizo sus primeros cortes de pelo. “Mi padre me enseñó que el cliente es lo primero. Que la mayor satisfacción es una sonrisa después de un trabajo bien hecho”, comenta Clara. Además añade, mientras se le ilumina la mirada, que a pesar de los años no deja de venir la gente.

La razón es que la peluquería Amazonas es una tradición que se ha ido pasando de generación en generación. “Todo el que viene recibe un corte tradicional y bien hecho”, comenta Miguel Ángel Reinoso, uno de los peluqueros más tiempo ha trabajado en el local, un poco más de 40 años.

Ese es otro de los secretos del negocio, según Clara, la experiencia. “Todas las personas que trabajamos aquí sabemos muy bien nuestro oficio, el que menos tiene 20 años de experiencia”, explica.

Además de los quiteños de todas las edades, en los últimos años han comenzado a recibir una gran cantidad de turistas extranjeros. “Vienen diciendo que conocieron la peluquería en noticias y reportajes, y les parece mágico que todavía existan lugares como este”, cuenta Reinoso.

Con una sonrisa tímida, pero sincera, Clara dice que en su negocio las puertas están abiertas para todos, desde los más humildes hasta los más notorios. En sus 55 años de existenciaha recibido a artistas, políticos, personalidades de la farándula, y a los vecinos de toda la vida.

Una peluquería que no quiere dejarse llevar por la ola de los tiempos

“Me metí al oficio por una locura de juventud. Mis primeros cortes fueron en Milagro, y mis conejillos de india fueron los zafreros del Ingenio Valdés”, recuerda divertido Gustavo Mejía. Para él ser peluquero es más que un trabajo, es una forma de vida, que se ha tornado cada vez más difícil.

Preocupadoadmite que la competencia en los últimos años se ha vuelto feroz, y de algún modo desleal. » Siempre he estado orgulloso de brindar un servicio de calidad, pero es cada vez más difícil con los negocios baratos que han inundado el centro”.

Mejía se refiere a la cada vez más notoria presencia de peluquerías que cobran 1.50 y hasta 2 dólares por cortes y tratamientos por los que él cobra entre 10 y 13 dólares. “La diferencia reside en que esos negocios usan productos de mala calidad para bajar costos”, explica.

Con nostalgia rememora la época en que abrió su peluquería, hace ya 51 años, en 1966. En el centro existían 12 peluquerías, y todos los años organizaban competencias para decidir quién era la mejor. “Eran otros tiempos, el compañerismo y el respeto entre los negocios era evidente. No todo era cuestión de ganancias”, comenta Mejía.

En los buenos tiempos, hasta hace unos diez años, la media de clientes por día no bajaba de las 40 personas. Pero ahora, ya no atiende los domingos, y en el mejor día de la semana, normalmente los sábados, la clientela solo llega a las 10 personas.

Los servicios que Gustavo peluquería ofrece a sus clientes siguen siendo básicamente los mismos que ofertaba cuando inició el negocio. La peluquería siempre ha sido unisex, y Mejía sigue defendiendo la filosofía de un servicio esmerado, que se toma el tiempo necesario para obtener el mejor resultado. “No me gustan los cortes y los tratamientos exprés, al apuro”, afirma.

Otra señal de que los tiempos actuales no son los mejores, la da el hecho de que el único empleado del negocio es el mismo Mejía. Antes trabajan todos los días entre cinco y ocho personas.

La incertidumbre se ha vuelto el pan de cada día, pero Mejía confía en seguir en su oficio de peluquero por muchos años más. Y si las cosas empeoran ya está pesando en mudar su negocio al norte de la ciudad, como hicieron otras peluquerías emblemáticas como la famosa barbería Pacífico. (JS)

FRASES

“Nosotros no tenemos competencia porque la peluquería es única. Al entrar te sientes como en casa”. Clara Salazar, propietaria

“El amor por lo que hago y la honestidad son las reglas de oro para no dejar morir a mi negocio”. Gustavo Mejía, propietario