Ahorro de energía / El Tiempo

Se promueve una campaña de ahorro en el consumo de
electricidad, en vista de las operaciones de mantenimiento
de la Central Paute y el déficit energético en el país

El ministro de Energía Alberto Acosta solicitó a la ciudadanía ahorrar energía, en especial durante las denominadas “horas pico” del consumo de fluido, a fin de afrontar la emergencia que se deriva del mantenimiento y cambio de piezas en un segmento de la Central Hidroeléctrica de Paute que, como es de dominio público, opera con riesgo desde hace muchos años. Esta solicitud se la hace en vista de que el país no dispone la suficiente cantidad de energía hidroeléctrica para abastecer la creciente demanda del servicio, el cual además no es cubierto por las centrales térmicas.

De otra parte, el Ministro del Ramo anunció que de Colombia tan sólo puede esperarse un veinte por ciento de la energía eléctrica que nos vendía, ya que el vecino país se encuentra afectado en sus líneas de transmisión a causa de los atentados. Igualmente con Perú es difícil llegar a un acuerdo para la venta de energía en cantidades suficientes que permitan cubrir la demanda, por lo cual el riesgo de los racionamientos se mantiene latente.

El ahorro de energía en nuestro país no suele cumplirse por una serie de razones, la principal de ellas quizá nuestra escasa disciplina en este sentido. Hay derroche de electricidad en muchos hogares, y por si fuera poco, en un sinnúmero de oficinas, tanto públicas como privadas, no se apagan equipos o luminarias cuando no es esencial su funcionamiento. De esta manera, el ahorro de energía que el ministro Acosta propone corre el riesgo de no obtener una respuesta adecuada. El programa nacional de Eficiencia Energética plantea castigos en las planillas de mayor consumo e incentivos para quienes ahorren el fluido, a la espera de que, se cumplan con los propósitos anunciados.

Pero más allá de ello, el Ecuador sufre las graves consecuencias de la falta de planificación en los proyectos de ampliación del potencial hidroeléctrico, que debieron esperar décadas como el de Mazar y últimamente Sopladora, por culpa de ciertos intereses que se opusieron a contar con nuevas centrales hidroeléctricas para beneficiar a los negocios termoeléctricos que no demostraron eficiencia en la cobertura del básico servicio.