“Los acuerdos amplios son la clave para superar la crisis en el sistema de partidos políticos”: Ramón Guillermo Aveledo

El exsecretario Ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática en Venezuela, Ramón Guillermo Aveledo, sostiene que la lucha contra regímenes totalitarios requiere de la participación de todos los sectores de la sociedad para reencontrarse como sociedad

Corría el año 2006, Venezuela se aproximaba a un nuevo proceso electoral. El presidente Hugo Chávez buscaba la reelección, mientras la oposición venezolana se mostraba dividida con tres candidatos a la presidencia, Manuel Rosales (en ese momento gobernador del Zulia), Teodoro Petkoff (exguerrillero y personaje de la izquierda venezolana) y Julio Borges (coordinador nacional del Primero Justicia).

A pesar de las diferencias y tras un encuentro los tres dirigentes dieron un paso en pro de la unidad, al acordar la presentación de la candidatura única de Manuel Rosales. Momento que significó un antes y después dentro de la oposición venezolana y que llevó a un proceso de negociaciones que dio como resultado la conformación de la Mesa de la Unidad Democrática.

Este ejercicio unitario le permitió a la oposición venezolana plantar cara al modelo autoritario de Hugo Chávez y desarrollar estrategias conjuntas que dieron sus frutos en elecciones posteriores.

El presidente Guillermo Lasso el pasado 02 de junio declinó sus aspiraciones para continuar en la Presidencia de la República e hizo un importante llamado a la unidad de cara a las elecciones anticipadas del próximo 20 de agosto, advirtiendo que en el proceso comicial estarán en disputa dos modelos, el que defiende la democracia y un modelo autoritario que pretende retomar el poder.

Con esta perspectiva, la experiencia del Dr. Ramón Guillermo Aveledo, quien fuera Secretario Ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática y uno de sus principales promotores, se reviste de valor.

LA HORA conversó con el dirigente venezolano para revisar cuáles fueron las acciones que les permitieron hacer un ejercicio de unidad que aglutinó a partidos políticos con corrientes ideológicas desde la izquierda hasta organizaciones de la derecha más conservadora, así como representantes sindicales, empresariales, académicos y la sociedad civil en general.

P.- El proceso político de Venezuela y Ecuador tiene grandes similitudes, partidos políticos débiles, desprestigiados y una dispersión importante. ¿Cómo logró Venezuela avanzar en la unidad?

Siempre hay similitudes y diferencias. Recordemos que en el caso venezolano las organizaciones opositoras han enfrentado a un gobierno originalmente elegido popularmente, pero que fue modificando las condiciones. No son las condiciones constitucionales y legales, que sería lo de menos, porque están en un marco que puede considerarse aceptable. Pero además las condiciones objetivas, reales y políticas a través de la persecución a los medios de comunicación, inhabilitación de personas, dirigentes, ilegalización de partidos y distintos mecanismos de censura o promoción de la autocensura en los medios de comunicación, de modo de restringir la presencia de líderes y de voceros distintos al Gobierno.

P.- ¿Cómo se avanzó para la construcción de la Unidad?

El proceso en Venezuela ha tenido distintas fases. A partir de 1998 y 1999 había una crisis muy profunda en el sistema de partidos políticos. Ocurrió que con los partidos sumamente debilitados y prácticamente en dispersión, fueron otros sectores de la sociedad, los medios de comunicación, la dirigencia empresarial y sindical, donde apareció la energía para enfrentar una situación que estaba en evolución. Estos temas desencadenaron paros nacionales y manifestaciones muy numerosas que fueron reprimidas con violencia y configuraban un panorama de crisis política. Eso llevó en una primera etapa a una política de abstención por parte de los sectores opositores, estimulada desde los medios de comunicación y el sector empresarial. Esto ocurrió hasta el 2005 que hubo una abstención en las elecciones parlamentarias y el gobierno se apoderó de la Asamblea Nacional con una mayoría absoluta. Ya en el 2006, año en el que Hugo Chávez se presenta a la reelección, en la oposición surgen varias precandidaturas, la del gobernador del Zulia, Manuel Rosales; la del coordinador Nacional de Primero Justicia, Julio Borges; y la del político y editor del Diario Tal Cuál, Teodoro Petkoff, al que yo apoyaba. La candidatura unitaria de Rosales aunque fue derrotada en las urnas permitió el reencuentro de la mayoría de la oposición con el camino electoral al cual había renunciado. 

Trabajamos en un sistema de debates y para la toma de decisiones. Foto: Archivo ILS

P.- ¿Luego de la candidatura unitaria de Manuel Rosales en el 2006, cuál fue el siguiente reto de la oposición venezolana?

Enseguida hubo una propuesta de reforma constitucional del Presidente Chávez hecha una vez reelecto que buscaba transformar a Venezuela en un Estado comunal, una modalidad de Estado socialista. Fue interesante porque por un muy estrecho margen esa reforma fue derrotada en las urnas, con lo cual se fortaleció mucho el camino electoral y se venció bastante el escepticismo que había en el sistema electoral y las medidas restrictivas que hoy, por cierto, son mucho más. Entonces empezó un proceso en 2008, una elección regional que fue muy ventajosa para la oposición, aunque perdió en su conjunto, obtuvo ganancias en gobernaciones y alcaldías que fueron muy importantes y mostró un espacio que estaba vivo. Allí empezaron las conversaciones para que los líderes de los partidos recuperarán el protagonismo y el liderazgo de la sociedad, conversando siempre los líderes de los partidos con líderes empresariales, sindicales, académicos, rectores de las universidades y el conjunto de la sociedad civil. En el 2008 tras semanas y meses de conversación; con mucha discreción se anunció la formación de una nueva coalición que llamamos Mesa de la Unidad Democrática (MUD) cuyo planteamiento central era promover un cambio político por la vía pacífica, democrática, constitucional y electoral. Y eso significaba candidaturas comunes, un programa común, una estrategia común y unas reglas consensuadas para la toma de decisiones.

P.- Un ejercicio de unidad, de los pocos que han resultado exitosos en el mundo, fue la MUD pero requirió de mucha preparación de los políticos, de los partidos y mucha generosidad. ¿Cuáles fueron las características para lograr la unidad en ese momento?

La necesidad no es virtud, pero ayuda; y yo creo que el primer ingrediente fue la necesidad, apercibirse que era necesaria la unidad porque daba credibilidad interna y daría después credibilidad internacional a la oposición venezolana, que eran dos factores muy importantes. Sobre todo cuando se trata de confrontar proyectos que buscan el control de todo el poder político y que tienen un proyecto ideológico. Es importante comprender que la unidad es la base para la credibilidad. En principio, había mucha desconfianza, estamos hablando de partidos a los cuales no les gustaba ni siquiera aparecer juntos en una fotografía. Desconfianza entre los líderes de más experiencia y los de menos experiencia. Había también desconfianza entre los movimientos y partidos porque algunos eran producto de divisiones internas. Empezamos concentrándonos en los objetivos y al darnos cuenta que había unos objetivos básicos comunes, avanzamos en conversaciones individuales con cada uno de los grupos y después reuniones en conjunto. Acordamos unas reglas de debate para ir sacando conclusiones. La premisa fue empezar por la estrategia y después por las reglas de toma de decisiones. Mientras tanto conversábamos con otros sectores que no eran los políticos para despertar en ellos confianza porque había una visión muy escéptica acerca de lo que podía hacerse y lograrse con ese liderazgo. La unidad no era un derecho, era una obligación. Se continuó en ese proceso y en una primera fase logramos la preparación de las elecciones parlamentarias de 2010.

P.- ¿Cómo consiguieron los fondos para iniciar el trabajo y sostenerlo durante todo este período?

El trabajo del equipo principal fue voluntario. Éramos profesores universitarios o profesionales en distintas actividades y siempre la idea en el grupo era que estábamos siendo el germen de la Secretaría Ejecutiva que creamos y los equipos técnicos. El grupo directivo fue voluntario, era gente que provenía de onegés o de las universidades. En mi caso tengo una antigua participación política hasta 1999. Y después me dediqué a mi profesión y a la universidad. Inclusive tuve un paréntesis, pues estaba dedicado a ser presidente de la Liga de Béisbol Profesional de Venezuela, que es el equivalente a la Federación de Fútbol de Ecuador. Entonces había un llamado cívico que había que asumir.

P.- Con actores ideológicamente encontrados me imagino que le unieron las causas. ¿Cuáles fueron las causas que les sirvieron en ese momento?

Estaba claro que el camino era el democrático, la vía era electoral, una vía llena de curvas y de accidentes, no expedita, no libre, pero que existía y que era una vía mucho más factible que otras vías. Otra causa fue que la experiencia de los intentos separados de buscar el cambio no habían funcionado y los mecanismos unitarios si tenían una oportunidad. La Coordinadora Democrática tuvo un papel muy importante hasta 2004. La unidad era un valor, pero también una debilidad y hacía falta estrategia, un programa y unas reglas. Entonces empezamos a trabajar en la estrategia buscando los objetivos comunes. Trabajamos en la construcción de las reglas, procurando que fueran lejos del momento de tomar decisiones. Si me permite una metáfora del ciclismo; la lógica fue avanzar lo más que pudiéramos en lo plano para cuando llegara la subida. Entonces tomamos decisiones en momentos en que no había conflictos inmediatos, para cuando tuviéramos que decidir candidaturas, ya tuviéramos unas reglas. Había dos tendencias, una tendencia era partidaria de hacer primarias para todo y una tendencia de buscar acuerdos por consenso para todo. Hicimos dos grupos de trabajo, uno para un reglamento de primarias y otro para un reglamento de consensos y pusimos al frente del reglamento de primarias a un partidario del consenso y al frente del reglamento de consenso a un partidario de las primarias.

P.- ¿El trabajo se concentró solo en los acuerdos políticos? ¿Cómo lograron avanzar con los sectores de la sociedad civil?

Fuimos trabajando en paralelo en las ideas programáticas que fueron muy concretas, las llamamos “100 soluciones para Venezuela”. A partir de allí, un equipo de profesionales voluntarios trabajaron en todo el país, preparando papeles de trabajo y cuando aparecieron los precandidatos presidenciales, le pedimos a cada precandidato que pusiera a un representante, ese documento se aprobó y lo suscribieron todos los precandidatos, menos uno que no quiso firmarlo. Por cierto, al final, cuando se hicieron las primarias, ese candidato que no firmó, el doctor Diego Arria, una personalidad muy distinguida en Venezuela no llegó al 2%. Todos los demás, Henrique Capriles, Pablo Pérez, María Corina Machado y Pablo Medina, todos suscribieron el documento y ese era el programa con el cual iríamos unidos a la elección y la guía para el futuro.

P.- ¿Qué otras dificultades tuvieron que superar?

En el 2010, para las elecciones parlamentarias, una dificultad era que no teníamos un solo símbolo electoral en la boleta, sino que cada partido iba con su símbolo. Entonces tuvimos que esmerarnos en que las postulaciones de todos los partidos, en todos los estados y en todos los circuitos, fueran idénticas o no se podían sumar los votos, con una sola diferencia no se sumaban. Yo conversaba mucho con la presidenta del Consejo Nacional Electoral (Tibisay Lucena) y ella me decía: «es imposible que ustedes se pongan de acuerdo». Eran 32 símbolos distintos de partidos y había que procurar que en cada uno la lista presentada fuera idéntica en 24 circunscripciones nacionales, en 335 municipios. Y la Asamblea Nacional tenía entonces la mitad de los diputados elegidos por lista y la mitad en circuitos uninominales, y tenía que coincidir exactamente el principal y el suplente. Estamos hablando de miles de candidaturas y se pudo, fue laborioso pero se logró y la elección parlamentaria fue exitosa porque el gobierno no obtuvo los dos tercios en el Poder Legislativo y, además, quedó evidenciado en el voto popular que eran más los electores que querían el cambio que los electores que estaban conformes con lo que estaba pasando. Pero lo más importante es que al día siguiente de la elección empezaron a conversar con la MUD los sectores disidentes para sumarse, como en efecto ocurrió.

P.- En Ecuador todavía no salimos del correísmo, tenemos sus leyes, su constitución y códigos. Adicionalmente hay muchas voces dispersas y vamos a unas elecciones muy rápidas. Quisiéramos que usted, con toda esa experiencia, pueda dar algunas recomendaciones o sugerencias para la sociedad civil y clase política ecuatoriana que enfrenta al populismo radical y totalitario. 

Lo hago con mucho cuidado de no meter el dedo en el ventilador porque le tengo mucho afecto y hay muchos ecuatorianos en Venezuela y tengo muchos amigos en el Ecuador. Es una realidad en la que no participo directamente, pero lo vengo advirtiendo desde hace rato, el problema principal es del sistema de partidos. La fragmentación en el sistema de partidos que se ve en el Ecuador y, por cierto, también en Perú. En el caso del Ecuador se vio muy claro cuando la elección del presidente Guillermo Lasso, que quedó un Congreso tan fragmentado que era muy difícil tomar decisiones, con lo cual la gobernabilidad se dificultaba. Leí una declaración del expresidente Osvaldo Hurtado, que siempre me parece un hombre muy lógico, una mente muy serena, refiriéndose a los problemas de gobernanza derivados de esa fragmentación. El problema de la gobernanza en Latinoamérica se ha resuelto históricamente por la vía de la fuerza, la Fuerza Armada se convierte en el árbitro y toma la decisión, pero eso es pan para hoy y hambre de mañana. Porque resulta que ese orden no se transforma en un orden perdurable, la única forma que sea perdurable es con el Estado de Derecho.

P.- ¿Qué tiene que suceder para lograr poner fin a la fragmentación política?

Aquí lo que puede suceder es que de la Sociedad Civil surja una fuerza, un liderazgo social que llene o complemente esos vacíos que los partidos dejan. Allá tenemos la típica división que la geografía dispone entre la costa y la sierra, pero además también esa fragmentación política, porque el paso de los partidos históricos a partidos más o menos personalistas y la escasa implantación de los partidos ideológicos, digamos Democracia Popular o Izquierda Democrática que obedecían a una ideología determinada, tuvieron una implantación escasa y efímera. Recomponer eso implica un esfuerzo civil de mayor cuantía, pero es muy necesario y tiene que haber una etapa transicional en la que tiene que haber una convergencia muy amplia de los sectores políticos y sociales, una convergencia muy amplia que incluya en el compromiso que nadie puede salirse con la suya completamente; es decir, que nadie puede imponer su modelo. Deben converger las distintas opiniones e intereses en un proyecto común, no se puede decir que va a ser el proyecto de los empresarios, o el proyecto de los académicos, o el proyecto de los sindicalistas o de tal o cual partido político, sino un conjunto que sirva de marco a la convivencia pacífica y libre de todos los ecuatorianos.

P.- ¿Existe capacidad en la sociedad y en los partidos para superar esta crisis del sistema partidos?

Hay evidentemente una capacidad empresarial, gerencial y una capacidad política que está allí, pero hay que reencontrarse y eso le corresponde a los propios ecuatorianos. Aquí esta lección que es sobrevenida y es el producto de la crisis del sistema de partidos: el presidente Lasso obtuvo en segunda vuelta los votos para ser elegido, pero sabíamos que había una gran fragmentación hacia abajo y al leer la integración del parlamento se veía que era un poder con debilidad en las piernas. Recordemos esa crisis más o menos perenne que tuvo un momento de paréntesis en el tiempo del correísmo, con todos los bemoles que conocemos y no tengo la menor simpatía por ese modelo. Pero si sacamos la cuenta de cómo varios presidentes, desde Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad, Lucio Gutiérrez, todos fueron presidentes tan fugaces. Ahora ha ocurrido con Lasso, hay una cuestión estructural que todavía sigue fallando y tiene que reencontrarse la sociedad ecuatoriana, que no debe depender de un liderazgo. Se requiere de una estructura institucional.

P.- ¿Hay que buscar un liderazgo personalista o desarrollar las instituciones del Estado?

Voy a pasar la raya de la prudencia y meterme en el terreno de la imprudencia. Así como sería impensable hoy en día Velasco Ibarra, ningún Velasco Ibarra postmoderno funciona tampoco, como se dio con Rafael Correa, porque esa idea de un sistema que depende de un líder es pre-moderna. La tendencia histórica, es del poder personal al poder institucional, del poder concentrado al poder distribuido y del poder absoluto al poder limitado, esa es la historia de la humanidad. El secreto de los países que avanzan más, que no es que no tienen problemas, tienen problemas y serios, pero el secreto de esos países es que el poder es institucional de verdad, no fingido. Cada institución busca cumplir su función separadamente de las otras con autonomía, el poder no es absoluto, es limitado.

P.- ¿Cuál sería la clave para avanzar en un modelo de Gobierno más institucional?

El proceso de descentralización que está pautado por la Constitución ecuatoriana y que ha tenido varios intentos de llevarse adelante, no ha avanzando y es necesario para un país de la complejidad del Ecuador que ese proceso avance. Eso es un terreno donde los actores políticos y sociales deben lograr acuerdos, porque es un asunto concreto que se refiere a la organización del Estado y por lo tanto a la distribución del poder, siempre las descentralizaciones tienen obstáculos porque implican la redistribución del poder y el poder no se deja redistribuir sin resistencia, pero puede cambiar en beneficio de la gente, porque puede tener mejores competencias que acerquen el poder y las decisiones a los problemas de la gente y a la posibilidad de resolverlos. La clave de todo es avanzar en acuerdos con amplitud, acuerdos que incluyan a muchos factores en el futuro de Ecuador y hacer una agenda concreta de cambios convenidos y acordados. Mantener el status quo lo que va a hacer es provocar más crisis y que estas se reproduzcan y aparezcan cíclicamente. Esto es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero puede haber un camino para lograrlo en el Ecuador. Lo han demostrado, hay capacidades, inteligencias y potencial para afrontar este camino. (JC- ILS)