Estado federado: ¿buena voluntad o jugada electoral?

Jaime Nebot, líder del Partido Social Cristiano.
Jaime Nebot, líder del Partido Social Cristiano.

Jaime Nebot lanza su propuesta federal luego de la paralización del país y en tiempo electoral. Eso es determinante para la idea socialcristiana.

El federalismo es una de las formas de organización política de los países. Está probada y hay casos exitosos en el mundo, como la división Suiza. En el fondo está una alianza de distintas poblaciones para unir realidades distintas y beneficiarse en conjunto, con fines políticos y económicos similares.

Convertir un país a un régimen federalista requiere de un cambio en las competencias políticas y económicas, justamente, para proteger las libertades, la soberanía, el progreso y la prosperidad de sus habitantes. Es decir, ir a un gobierno dentro de un gobierno. La real descentralización.

¿En qué consiste?

Conlleva un pacto entre todas las partes, a nivel constitucional. Requiere de una gran confianza para avanzar. Por eso los procesos históricos no son menos importantes. El tiempo en el que se lanza una propuesta de este calibre es fundamental.

La división política actual del país ciertamente tiene sus deficiencias. La entrega de recursos, la falta de competencias locales para atacar a problemas como la inseguridad, la desigualdad en el acceso a educación, alimentación y salud, el control de la corrupción, son algunas de las dificultades más evidentes que tienen las provincias del Ecuador.

El proponente

El líder del Partido Social Cristiano, Jaime Nebot, lanzó la idea de ir a un estado federado. Lo hizo en un pronunciamiento de ocho minutos en el que puso como base de su proyecto el irrespeto a las diversidades, pero sobre todo una injusta distribución de recursos a las ciudades y provincias. Esto, para Nebot, en lugar de unir al Ecuador, lo ha destruido.

Según la explicación de Nebot, con el cambio, los nuevos estados federados tendrán la capacidad de crear rentas propias, adoptar decisiones políticas y administrativas, que respondan a las costumbres y formas de pensar de cada zona. Y, para concretarlo, dijo que debe ser vía plebiscito. Es decir, ir a las urnas.

La idea de Nebot es más fina, pero reiterativa. En su biografía autorizada, Jaime Nebot: el camino a la prosperidad (Aspiazu-Ruiz,2019), ya reflexionó sobre la camisa de fuerza que es, para él, la actual división política. “Ven a los municipios bajo la óptica de la obligación de entregarles recursos como competencia política, cuando debería ser al revés; los municipios deberían ser los principales ejecutores de obra pública nivel nacional”, reza en la página 348 del libro publicado luego de su paso por la Alcaldía de Guayaquil.

El momento

La propuesta de la “República Federada de Ecuador” aparece en medio de una de las mayores crisis políticas que ha vivido el país. Cuando sus instituciones tienen problemas. Cuando una parte de la población puso a millones contra la pared con reclamos sazonados con extrema violencia. Entonces, el momento político de la idea socialcristiana dista mucho de la posibilidad de una construcción pacífica, de un consenso, para un estado federado.

Más allá del debate jurídico, si es suficiente un plebiscito o una asamblea constituyente. O de la cantidad de leyes, ordenanzas y reglamentos que deben cambiar súbitamente… está el momento político. Y, ante todo, el electoral.

¿Por qué lanzar la propuesta luego de que la Conaie puso de rodillas al Estado y se percibe una nueva fractura nacional? ¿Por qué hacerlo cuando todas las funciones del Estado tienen tropiezos? ¿Por qué hacerlo cuando están por iniciar los procesos de democracia interna en los partidos y definir candidatos para las elecciones seccionales 2023? ¿O cuando, desde el movimiento indígena, se habla fuerte de un supuesto racismo urbano? Cañar, Orellana, Esmeraldas, Galápagos, ¿verán al federalismo costeño como una solución?

Las ideas para mejorar el país deben ir al debate, pero si están contaminadas de ánimos electorales, y en medio de múltiples crisis, se convertiría en una idea con escaso peso nacional.

Y eso se percibe. Es indudable que la crisis del Gobierno, evidenciada en la caída de su aprobación desde septiembre pasado, ha golpeado a los socialcristianos. Ellos ayudaron en campaña, en buena lid y superando diferencias que parecían irreconciliables, para que el actual Gobierno esté en el poder. Las bases del PSC sí participaron. Y depende desde donde uno vea, determinará quién traicionó a quién. Pero ese costo es compartido.

Luego de la crisis, parecía que la unidad de la derecha ecuatoriana tenía un nuevo aliento. Diego Ordóñez, consejero de Gobierno, en entrevista con LA HORA, se mostró abierto a una posible reconciliación con el PSC. Esto en respuesta a que no dieron los votos para la destitución del presidente Guillermo Lasso empujada por el correísmo. Pero el Gobierno se silenció ante la propuesta del líder socialcristiano.

Pues bien, Jaime Nebot puso el tema sobre la mesa. Pero en tiempo de elecciones, cuando se buscan candidatos.

Entonces, en la campaña electoral, el estado federal y criollo será parte de los gritos de guerra de los que busquen un puesto en las alcaldías y prefecturas. Claro, de los socialcristianos. (JC)