Fui una piedra en el zapato de los regímenes de turno: Diego Oquendo

Diego Oquendo tiene una trayectoria de más de 50 años.
Diego Oquendo tiene una trayectoria de más de 50 años.

Los ojos de Diego Oquendo han visto demasiado del mundo. Él se retira de la radio pero tiene un capítulo periodístico más: sus memorias.

 Diego Oquendo es un nombre que se convirtió en una marca. Es sinónimo de credibilidad e independencia en el periodismo del país.

Es poeta, periodista, escritor y abogado. Oquendo fue fundador de varios medios.

Con más de 50 años de oficio, incontables entrevistas y análisis sobre la realidad nacional e internacional, premios nacionales e internacionales, ha decidido terminar con su programa, pero también con su radio, Visión.

Regresar a ver a la trayectoría de este periodista no es solamente mirar un apasionado del oficio y sensible ser humano, sino también un profesional que soportó las amenazas, palizas, atentados con bombas, demandas.

Su retiro fue una sorpresa porque no se esperaba esa retirada. Diego Oquendo, el primero que llamó a la resistencia en la era del correísmo, cuenta a LA HORA los motivos de su retiro, la política actual y los proyectos futuros. Que sí los hay.

P: ¿Por qué decide cerrar la radio, dejar de entrevistar, siendo el más consentido de los canales con los ciudadanos y su género preferido?

Creo que, en lo personal, he cumplido un ciclo y es preferible retirarse por voluntad propia. Me respeto a mí mismo. Quiero evitar que alguien -nunca faltan las malas voluntades, las antipatías gratuitas-, me diga cualquier momento: “¿Y cuándo se va, don Diego?”. Por cierto, nunca he dependido del criterio ajeno, pero nadie puede ignorar el inevitable transcurso de los años. Desde luego, voy a extrañar tremendamente mi contacto cotidiano con la realidad humana a través de las entrevistas en “Buenos Días”. Charlar con la gente y su variada condición es encontrarle un sentido a la vida y, por ende, una salida al drama nacional.

P: Hay despedidas que son dolorosas y otras que alivian. ¿Esta de qué tipo es?

Esta es una despedida con su propia e intransferible carga emocional. Dolor por una parte, congoja, duda y un atisbo de alegría que no termina de cuajar en júbilo. De por medio, entre la primera inquietud y la decisión final, hondas reflexiones, conclusiones inacabadas y, claro, lágrimas humedeciendo unos ojos que han visto demasiado. De por medio también, reuniones entrañables con Diego Asís, titular de “Encuentro”, renuente a aceptar el desembarco familiar.

P: Usted no ha sido una persona anónima. ¿Considera que ha lidiado bien con la exposición?

Creo que sí y esto fundamentalmente porque jamás me sentí parroquiano de la “fama”

-terminajo que pongo entre “comillas”-, que suele arruinar el talante de las personas. Ni siquiera cuando estuve en la televisión, escenario en el que cumplí una jornada que muchos recuerdan, con logros y premios incluso de carácter internacional, se me subieron los humos a la cabeza. Sencillo y sobrio en todo momento, frente a lo que usted califica de “exposición”.

P: ¿A quién le faltó entrevistar?

El periodista de firme vocación es insaciable en cuanto a los “misterios” que busca develar en su “laboratorio”, llamémoslo así. Mi lista de entrevistados es muy extensa e intensa… Son cincuenta años de encuentros con toda clase de individualidades: jefes de Estado, ministros, políticos de toda laya, economistas, prelados de alto coturno, simples curas de pueblo, sociólogos, revolucionarios, guerrilleros, escritores famosos, artistas de toda condición, magos y mimos, deportistas, etc., etc. Nadie o casi nadie escapó a mi curiosidad enfermiza. Semejante retablo exige, obviamente, una preparación adecuada, muchísimas lecturas. Algunos de mis diálogos son parte de la historia ecuatoriana. Las palabras proféticas de Velasco Ibarra, pocos días antes de su muerte, son ya una leyenda… Me hubiese gustado entrevistar a Nelson Mandela , cuya estrecha celda en Pretoria (prisionero 466-64) habla de su colosal dimensión terrenal.  Tengo en mi lista inconclusa a Nicolás Maduro, a quien, mirándole a los ojos, le hubiera apostrofado, diciéndole que es un “dictador despreciable”.

P: ¿El pasado correísta con la prensa fue el más duro o uno de los más duros?

No exagero ni quiero victimizarme, pero salvo algunos pocos gobiernos democráticos, mi quehacer periodístico constituyó una piedra en el zapato de los regímenes de turno. He sido intransigente y defiendo los derechos humanos vinculados a la justicia social. Temperamento así de incómodo me causó innumerables represalias… Pero el correísmo se caracterizó por un asedio a tiempo completo a la prensa disidente. Yo estuve entre sus “preferidos”… A su obsesión con Diego Oquendo le debo la pérdida de mi audición y la adquisición cíclica de un par de audífonos que desequilibran mi limitado presupuesto personal.

P: Recordando su trayectoria. ¿A la gestión de qué exmandatario o periodo considera usted que se parece el de Guillermo Lasso y por qué?

Mire, cada gobierno es cada gobierno y cada mandatario marca su propia señal. En este sentido las comparaciones pueden resultar un tanto aventuradas… Lo que sí le respondo -para que cada lector saque su particular conclusión-, es que el periodo de Lasso si bien ha caído en ambigüedades y contradicciones, está por otro lado reordenando nuestra macroeconomía, vuelve una y otra vez a recomponer su agenda contra la corrupción y se enfrenta crudamente al narcotráfico internacional. Nadie le puede acusar de que sus manos se “adornan” con uñas largas… Cultiva, además, un pensamiento democrático.

P: Una de las máximas que usted ha mencionado, en reiteradas ocasiones, es no tener miedo. ¿Cómo hacerlo en estos tiempos polarizados, donde las diferencias asustan?

La pelea es peleando, como dicen los montubios. Y metidos en esta bronca -no hay otro vocablo aplicable a la circunstancia que vivimos -, hay que armarse de valor y darle la cara a un destino que no tiene nada de halagüeño. ¡Claro que las diferencias asustan! Sin embargo, si nos mostramos pusilánimes, terminarán liquidándonos sin piedad alguna. Y que conste que no estoy jugando a “héroe”. No tengo vocación de mártir.

P: ¿Cómo ve usted el panorama de la libertad de expresión hacia el futuro?

Un panorama brumoso, proclive a las tormentas. Reparemos en el hecho de que el correísmo y sus adláteres –“secuaces” sería más apropiado decir-, se ufanan en volver a la época de la Secom y los inefables señores Ochoa y Alvarado… La última ley preparada por UNES es, simplemente, abominable. Hagamos causa común y defendamos la libertad de expresión no solo para la prensa sino para la sociedad entera.

P: Hay miles de jóvenes que ahora ejercen la libertad de expresión en redes, otros tantos que quieren ser periodistas. ¿Qué les aconsejería?

Yo dudaría de que lo que circula en las redes sociales es, realmente, libertad de expresión… Allí, con frecuencia, lo que tenemos es una suerte de libertinaje de un “pensamiento” que deja mucho que desear… El anonimato no es garantía de nada. Y, para los jóvenes que quieren ser periodistas, que se preparen a conciencia: deben ser serios, ganar madurez y leer infatigablemente, ser cultos y convencerse de algo: si no van a ser creíbles es mejor que se dediquen a cualquier otra actividad. Credibilidad: he aquí el secreto maravilloso de la profesión más bella del mundo.

P: Radio Visión, como la conocemos, se apaga. ¿Pero usted seguirá escribiendo?

¡Desde luego! Tengo casi listas mis memorias. Se titulan: “El lugar de donde vengo. (Apuntes para ahuyentar la desmemoria)”. Su publicación será, lo creo sinceramente, un impacto. En lo que afirmo no hay una pizca de fanfarronería. (JC)