“Vemos al otro como sospechoso cuando pensamos que es diferente”: Vilma Vargas, caricaturista

Este 28 de junio se conmemora el Día del Orgullo Gay y en Ecuador el avance en derechos para agrupaciones LGTBIQ ha sido escaso. Aunque no es la única minoría que reclama más avances. La sociedad ecuatoriana rechazó la despenalización del aborto en casos de violación, así como el matrimonio igualitario.

La Hora entrevistó a la caricaturista Vilma Vargas para analizar la postura de la sociedad local sobre temas de grupos minoritarios o ‘diferentes’ en el país.

¿El Ecuador ha avanzado en cuanto al respeto a la diversidad sexual?

Creo que el país sí ha dado pasos grandes en cuanto a materia de derechos. Pero esos pasos han sido llevados desde las minorías, por grupos o colectivos. Y eso es preocupante, porque todos como sociedad deberíamos incluirnos en esos temas. No creo que los temas de derechos sean importantes para un grupo, sino que nos concierne a toda la sociedad.

¿De dónde debería partir la lucha de derechos, para que no sea solo visto como algo de minorías?

Deberíamos pensar de dónde viene que pase lo contrario, ya que, desde la casa, la educación, el mensaje de la prensa, los discursos hegemónicos hacen que se vea al otro como diferente. Vivimos en una sociedad heterogénea, pero con un solo discurso hegemónico y homogéneo, en el que se nos ha querido impartir que todos somos uno solo, somos parecidos por tener el mismo idioma o cultura; pero no somos uno. Este discurso pone al rescate una cultura verdadera, unas tradiciones originales, una familia única, unos valores únicos, cuando eso no es así. Desde la prensa también se nos pone a personas como unas mejores que otras, por linaje, apellido y otros, en lugar de marcar un discurso de igualdad de derechos.

Como sociedad debemos cuestionarnos muchísimo la educación y los discursos que se dan a los niños.

¿Socialmente el Ecuador es un país que al menos tolera la diferencia? Entiéndase esta como tendencia sexual, política, ideológica, o cualquier tipo de diferencia.

No creo que haya tolerancia. En el país hemos tenido ejemplos de que no es así. Vimos, por ejemplo, en el episodio de octubre de 2019 unos marcados tintes racistas, xenófobos; vemos en las calles a personas de otros países que vienen a vivir acá y caemos en lo mismo. Desde episodios grandes como octubre, hasta un tuit; la intolerancia es una cadena.

¿Se puede pensar que socialmente vivimos en un entorno donde el respeto está condicionado por el actuar, pensar, hablar o verse del otro?

Totalmente. La tolerancia y el respeto es algo que se le pide al otro, pero uno mismo no está dispuesto a ejecutarlo, porque basta con que se divida la sociedad entre ellos y nosotros para que empiece un sistema de intolerancia y de desprecio.

Incluso creo que la sociedad se vive como en guetos. Una forma que tenemos para aislarnos es juntarnos con similares, iguales, vivir en un solo barrio, crear muros no solo físicos sino mentales, para no ver nada que me perturbe, que me invite a tener curiosidad hacia el otro.

Vemos miles de personas en las calles, pero no nos interesa, no tenemos curiosidad por el otro. Este es un caldo de cultivo para la exclusión de personas.

¿Por qué no tenemos esa curiosidad?

Por miedo. Porque no tenemos la capacidad de ver más allá de nuestros horizontes. Vemos a una persona como sospechoso cuando pensamos que es diferente a nosotros y nos retraemos y no tenemos esa curiosidad.

En el país se dice que vivimos en una democracia, de personas libres, independientes, que hay libertad, que somos iguales; pero ni hay libertad ni somos iguales y muchas personas ni siquiera son tratadas como personas. Entonces ¿de qué democracia hablamos?

¿De dónde debería partir la enseñanza hacia la tolerancia y el respeto hacia el otro ‘diferente’ en todos los ámbitos?

Creo que debe partir de una sociedad armónica, que tenga las mismas oportunidades para todos. Si tuviéramos las mismas oportunidades de educación, vivienda, laborales tendríamos una sociedad un poco más avanzada. No tendríamos esa desigualdad tan latente en el país. Las mismas oportunidades para todos, sin importar que la sociedad nos catalogue, nos encasille en diferencias sexuales, color de piel, género, gusto, ideología política… La sociedad misma crea nichos o guetos y es casi imposible tender puentes con el otro. Y esto nos hace perder el conocer al otro, perdemos el tener estímulos del otro.

¿Marcar esas diferencias en las minorías impide pensar en que la lucha de derechos, por ejemplo, sirve para toda la sociedad?

Si, se le ve al otro como el diablo. A muchos colectivos feministas se les ha tratado como extremistas, cuando me pregunto ¿que podría ser más extremo que matar al otro por el hecho de ser mujer? Pero no se lo ve así.

Por eso debemos preguntarnos, ¿qué nos ofende más si mujeres desnudas o niñas embarazadas, violadas?

El ataque a personas que defienden derechos viene de grupos que están sumamente cómodos en el poder, con esta realidad. La sociedad no tolera a los que son libres, que tienen pensamiento propio, que pueden opinar o alzar su voz, porque son súper peligrosos; pero la sociedad sí tolera a los serviles, esos tienen un lugar, los otros no.

¿Ecuador es un país homofóbico o le teme a cualquier grupo minoritario o “diferente”?

Creo que la sociedad está enferma, no solo porque es intolerante, homófoba, xenófoba. Eso pasa porque autoridades han dicho frases o han hecho actos xenófobos. Recuerdo cuando el expresidente Lenín Moreno, luego del crimen atroz en Ibarra donde una mujer fue asesinada, decretó que los venezolanos debían tener el récord policial para ingresar al país, cuando la violencia de género no tiene nacionalidad.

Esos mensajes que nos llegan desde el Gobierno, de la sociedad, desde la educación se siguen replicando, entonces vivimos en una sociedad enferma.

 ¿La virtualidad y las redes sociales han fomentado también, de alguna manera, la intolerancia hacia el otro?

Sí, creo que las redes son un punto de encuentro de intolerancia. Si bien uno puede tener instantáneamente todo tipo de reacciones, también se generan ataques impensados y eso se da también por cierta pereza mental, por cierta simplificación de temas; porque muchas veces la gente opina por un titular, por una sola parte del dibujo, ve una parte en lugar de ver el bosque, ve lo que quiere ver y lo interpreta a su manera.

Las redes no son un espacio para argumentar, en estas se van dejando ideas sueltas, pero no es un espacio para conversar con el otro, en el que se pueda intercambiar o debatir con el otro.

Se dice mucho que se respeta cualquier identidad sexual, mientras en el entorno cercano no exista una persona LGBTIQ. ¿Esto qué significa?

Todo bien pero mientras no me sienta involucrada, mientras con mi familia no te metas, para traer el hashtag que estuvo de moda. Ahí se hace evidente el discurso del nosotros y ellos, nosotros bien y ellos que vean. Esa división no va a permitir una generación de puentes de comunicación, peor de diálogo.

¿Cuál podría ser un punto de partida para lograr la tan anhelada armonía social sin juzgamientos ni evangelizaciones?

No dejarse contagiar por la intolerancia. Eso se combate, de alguna manera, rechazando las invitaciones que vemos todos los días en las redes, o en el ámbito de acción que cada uno tenga. Sería bueno rechazar todo tipo de invitación a la intolerancia que se da en todo nivel.

“Los temas de derechos nos concierne a toda la sociedad y todos debemos involucrarnos, no solo las minorías”: Vilma Vargas, caricaturista

“La tolerancia y el respeto es algo que se le pide al otro, pero uno mismo no está dispuesto a ejecutarlo”: Vilma Vargas, caricaturista