La dolarización ha protegido a los ecuatorianos del perverso impuesto de la inflación y da certidumbre para consumir e invertir. Sin embargo, no soluciona todos los problemas.
Al inicio de enero de 2023, la canasta básica para las personas de menores ingresos en Argentina costaba 163.539 pesos. A finales de agosto de 2023, esa misma canasta se ubicó en 290.000 pesos.
Es decir, en solo ocho meses, un argentino, dentro del segmento con menos posibilidades económicas, necesita el doble de dinero para comprar los mismos productos (sobre todo alimentos) para tener una subsistencia mínima.
Solo en el último mes, los precios en Argentina aumentaron un 12,4%. Si se calcula la inflación interanual, el porcentaje llega al 124,4%.
En comparación, en Ecuador, con un sistema dolarizado, la inflación mensual en agosto del 2023 fue de 0,5%; mientras el aumento general de precios a nivel interanual llegó al 2,56%.
Así, en Ecuador nos tomaría casi cinco años acumular un aumento de precios equivalente a la inflación de solo un mes en Argentina.
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), a principios de enero de 2023, la Canasta Familiar Vital costaba 539,78 dólares. A finales de agosto de 2023, esa misma canasta costó 553,62 dólares. Eso es $13,84 más o un aumento promedio de $1,73 al mes). Si tuviéramos una inflación como la argentina, el costo de la Canasta Familiar Vital, en solo 8 meses de 2023, habría escalado a cerca de 1.000 dólares.
‘Condición necesaria’
Según el economista y profesor universitario español, Juan Ramón Rallo, en países con instituciones débiles y políticos irresponsables, la dolarización se convierte en condición necesaria, pero no suficiente para el crecimiento económico y el desarrollo.
El principal valor del sistema es que le quita la máquina de hacer billetes a los políticos e impide que el gasto público aumente sin control a cambio de pulverizar la capacidad adquisitiva o de compra de las personas.
En otras palabras, constituye una camisa de fuerza que le pone un freno al populismo y le da certidumbre para comprar e invertir tanto a personas como a empresas.
Sin embargo, para que aumente el empleo formal, se creen más empresas, haya más competencia y los ingresos crezcan de manera continua, la dolarización debe ir acompañada de reformas que vuelvan a la economía más abierta al mundo, la contratación laboral sea más flexible y los costos de producción bajen.
En los primeros años de la dolarización en Ecuador, entre 2000 y 2006, que economistas como Walter Suprrier denominan como los “años dorados de la dolarización”, la economía creció a tasas altas y la pobreza se redujo a buen ritmo.
Pero, a partir de 2007, en lugar de hacer reformas estructurales para que el país se vuelva más competitivo y productivo, la sociedad ecuatoriana se embarcó en un proceso estatista, proteccionista e improductivo que ha hecho que no se aprovechen las ventajas de estar dolarizados.
En ese aspecto, se debe recordar que en la década correista, entre 2007 y 2017, Ecuador acumuló los mayores niveles de inflación, un promedio de 4% anual con picos de más del 8%, donde se cimentaron los mayores costos de producción e ineficiencias que siguen perjudicando al país hasta ahora.
En esa década se gastó mucho, pero de manera ineficiente, y la consecuencia es una economía que no genera suficiente empleo, pero que tiene un sector público que necesita cada vez más dinero. (JS)
En agosto de 2023, la inflación mensual de los alimentos en Argentina fue de más del 15%. En Ecuador, la inflación mensual de los alimentos llegó al 1,55%.
Reflexiones sobre inflación y dolarización
Alberto Acosta Burneo, economista y editor de Análisis Semanal, explicó que actualmente la dolarización está de moda porque hay políticos en Ecuador que quieren destruirla mediante la aplicación de ecuadólares; y en Argentina hay políticos que quieren implementarla para frenar la inflación desbocada que alcanzó su nivel más alto de los últimos 32 años.
“Los argentinos están financiando los excesos fiscales vía el perverso impuesto inflación”, dijo
Al respecto, Acosta Burneo esbozó algunas reflexiones claves sobre la dolarización ya implementada en Ecuador y la que podría implantarse en Argentina:
1.- La inflación tiene un origen monetario. Es una inflación agresiva de dinero para financiar un déficit fiscal desbocado.
2.- Tener una moneda propia lamentablemente no es una opción para muchos países con institucionalidad débil.
3.- Adoptar el dólar, en casos como el ecuatoriano e incluso el argentino, es mucho menos costoso que mantener una moneda propia en caída libre.
4.- Argentina está dolarizada de facto desde hace años. Pasar a la dolarización requiere transformar los billetes de pesos a dólares de manera gradual. No es necesario contar con toda la base monetaria en dólares desde un inicio. El proceso de transición se puede modular en función de la demanda de dólares que exista en la economía.
5.- No destruye la competitividad de la economía. El sistema lo que hace es que sea imposible esconder las ineficiencias productivas devaluando la moneda, que no es otra cosa que reducir salarios. En la dolarización se debe trabajar en la productividad real y ahí es donde ha fallado Ecuador.
6.- La dolarización obliga a enfrentar el origen de una inflación desbocada, que son los excesos fiscales financiados con emisión de dinero. Se acaba el engaño. Para que el fisco pueda gastar, primero tiene que cobrar impuestos; pero para que los impuestos existan primero hay que producir.
7.- No implica perder soberanía. Por el contrario, significa que los ciudadanos tengan soberanía sobre su dinero, sus salarios y ahorros. Los políticos no pueden manipular el poder de compra a través del perverso impuesto de la inflación.