La pandemia impulsó la creatividad de tres quiteños

El confinamiento en Ecuador duró desde marzo hasta junio de 2020. Así lucían las calles en ese entonces.
El confinamiento en Ecuador duró desde marzo hasta junio de 2020. Así lucían las calles en ese entonces.

Con la pandemia provocada por la COVID-19, la crisis llegó a las vidas de Paulina Olmedo, Vicente Cárdenas y Pedro Guaoluisa, quienes decidieron emprender combinando lo que más les apasiona con sus ideas de negocio.

Como lo fue para todos los ecuatorianos, generar ingresos en medio de una crisis fue un desafío, pero los tres personajes cuentan cómo es luchar contra la corriente y superar dos años de pandemia.

Emprender, dicen, requiere de decisión y tiempo, pues los primeros meses son los más difíciles. Los tres coinciden en que la apertura de talleres y cursos virtuales durante el confinamiento les permitió tener más herramientas para impulsar sus economías.

Paulina Olmedo lleva un año en su negocio de golosinas para perros.
Paulina Olmedo lleva un año en su negocio de golosinas para perros.

Su amor por los perros la hizo emprender

Paulina Olmedo es contadora de profesión. Antes de la pandemia se dedicaba a vender bisutería, pero todo cambió cuando llegó el confinamiento por Covid-19. “Las empresas se cerraron y ya no tenía dónde vender la joyería”.
El compañero de pandemia de Olmedo fue Max, un perro que rescató y al que le empezó a preparar postres con la guía de un veterinario.
Así, en 2021, nació ‘Delicias Caninas de Max’, un emprendimiento que ya cuenta con una certificación de la carrera de alimentos de la Universidad de las Américas junto con el Municipio de Quito. Actualmente, Olmedo está buscando puntos de venta. Por ahora hace entregas a domicilio y hay un punto de atención en el parque Bicentenario.

“Vi que algo que a mi me apasiona como es cuidar y dar de comer a perritos podía ser un emprendimiento”, dice Olmedo. Ella prepara postres caninos como helados, galletas, pasteles, gomitas de colágeno y más. Hay productos desde 50 centavos.

Luis Vicente Cárdenas no se ha enfermado de COVID-19 pese a salir a vender sus productos.
Luis Vicente Cárdenas no se ha enfermado de COVID-19 pese a salir a vender sus productos.

La edad solo está en la mente

Luis Vicente Cárdenas tiene 73 años y aunque ya está jubilado (recibe $300) dice que trabajar lo mantiene activo. Por eso, produce y vende frutos secos. Algo que aprendió en el Centro de Experiencias del Adulto Mayor (CEAM).

“¿Si no trabajamos cómo sobrevivimos?, la situación económica está difícil”, dice Cárdenas, quien a pesar de sus andanzas ha logrado esquivar al coronavirus, tras dos años de pandemia. Aunque sale a vender sus productos en la calle tiene mucho cuidado. Cuando recibe dinero o entrega un producto, nunca se olvida de rociar alcohol.

Para Cárdenas no hay mayor satisfacción que impulsar su emprendimiento. Admite que los días de confinamiento fueron difíciles. “Era muy triste estar en la casa sin poder salir. Viendo en las noticias como se enfermaba la gente o lamentablemente morían”.

El hombre que tiene una esposa y un hijo espera poder tener un espacio para vender sus productos, por ahora recepta pedidos al 0990668924.

Pedro Guanoluisa ha perdido gradualmente la visión, pero no ha dejado de pintar.
Pedro Guanoluisa ha perdido gradualmente la visión, pero no ha dejado de pintar.

Pintar con los ojos del alma

Pedro Guanoluisa ha perdido la visión total de su ojo derecho y con el izquierdo apenas ve sombras. Eso, sin embargo, no le ha impedido plasmar paisajes quiteños y andinos sobre lienzos.

Hace cinco años tomó la decisión de dedicarse enteramente a la pintura. Si bien la pandemia evitó que pudiera salir y vender sus cuadros, aprovechó ese tiempo para aprender nuevas técnicas de pintura por internet.

“Tengo estrabismo, astigmatismo y miopía y, sin embargo, hago lo que me gusta: pintar”, cuenta con alegría.

Cuando le preguntan cómo logra seguir pintando, él responde que es “una manifestación de Dios”. Su familia le da apoyo en su camino por dedicarse al arte. Él tiene un taller en las calles Primero de Mayo y Cayambe, en el centro sur de la ciudad. “En el mejor barrio de Quito, donde hay un solo tren: Chimbacalle”, dice el hombre de 68 años mientras hace una demostración de pintura.