¿Hay países donde la mayoría es feliz de pagar impuestos?

La clave está en cómo se cobran los tributos y cómo se los gasta desde el Estado.
La clave está en cómo se cobran los tributos y cómo se los gasta desde el Estado.

Al contrario de Ecuador, Finlandia y Estonia tienen sistemas tributarios eficientes y lo que se recauda se ve en obras y calidad de servicios.

Aunque parezca reñido con el «sentido común», hay sociedades en donde la mayoría de los ciudadanos están felices de pagar impuestos.

Esta realidad, que se verifica en países como Finlandia y Estonia, es resultados de dos aspectos clave.

La existencia de sistemas tributarios flexibles y eficientes. Y por otra parte, que las personas ven que su esfuerzo por cumplir los pagos con el fisco se traducen en obras y servicios públicos que, sin ser perfectos, dan garantías y le facilitan la vida.

En el otro extremo, la mayor parte de la sociedad ecuatoriana tiene un mayoritario rechazo al pago de impuestos porque considera que el dinero se va más en corrupción e ineficiencia que a un Estado que genere bienestar.

Además, la tramitología y las continuas trabas para hacer negocios también son factores para que sea más rentable permanecer en la informalidad completa o la semi informalidad.

El mejor sistema tributario

Según el último informe de Competitividad fiscal 2021, elaborado por la Tax Foundation, el sistema tributario de Estonia es considerado el mejor y más eficiente del mundo.

Esto es resultado de que no solo se enfoca en la recaudación (que siempre es importante) sino también en generar condiciones para que las empresas puedan crecer y mantenerse.

Así, uno de los componentes estrella de ese sistema tiene que ver con el impuesto a la renta para las sociedades. En primer lugar, se grava con un 20% a los beneficios generados, pero solo cuando se reparten a los accionistas.

Si se reinvierten internamente para incrementar la capacidad productiva de la compañía, no pagan al fisco. Esos dividendos no se toman en cuenta para el pago de impuesto a la renta personal.

Asimismo, otra características importante del sistema estonio es que las empresas pueden compensar pérdidas pasadas y futuras.

Es decir, por ejemplo, que si la compañía experimenta pérdidas en el futuro y pagó impuestos sobre sus beneficios en el pasado, se le reintegran los impuestos abonados hasta compensar las malos resultados.

Por el contrario, en el caso ecuatoriano, no existen ninguna de estas normas que se ajustan a la realidad cambiante de los negocios y, que al momento de una crisis, pueden representar un gran alivio.

Para el caso de impuesto a la renta para las personas, Estonia establece un tipo impositivo único del 14,41% (luego de exenciones y deducciones) si se gana 2.268 dólares o más al mes. Lo que representan un mecanismo simplificado y que también permite reembolsos rápidos en casos de situaciones de crisis.

Reformas sin cambios estructurales

En Ecuador, la reforma tributaria de Guillermo Lasso no hizo cambios sustanciales en el sistema.

De acuerdo con abogados tributaristas como Napoleón Santamaría,  simplemente se recurrió nuevamente a poner parches para conseguir más recursos.

Uno de los parches más criticados tiene que ver con los cambios en la tabla del pago del impuesto a la renta y la reducción de las deducciones por gastos personales. Eso complica el pago y no se establecen incentivos para la formalización.

Finalmente, el tercer pilar del sistema estonio es que no existe un impuesto sobre el patrimonio; y, en el caso del tributo sobre la propiedad, o el predial, se calcula solo sobre el valor del terreno, no sobre el valor de las construcciones hechas en él.

Dentro del sistema ecuatoriano, no solo se tendrá que pagar una contribución especial sobre el patrimonio durante 2022 y 2023, sin excluir tierras agrícolas y otros activos poco líquidos, sino que cada año se acumulan las molestias ciudadanas sobre los aumentos en los prediales cobrados por los municipios.

Por ejemplo, en Quito, esos prediales se pagan junto con una contribución de mejoras, pero el estado de las calles y los servicios municipales hacen que la gente considere casi un robo que le cobren por obras que no se ven por ningún lado.

Impuestos bien gastados

El 80 % de los finlandeses están contentos de pagar sus impuestos, el 96% cree que se trata de un deber cívico importante y el 98% cree que los impuestos son importantes para el mantenimiento del estado de bienestar de Finlandia.

Por un lado, el sistema es flexible y con la menor cantidad posible de tramitología posible. La declaración le llega ya hecha a todos los contribuyentes, por parte de la autoridad tributaria, y si no hay ningún reparos, solo se da la aprobación.

Por otro lado, el principal sustento de esa actitud tan positiva en relación a los pagos al fisco tiene que ver con que los ciudadanos verifican que su dinero si se traduce en servicios y obras.

En otras palabras, no existe el miedo, como ocurre en el Ecuador, que los recursos se vayan a un saco roto y, en gran parte, al bolsillo de la estructura corrupta tanto en lo político como lo institucional.

La atención sanitaria, por ejemplo, es universal y ha sido considerada por el estudio Global Burden of Disease (Estudio sobre la carga mundial de morbilidad) como una de las mejores del mundo.

La asistencia sanitaria le cuesta al gobierno finlandés 23.366 millones de dólares, y el gasto anual por habitante llega a alrededor de 4.244 dólares.

Los impuestos también ayudan a la educación en todos los niveles, así como a las prestaciones para las personas desempleadas o con discapacidades.

También se financia una amplia gama de instituciones culturales, como la ópera, el ballet o el sistema de bibliotecas, en el cual, Finlandia gasta cerca de 65 dólares por habitante.

El sistema finlandés no es socialista, sino uno de mercado en donde se han establecido prioridades claras de gasto. El estado de bienestar también se sustenta en un sistema flexible de contratación laboral, impulso de la inversión privada, libertad y facilidad de empresas.

El Gobierno no busca acaparar todo, sino solo lo que es más productivo en términos sociales. (JS)

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