El colapso económico de Bolivia, alimentado por un gasto público descontrolado y el uso de reservas del Banco Central, es una señal de alerta para Ecuador. El modelo de financiar al Estado sin respaldo, como proponen los ecuadólares, podría repetir en Ecuador la misma catástrofe que en el país vecino.
La economía boliviana atraviesa su crisis más severa en décadas, arrastrada por las políticas económicas implementadas durante los regímenes de Evo Morales y su sucesor Luis Arce.
Ambos mandatarios siguieron un esquema de alto gasto público, financiado por ingresos extraordinarios durante el auge de las materias primas, similar al modelo aplicado en la década de Rafael Correa en Ecuador.
Luego, cuando a partir de 2014 se acabó el boom de los precios, se pasó a un modelo de mantener el gasto público, comiéndose las reservas del Banco Central boliviano y con sobreendeudamiento.
La tragedia boliviana es una alerta clara sobre los riesgos reales de la propuesta correísta, y de la izquierda ecuatoriana, de financiar al Estado tomándose el dinero de depositado en el Banco Central con mecanismos como los ecuadólares.
Estatismo y alto gasto público: la fórmula del desastre económico
El director de MacroAlertness y economista boliviano, Mauricio Ríos García, explicó que Bolivia mantuvo una estabilidad monetaria artificial por años gracias a la nacionalización de los hidrocarburos y la bonanza de precios internacionales.
Esto permitió al Gobierno de Morales sostener un gasto público excesivo, impulsar reformas y gozar de alta popularidad, un escenario muy parecido al que vivió Ecuador durante la época de Correa, cuando los ingresos petroleros permitieron una expansión del gasto y de la deuda.
Sin embargo, la caída de los precios de las materias primas dejó al descubierto la fragilidad del modelo: sobregasto estatal, sobreendeudamiento y deterioro de las reservas internacionales.
Desde 2014, Bolivia ha gastado sus reservas en divisas para financiar el gasto corriente en el Estado, debilitando su moneda y creando una brecha entre el tipo de cambio oficial y el de mercado.
El camino seguido por Bolivia guarda paralelismos peligrosos con la estrategia de ecuadólares que se discute en Ecuador: emitir una moneda virtual sin respaldo para sostener el gasto interno mientras se restringe el uso de dólares físicos para pagos externos. Estas medidas suelen terminar en pérdida de confianza, inflación y fuga de capitales.
La experiencia boliviana es clara: el alto gasto público puede impulsar la economía a corto plazo, pero cuando no está acompañado de reformas estructurales ni de una disciplina fiscal sólida, desemboca en crisis cambiarias y bancarias.
En Bolivia, la intervención del Banco Central para sostener la moneda local y financiar al Estado ha dejado al sistema financiero sin prestamista de última instancia, generando desconfianza y corridas bancarias.
¿Qué debe aprender Ecuador del caso de Bolivia?
El caso boliviano muestra que replicar un modelo basado en gasto desmedido y metida de mano en las reservas internacionales solo posterga los ajustes necesarios y termina colapsando.
La historia enseña que un desarrollo sostenible se basa en un gasto público eficiente y controlado, en la atracción de inversión privada y en la apertura comercial. La tentación de financiar el crecimiento con emisión monetaria o deuda sin límite es una trampa que solo garantiza crisis futuras.
La economía boliviana enfrenta una de sus peores crisis en décadas, con señales alarmantes que recuerdan a la hiperinflación de la década de 1980.
Durante la administración de Evo Morales, Bolivia vivió un auge económico gracias a la nacionalización de los hidrocarburos y la bonanza de precios internacionales. Estos ingresos permitieron disparar el gasto público en todos los niveles de Gobierno y sostener un crecimiento alto por varios años. Sin embargo, la expansión estatal no estuvo acompañada de reformas estructurales ni de disciplina fiscal.
El resultado fue una economía altamente dependiente del gasto estatal y de las exportaciones de materias primas. Cuando los precios internacionales cayeron, la deuda pública se disparó: pasó de menos del 17% del PIB a más de 550% de aumento acumulado durante el ciclo de Morales y Arce, sin que se frenara el gasto. Hoy se estima que la deuda podría haber crecido incluso más en 2024, aunque el Gobierno no publica cifras oficiales de manera transparente.
Ecuador es el tercer país más endeudado y con más aumento de la informalidad en América Latina
Para sostener el gasto tras la caída de ingresos, desde 2014 el Gobierno empezó a financiarse directamente con las reservas internacionales, especialmente las reservas en divisa. Estas reservas, que son en esencia los depósitos de los bolivianos en el sistema bancario, fueron consumidas a un ritmo de entre $1.000 millones a $1.200 millones anuales, hasta prácticamente agotarse.
Este drenaje de reservas dejó al Banco Central sin capacidad de actuar como prestamista de última instancia, debilitando gravemente al sistema financiero. En 2023, el Banco Fassil, uno de los cinco más grandes del país, colapsó por falta de liquidez, políticas de crédito y manejo de tasas de interés politizadas y sin respaldo suficiente del Banco Central para evitar la corrida bancaria.
De acuerdo con Ríos García, el Banco Central en Bolivia no pudo cumplir con su función de prestamista de última instancia del sistema financiero porque se ha usado como “prestamista de primera instancia” del gasto público.
Actualmente, Bolivia sostiene un tipo de cambio oficial artificialmente fijado en 6,96 bolivianos por dólar para los bancos, mientras el dólar en el mercado paralelo ha llegado a cotizar entre 11,40 y hasta 14 bolivianos por dólar en momentos críticos. Esta distorsión ha evitado, de momento, una crisis bancaria total, ya que los balances contables de los bancos aún operan con el tipo de cambio oficial. Sin embargo, los riesgos de una corrida en bolivianos están latentes si el tipo oficial es ajustado. (JS)
¿Qué necesita Bolivia para salir de la crisis?
Ríos García sostiene que Bolivia solo puede estabilizar su economía con un recorte urgente del gasto público entre un 20% y 40%, muy por encima de los modestos ajustes propuestos hasta ahora. Además, recomienda:
-Apertura comercial real para exportaciones e importaciones.
-Eliminar la intervención del Banco Central en las tasas de interés.
-Recuperar la confianza en el sistema financiero para que los dólares retenidos por la desconfianza regresen a la economía formal.
-Considerar seriamente la dolarización, siguiendo modelos como el de Ecuador o Panamá, para eliminar el riesgo cambiario e inflacionario.