El reciente derrame de petróleo en Esmeraldas ha puesto a prueba la capacidad de respuesta ambiental y social del país. María Eugenia Moreno, Directora Ejecutiva de Ecuambiente Consulting Group, explica el impacto, los desafíos y las lecciones que deja este desastre.
El derrame de crudo registrado en Esmeraldas no es un hecho aislado. «No es la primera vez que sucede un derrame de este tipo, sobre todo en épocas de fuertes lluvias, que desestabilizan los trazados y producen roturas», explicó María Eugenia Moreno, directora ejecutiva de Ecuambiente Consulting Group.
Moreno puntualiza que, hasta que no se establezca oficialmente y técnicamente otras causas, no se puede hablar de otra cosa que un deslizamiento de tierra como el causante de la rotura del Sistema de Oleoducto Transecuatoriano (SOTE).
Según cifras oficiales, se derramaron alrededor de 3.800 barriles de petróleo, aunque el volumen recuperado supera los 13.000 barriles debido a la mezcla con agua y lodo. «La gente se confunde con esas cifras, pero lo que se recupera es una mezcla, no solo petróleo», aclaró Moreno.
Las consecuencias ambientales son considerables: el derrame alcanzó zonas terrestres, cuerpos hídricos, áreas de manglar —que forman parte de un refugio de vida silvestre— y llegó hasta el mar, afectando unos 80 kilómetros de ecosistemas sensibles. «El impacto es grande y complejo; en este tipo de eventos, la clave es actuar rápido y con precisión», indicó Moreno.
Las labores de contención y recuperación se activaron de inmediato, con más de diez frentes de trabajo y barreras de contención. «Mientras más rápido se logre detener la expansión del crudo, mejores serán los resultados de la limpieza», afirmó.
La recuperación inicial puede tomar semanas, pero la limpieza total podría extenderse por meses. «Se requiere lavar piedras, márgenes de ríos, vegetación y hasta las raíces del manglar. Es un trabajo minucioso y largo», explicó.
La afectación no solo es ambiental. Las comunidades de Esmeraldas sufren la suspensión de servicios básicos, como el acceso al agua potable, y la paralización de actividades económicas clave como la pesca y el turismo. «Han tenido que cerrar tres playas. La pesca está detenida. La gente no puede usar recursos hídricos mientras no haya garantías. Hay servicios ambientales perdidos que tomarán tiempo en recuperarse», indicó Moreno.
«No es rentable derramar petróleo»
«Las empresas petroleras trabajan 365 días al año para evitar que esto suceda, porque no es rentable derramar petróleo y gastar en recogerlo, compensar y restaurar. Pero los riesgos siempre están presentes y debemos estar preparados», dijo Moreno, recordando que estos desafíos ambientales exigen compromiso, responsabilidad y unión.
El derrame revela vacíos estructurales. «Como país nos falta conocimiento sobre los protocolos para enfrentar emergencias como esta. La Secretaría de Riesgos tiene una misión clave que debe ser reforzada: justamente la evaluación y la toma de medidas preventivas frente a desastres, sean estos naturales o no. Es necesaria la articulación entre empresas (públicas y privadas), autoridades y academia, para enfrentar estas eventualidades y lograr una respuesta rápida en los territorios», insistió
Sabotaje estaría detrás de la rotura y derrame de crudo en el SOTE
Aunque reconoció que Ecuador cuenta con capacidad técnica y humana, enfatizó la necesidad de mayor coordinación: «Tenemos capacidades y protocolos, pero lo que falta es articulación. Esto no es un tema político, es un problema del país, de la gente y de la naturaleza, que además es sujeto de derechos».
Finalmente, Moreno destacó que, si bien la naturaleza es resiliente y se ha recuperado de derrames anteriores, el proceso toma tiempo: «Después de eventos pasados hemos visto cómo la biodiversidad y el uso del agua se recuperan, pero no sucede de inmediato. El tiempo y la limpieza minuciosa son la clave». (JS)