La inversión durante el boom petrolero del correísmo fue improductiva. El mayor gasto ahora no alcanza y la mayoría de la red vial seguirá lejos de condiciones óptimas.
Si el Gobierno concreta todas las inversiones prometidas (tanto públicas como privadas), el porcentaje de kilómetros de carretera en óptimas condiciones en Ecuador aumentará del 13,44% al 31% hasta 2025.
Eso quiere decir que, incluso con los recientes anuncios de más presupuesto para obras, sumados a los esfuerzos ya hechos y en marcha, la calidad de la red vial del país seguirá siendo mayoritariamente deficiente al final del actual periodo presidencial.
El ministro de Transporte y Obras Públicas, Darío Herrera, ha apuntado en múltiples ocasiones que el mal estado de las carreteras es consecuencia directa de la falta de mantenimiento, sobre todo en los últimos siete años.
“Hoy estamos enfrentados a reparaciones y rehabilitaciones de una inversión que Gobiernos anteriores no hicieron”, puntualizó cuando el Gobierno de Lasso anunció más presupuesto para obra pública.
El problema no se queda en esa falta de presupuesto y planes de mantenimiento, sino que involucra, según Gabriela Noriega, economista y exconsultora de organismos multilaterales, la “pésima calidad” de la inversión hecha durante el segundo boom petrolero de la mayor parte de la década correísta.
“El Gobierno de Lasso ha descubierto que concesionar vías no es fácil como creía y enfrenta el descontento ciudadano que exige soluciones inmediatas. El problema es que esas soluciones no existen porque el país lleva años malgastando recursos y acumulando ineficiencias que ahora estallan en las manos de las autoridades”, afirmó.
El cuento las obras correistas
Sectores políticos, sociales y empresariales exigen con más fuerza que el Gobierno de Lasso destine más recursos a obra pública. Ese gasto es considerado como una especie de solución mágica para la generación de empleo y el crecimiento económico. Es decir, se cree que, gastando, sea como sea, el resultado es positivo para el país.
Pero, si ese gasto no está bien dirigido, si no tiene un verdadero plan por detrás, lo único que provocará, como pasó durante el régimen de Correa, es una “bonanza” circunstancial por corto tiempo y luego una nueva caída en picada de la economía.
Según un informe del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), durante los años de boom petrolero en el correísmo se gastaron más de $1.500 millones al año en obras; pero hasta el 30% se perdió en corrupción e ineficiencia.
Otro importante porcentaje, alrededor de un 20%, contribuyó poco y nada a mejorar las condiciones de generación de empleo, producción y bienestar a futuro.
A contracorriente del discurso popular, donde se apunta a la obra pública como el motor de la economía correísta, la evidencia de estudios internacionales cuenta otra historia.
Así, por cada $1 invertido, se generó, en el mejor de los casos, $0,39 en mejores condiciones de producción y desarrollo.
“La inversión pública en Ecuador nunca fue rentable. Es decir, la producción adicional que generó a la economía nunca superó el gasto para llevarla a cabo. El multiplicador de la inversión sobre el PIB en Ecuador siempre ha sido menor que uno”, explicó Manuel González, economista y miembro de la Reserva Federal de Estados Unidos.
De acuerdo con González, el problema no solo se centra en la administración de Correa, sino que se remonta a 2004. Es decir, es una traba estructural de la economía ecuatoriana.
Las expectativas se ahogan en la realidad
En este escenario, incluso si Lasso acelera el gasto en obras; gran parte de los recursos invertidos volverán a caer en saco roto. Esto debido a que no se están solucionando las trabas que impiden la inversión privada; entorpecen los procesos de contratación; e incentivan la corrupción y el clientelismo.
“La insatisfacción y el descontento de la ciudadanía está garantizado. Incluso si se logra aumentar hasta el 31% de vías en buen estado, la mayoría seguirá con problemas. Se debería acordar, con la mayoría de sectores posibles, un real plan de inversión a mediano y largo plazos (15 a 20 años) para evitar que cada Gobierno de palos de ciego buscando legitimidad política con obras”, recalcó.
En otras palabras, el país debería acordar en dónde es más productivo destinar recursos y obras; además de cómo se las va a mantener a futuro. De lo contrario, continuaremos con la mala infraestructura y el despilfarro.
Incluso con el supuesto enorme gasto del segundo boom petrolero, por ejemplo, no se avanzó nada en mejorar las vías rurales ligadas a la producción agrícola. Asimismo, ciudades como Machala (epicentro de la exportación bananera) tienen una vía en pésimas condiciones para conectarse con Guayaquil; las vías de la Amazonía petrolera y minera nunca se potenciaron.
La cruda realidad es que el aumento del empleo y el crecimiento de la economía durante el correísmo se sustentó en un mayor gasto corriente; en incrementar momentáneamente el dinero en la economía a través de más compras, más empleo público, entre otros.
Por cada $1 de ese gasto, se generaron casi $2 más de consumo y movimiento. Pero, todo eso duró hasta que se agotaron los ahorros heredados, se cayó el precio del petróleo y se secó la fuente del financiamiento chino. (JS)
Un dólar que no se invierte en mantenimiento, supone cinco dólares más en reparaciones en cinco años y 25 dólares más para reconstrucción, en 10 años.
Por cada dólar invertido en obra pública, durante el correísmo, apenas se generaron 39 centavos en mejora de productividad y beneficios económicos para el país.