El temor al contagio ha impedido que reciban guías, como antes. La OMS dijo que este grupo tiene más riesgo de contraer el virus.
“Hay que cuidarse y no sentir tanto miedo de ayudarle a una persona no vidente, porque quizá, si no le ayudas a cruzar la calle, puede pasar consecuencias peores que las del Covid”. Tras la pantalla de su laptop, Esteban Jaramillo, no vidente, habla sobre la realidad del distanciamiento social para la comunidad con discapacidad visual.
En Ecuador, la comunidad no vidente abarca a 54.972 personas, según el Consejo Nacional para la Igualdad de Discapacidades.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) enfatizó que las personas con discapacidades pueden tener un mayor riesgo de contagio de la Covid-19, debido a barreras para implementar medidas básicas de higiene, dificultad de mantener distancia social, barreras para acceder a información pública, entre otras. Por esto, se creó un documento relacionado al tema, llamado ‘Consideraciones relativas a la discapacidad durante el brote de COVID-19’.
Sentir las texturas de los productos, guiarse con las paredes, tomar el transporte o mantenerse a una distancia de 2 metros es complicado. ¿Qué son 2 metros para un no vidente? De repente, tocar los objetos es casi un pecado. “Por nuestra discapacidad hay más riesgo en el transporte público, porque usamos el tacto para orientarnos; la gente se acercaba a ayudarnos. Pero, por el distanciamiento, ahora se ha hecho realmente difícil”, agrega Jaramillo.
Otras perspectivas
En cambio, para Jorge Chicaiza, graduado no vidente de Derecho, la pandemia representa una oportunidad. Él solía caminar solo por la calle, pero es complejo, las personas ahora ya no se acercan a ayudar.
No obstante, cree que las personas con discapacidad pueden capitalizar sin problema. “Ahora tú estás detrás de una computadora, pero si no me conoces, no te darías cuenta de que tengo discapacidad visual porque puedo usar gafas, vestirme formal y listo. Cuando estamos frente a la pantalla o hablando por teléfono, el cliente lo único que quiere es el conocimiento. Por eso es una época donde las personas con discapacidad tenemos que promocionar nuestros servicios de manera agresiva, sino dejaremos pasar esta oportunidad”.
¿Y el entretenimiento?
Según Pablo Carrera, psicólogo especializado en salud mental global que trabaja en la oficina de necesidades educativas especiales de la Universidad San Francisco de Quito, el eje de la socialización es complejo. “Ahora estamos más en las redes sociales que son súper visuales y no son inclusivas necesariamente. Somos una sociedad que habla mucho por estos medios y más por la pandemia”, comenta.
Si bien la tecnología es una herramienta eficaz para la población en general, la comunidad no vidente puede verse excluida porque no todas las plataformas son amigables para el lector de pantallas, herramienta que les permite recibir la información desde sus dispositivos electrónicos.
‘Somos capaces, necesitamos oportunidades’
Víctor Barreto, director de la imprenta Braille Fence y contador, perdió su visión hace cuatro años, debido a un tumor que aplastó sus nervios ópticos. Para Barreto, la pandemia también ha arrojado nuevas dificultades, sumadas a aquellas que ya existían antes. “La persona no vidente tiene que tocar las cosas. Nos enseñan a tocar, a ubicarnos, somos los que más estamos en contacto. Un vidente solo va a sentarse y listo. Nosotros corremos un poco más de riesgo. Para salir a la calle tocamos todo, las paredes, los tubos. Es un riesgo muy alto porque si nosotros queremos trabajar, para subsistir necesitamos movernos a pesar de la pandemia”.
“Somos capaces, somos profesionales y podemos salir adelante incluso en un contexto como la pandemia. Yo quiero llegar a entidades públicas, que se preocupen más por nuestra discapacidad. Necesitamos apoyo y oportunidades. No un bono, sino un trabajo donde podamos sustentarnos”.
Este es un trabajo con estudiantes de Periodismo de la USFQ
Alejandra Larrea Córdova
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