La mutación de Guillermo Lasso con respecto a los impuestos

HECHO. Guillermo Lasso era partidario de eliminar impuestos cuando era candidato; con su llegada a Carondelet, el panorama es otro.
HECHO. Guillermo Lasso era partidario de eliminar impuestos cuando era candidato; con su llegada a Carondelet, el panorama es otro.

La eliminación de hasta 14 impuestos se cambió por una reforma tributaria con más impuestos y cargas para los ecuatorianos, que ya aportan al fisco.

“Mi propuesta es concreta: en el caso de llegar a la Presidencia, en el primer mes de gobierno, enviaré un proyecto de ley en materia económica con carácter urgente para derogar 14 impuestos”, dijo Guillermo Lasso en enero de 2017, cuando fue candidato. Aseguró que con una depuración drástica de impuestos se dejaría $3.000 millones en el bolsillo de los ciudadanos; en lugar de destinarlos a alimentar un “estado ineficiente”.

Cuatro años después, otra vez como aspirante a la Presidencia e incluso como Mandatario electo, Lasso insistió en la eliminación de tributos, pero se concentró en el Impuesto a los Consumos Especiales (ICE) y el Impuesto a la Salida de Divisas (ISD). El impacto en este caso sería de $2.000 millones menos para el fisco, pero disponible para que los ciudadanos y las empresas reactiven la economía.

Esa menor recaudación, de acuerdo con Lasso, se cubriría de manera inmediata con un recorte adicional de $1.000 millones en el gasto público y otros $1.000 millones por una combinación de mayores ventas y actividades productivas; además de una mayor producción petrolera.

Del discurso a la acción

Todo este proyecto se ‘cocinó’ durante más de una década desde Ecuador Libre, una fundación creada por Lasso, que siempre abogó por un Estado mínimo y más libertad económica para salir de la crisis.

Sin embargo, el enfoque y las prioridades cambiaron drásticamente desde el 24 de mayo de 2021. Ya como presidente en ejercicio, Lasso pasó por dos fases.

En la primera, se bajó el tono y el énfasis en la eliminación de impuestos y se pasó a un enfoque más fuerte en la lucha contra los evasores. En la segunda, finalmente se apostó todas las fichas a una reforma tributaria que crea nuevos impuestos, como la contribución temporal sobre el patrimonio de las empresas, y le sube la carga a los pocos que sí cumplen con el fisco.

El cambio comenzó realmente desde la campaña

Andrés Molina, economista y sociólogo, explicó que, luego de casi no pasar a segunda vuelta, sectores políticos, económicos y sociales reclamaron que el discurso y proyecto de Gobierno de Lasso debía moverse al centro.

“Se decía que no podría ganar la segunda vuelta y menos tener gobernabilidad como presidente en ejercicio si persistía en su enfoque ultraliberal. A partir de ahí, se fue ‘cocinado’ el cambio a una posición más cercana a la socialdemocracia”, dijo.

Ese cambio se hizo más evidente con la designación de Simón Cueva, primero como uno de los representantes en la transición con el gobierno de Lenín Moreno, y luego como ministro de Economía.

Sin embargo, el ‘golpe de timón’, de acuerdo con Molina, se dio cuando Lasso y su equipo se dieron cuenta de la realidad con las cifras fiscales y el estado de crisis en el sector público.

“Como le sucede a muchos candidatos, Lasso creía que era suficiente con la voluntad política para eliminar de raíz, y de forma rápida, el despilfarro y malgasto. Pero no solo es no es cierto, sino que se encontró con más cuentas atrasadas de lo que preveía, sino también con exigencias de más gasto para seguridad, sector social, cárceles, compra de medicinas, gobiernos locales, entre otros”, dijo

Además, al sentarse a negociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la nueva administración se topó que el multilateral exigía proyecciones de más ingresos basadas medidas realistas y no en buenas intenciones y propósitos.

Manuel González, economista, docente y funcionario en la Reserva Federal de Estados Unidos, ha explicado en múltiples ocasiones que no hay evidencia real de que la sola eliminación de impuestos da como resultado inmediato mayor actividad económica, sobre todo en países con alta informalidad como Ecuador.

Si no se renegociaba el acuerdo con el FMI, el país se quedaba sin fuentes externas de financiamiento, no solo para cerrar un déficit fiscal de alrededor de $400 millones al mes (más gastos que ingresos), sino para seguir cubriendo los costos de deudas anteriores (más de $8.000 millones al año).

$22.800 millones suma el gasto público hasta noviembre de 2021 y $14.088 es la recaudación de impuestos y renta petrolera.

Pragmatismo vs. dogma

A través de redes sociales, dos de los principales asesores del presidente, Guillermo Lasso, han aceptado que al llegar a Carondelet tuvieron que cambiar el dogma por el pragmatismo para poder gobernar.

Aparicio Caicedo y Francisco Briones, los dos cuadros de confianza de Lasso desde Ecuador Libre, han pasado de una posición anti-impuestos a otra en donde los tributos son un mal ineludible para el colapso del sector público.

El 3 de diciembre de 2021, Briones se mostró de acuerdo con un editorial de prensa en donde se defendía la reforma tributaria como un acto de pragmatismo de un Gobierno preocupado con el peligro de quiebra de un Estado mal manejado durante años.

Sin embargo, figuras del liberalismo ecuatoriano como Gabriela Calderón, investigadora del Cato Institute, dudan que Lasso y su equipo cercano no haya sabido el país que iba a heredar antes de sentarse en Carondelet.

“En la historia reciente del país es difícil encontrar un equipo que haya dedicado más tiempo y recursos para gobernar. Se supone que habían estudiado exhaustivamente las reformas que el país necesita y cómo implementarlas. De ahí surgió su plan de gobierno presentado en campaña. Es difícil identificar precisamente qué no sabían antes de llegar a Carondelet; y si algo nuevo han descubierto, deben ilustrarnos”, aseguró Calderón. (JS)