Nadie sabe qué pasará cuando el relleno de El Inga termine su vida útil

Registros. Foto tomada por un morador el 9 de marzo de 2022, los lixiviados caen al río El Inga.
Registros. Foto tomada por un morador el 9 de marzo de 2022, los lixiviados caen al río El Inga.

Quito no tiene un plan para la basura. Solo los estudios técnicos tomarían seis meses, tiempo en el que la recolección de desechos sería limitada y la ciudad entraría en una emergencia ambiental.

Con silencio y ausencia, así se maneja el colapso de la basura en Quito.

Silencio porque la Empresa Municipal de Gestión Integral de Residuos Sólidos (Emgirs-EP) ha señalado que no puede dar declaraciones sobre la situación del manejo de los desechos de la capital, mientras emite un informe sobre el Relleno Sanitario de El Inga. Y ausencia, porque aunque los concejales pidieron, el 8 de marzo de 2022, que la gerente de Emgirs, Maricruz Hernández, se presente ante el Concejo Metropolitano, no estuvo dentro del orden del día de la sesión del 15 de marzo. El encargado de convocarla es el alcalde de Quito, Santigo Guarderas.

 Una bomba de tiempo

El relleno de El Inga comenzó a operar en 2003 y, según se indicó en gestiones pasadas,  con una repotenciación entre 2018 y 2019 su vida útil podría prolongarse hasta 2022. Por ejemplo, el concejal Eduardo del Pozo, durante una entrevista en Radio Municipal, dijo que la vida útil del relleno es hasta 2024.

Mientras que el edil Omar Cevallos sostiene que el relleno ya no tiene espacio, que su vida útil termina en los próximos meses. Es más, asegura que el cubeto 10 (espacio en el suelo donde se ponen los desechos sólidos) ya no tiene espacio y de la construcción de un cubeto 11 no se habla. Las 2.200 toneladas de basura, dice Cevallos, se colocan en espacios entre los otros cubetos, lo que no está alineado a la norma ambiental.

Denuncias de los vecinos del relleno

 

Marianella Irigoyen, especialista en ambiente e investigadora, señala que ha recibido denuncias de extrabajadores y moradores de El Inga que indican que los lixiviados (líquidos que salen de la basura y que son tóxicos) se arrojan al río Inga durante la madrugada y que dentro de las piscinas de tratamiento se coloca más basura. LA HORA ha buscado contrastar estas versiones, pero desde hace dos años se le ha negado una entrevista con los gerentes de turno de Emgirs.

Irigoyen, quien fue secretaria de Ambiente en 2019, dice que desde hace tres años se advierte del colapso del relleno y destaca que la corrupción y la falta de voluntad política no le han permitido tener a Quito un mejor sistema de manejo de residuos.

Lo mismo dice Verónica Arias, experta ambiental y climática y exsecretaria de Ambiente, quien señaló que en el cambio de administración entre Mauricio Rodas y Jorge Yunda se advirtió la necesidad de tener un proceso para la construcción de un nuevo relleno.  “Nosotros le dejamos a la nueva administración ya presupuestado un estudio que debía hacerse para el 2020”, señala.

Para ambas, el manejo de la basura en Quito significa una bomba de tiempo en la que la capital podría caer en una emergencia sanitaria donde, según Arias, no toda la basura podría ser recogida y los lixiviados terminarían derramados en las calles. Irigoyen agrega que esto causaría no solo daños al suelo, a los ríos y al aire sino a la salud, por ejemplo, a las vías respiratorias.

Dos años para un nuevo relleno

 Lo más urgente para Quito, dice Arias, es generar el estudio (con un valor aproximado de $400.000) que tomaría por lo menos seis meses. Mientras que la construcción de un nuevo cubeto sería de al menos un año y medio. Al proceso hay que sumarle la socialización con la comunidad pues “nadie quiere un relleno es su sector”, dice Arias.

Una de las opciones, según Arias, es construir un relleno frente al de El Inga o usar las canteras de San Antonio de Pichincha “que son huecos que han quedado ahí”.

Por su parte, Irigoyen dice que enterrar la basura ya no es factible en una ciudad como Quito. Destaca que ella presentó un proyecto, con una aplicación de nueve meses, para traer a la ciudad una máquina con imanes y sensores que separa todos los residuos y genera residuos aprovechables.

 “Todos los problemas de Quito son ambientales”, advierte Irigoyen, pues señala que no es solo la basura, sino las laderas y las quebradas otros puntos donde hay daño ambiental.

Separación en la fuente

El problema de la basura en Quito se genera en todas las fases. Por ejemplo, no existe una política para que desde la fuente (los hogares) se separen los residuos.

Arias indica que se debe trabajar en una alianza público-privada que ayude a disminuir las toneladas que llegan al relleno utilizando los desechos orgánicos para composta, capturando los productos inflamables para que sean combustibles y venderlos a las cementeras, dividir los plásticos y así, todo lo que llega al relleno disminuye.

Irigoyen detalla que mientras el proceso de cultura de división de residuos se implanta en la ciudadanía es necesario invertir en tecnología que separe los residuos. Continuar con el modelo actual, dice, mantendrá a la capital en una constante alerta de abrir y cerrar huecos para enterrar la basura. (AVV)

“Desde hace tres años sabíamos que la vida útil del relleno de El Inga estaba llegando a su final (…) es alarmante que no haya un plan”, Marianella Irigoyen, especialista en ambiente e investigadora.

“Nosotros le dejamos a la nueva administración (la de Jorge Yunda) ya presupuestado un estudio (nuevo relleno sanitario) que debía hacerse para el 2020”, Angélica Arias, experta ambiental y climática.