La migración es un evento traumático para los niños

Tanto los niños que migran como los que se quedan en sus países sufren consecuencias
Tanto los niños que migran como los que pierden a sus padres por la migración tienen problemas.

La psicóloga Paola Díaz Montenegro, experta en temas de movilidad humana, habla sobre las afectaciones emocionales y de integridad física de los menores que migran. Menciona la importancia de visibilizar este tema y hablarlo en diversos entornos sociales.

Cerca de 9.000 niños han salido del país en lo que va de 2021 y no han regresado. ¿Qué significa para ese grupo migrar?

La migración implica un trauma, porque hay desarraigo y abandono. Los niños deben volver a adaptarse a condiciones diferentes. Pero, cuando los ponen en riesgo, vulneran sus derechos, los exponen a situaciones de trata, agresiones físicas o violencia, es más fuerte. Su vida emocional e integridad están expuestas.

Por ejemplo, en los pasos irregulares, los niños, las niñas, los adolescentes, las mujeres y también los hombres -porque son condiciones precarias- se ven expuestos a situaciones de violencia física, incluso a intercambiar sexo por favores, por situaciones que les favorezcan, que les permita avanzar en su camino o están expuestos a trata de personas, a desapariciones. Es una situación traumática, de altísima violencia y que implica la atención de los estados.

Ante esto, ¿existen políticas públicas para enfrentar la migración o el posterior tratamiento con políticas sobre salud mental?

Los procesos migratorios, generalmente, se posicionan más en los países de acogida. Migrar es parte de los derechos de los seres humanos, por lo que ningún país puede prohibir ejercerlo, más cuando pasamos por estas situaciones de fronteras irregulares, donde no hay procesos migratorios. Los países de acogida, como los andinos, en esta situación en la que vienen personas de Venezuela y Haití son los que tienen la obligatoriedad de brindar atención y garantizar las condiciones para traslados seguros de las personas.

Esto debería ser por medio de estrategias y políticas públicas de cada país, pero depende de los tiempos y las situaciones. La pandemia ha deteriorado muchas condiciones, entre ellas las económicas y, por supuesto, los procesos migratorios no están exentos de esto.

En algunos casos uno de los padres es quien viaja, en otros son ambos y los niños quedan al cuidado de familiares. ¿Cómo afrontar este momento de separación?

Es traumático. Lo que históricamente ha sucedido es que los niños quedan a cargo de los abuelos, que son personas mayores que no están en condiciones de sostener el cuidado de niños, quienes estuvieron acostumbrados a ciertas normas y cuidados específicos. Es un cambio abrupto.

Las personas que migran y dejan a su familia lo hacen con la idea de mejorar las condiciones, al menos las económicas. Y cuando no se puede consolidar ese plan, se empieza a generar la idea de abandono en los niños, porque no cumplió con la promesa del retorno.

¿Por qué no se habla de la migración en las familias?

Para los padres y los cuidadores de los niños es una situación de vergüenza, porque se piensa: ‘no puedo sostener a mi familia, no puedo brindarle lo que yo quisiera’. Entonces, es una migración que se da con esta carga, de que es la última opción y la gente no siempre está consciente de que, a veces, la vida está de por medio. No es algo de lo que quieras hablar o te sientas orgulloso.

En teoría, una persona migra para sostener económicamente a la familia, sacrificando lo demás: los vínculos, la seguridad y la estabilidad de las personas. Estas condiciones no siempre se comentan, no son temas de conversación, no siempre se exteriorizan porque es una situación dolorosa.

¿Cuáles son las secuelas en un niño tras una migración por pasos fronterizos irregulares?

En el mejor de los casos, si la salida y la llegada es sin riesgo, los niños deben pasar por un proceso de adaptación fuerte. Cuando las personas hablan el mismo idioma, se puede decir que es más o menos llevadero. Pero tratar de sostener un entorno saludable para los niños, en una comunidad con otro lenguaje, donde las costumbres son diferentes, el acceso a los servicios y el ejercicio de los derechos es limitado, por supuesto es muy traumático y frustrante, porque se tiene una situación idealizada de donde vas a llegar, de que las condiciones van a mejorar y no necesariamente va a ser así.

Por otra parte, cuando se da este tipo de migración que expone la vida de las personas, las cosas van más allá del trauma y llegan a la vulneración de derechos. El no poder pasar por pasos regulares, que no sea admitido, que hayan estas barreras legales, como visa, que se tenga que pasar por situaciones extremas de violencia en el camino, que se esté expuesto a secuestros o ser llevado sin consentimiento a alguna parte, es una vulneración de derechos.

Los niños que se quedan en el país también enfrentan una problemática emocional. ¿Cuáles son las principales afectaciones y cómo reconocerlas?

Lo primero es que el proceso de adaptación no se da fluidamente. Los niños comienzan a ver estas situaciones como de abandono y se genera un rechazo a la nueva situación. Por eso es fundamental la atención que se pueda brindar al proceso de adaptación desde las instituciones educativas y las instancias de salud. La salud mental es importantísima y que haya programas de atención a este tipo de procesos es fundamental.

¿Qué se recomienda para hacer más llevadero el proceso de adaptación?

Levantar alertas en la sociedad es vital. La situación que estamos viviendo como país, que emite y recibe migrantes, es importante visibilizarla. Se necesita de diferentes niveles de atención e intervención. En Ecuador tenemos conciencia y memoria de procesos migratorios anteriores, no es ajeno a nuestra historia reciente y hablar de esto en los entornos educativos es fundamental.

Es importante, además, que los gobiernos locales tengan procesos de atención psicosocial dentro de sus herramientas. Son importantes los grupos de apoyo para los niños, que puedan hablar del tema, reconocer sus emociones y conocer sus expectativas, y desarrollar el trauma. Asimismo, los nuevos cuidadores deben tener respaldo, porque aparte de la responsabilidad también hay una carga emocional. Desde la salud mental y física es vital que se sostengan los hábitos alimenticios y las garantías que se les pueda brindar a estas nuevas familias ensambladas. (MR)

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