La guerra arancelaria impulsada por Donald Trump revive el viejo mito de que un déficit comercial es perjudicial para un país. Trump ha anunciado que pausa por 90 días la aplicación de aranceles del 10% o más a más de 170 países, pero persiste su guerra con China a la que le impone 125% de arancel. La crisis tiene un respiro parcial, pero el proteccionismo, que genera menos crecimiento y empleo, está más vivo que nunca a nivel mundial.
La obsesión con alcanzar un “déficit comercial cero” ha revivido con fuerza bajo el liderazgo del presidente Donald Trump, quien insiste en que Estados Unidos pierde cuando importa más de lo que exporta. Pero esa idea, aunque suene intuitiva, es profundamente errónea. De hecho, puede conducir a menos comercio, menos crecimiento, menos empleo y un menor nivel de vida.
La base del error radica en una visión antigua y superada de la economía conocida como mercantilismo, popular en el siglo XVI. Según esta visión, lo deseable para un país es exportar mucho e importar poco, porque el “superávit” se percibe como ganancia, mientras que el “déficit” se considera pérdida. Esta lógica parece de sentido común: si vendes más de lo que compras, ganas. Pero en economía moderna, eso no es necesariamente cierto.
Este 9 de abril de 2025, Trump, anunció una pausa de 90 días en la aplicación de aranceles a aquellos países que no han tomado represalias comerciales contra su plan arancelario.
Sin embargo, China quedará excluida de la pausa de la implementación de los aranceles, que desde este 9 de abril enfrenta una arancel del 104% a sus productos. Incluso el Gobierno de Trump anunció que se aumentó «inmediatamente» a 125% los aranceles a los productos chinos.
Esto después que Pekín respondió con aranceles de represalia del 84% a los productos de Estados Unidos.
Trump ha anunciado que más de 75 países, incluido Ecuador, se han puesto en contacto con su gobierno para negociar una solución a los aranceles y no respondieron con represalias arancelarias.
En el caso de Ecuador, incluso este mismo 9 de abril se tomaron medidas de acercamiento. Así, el Comité de Comercio Exterior (Comex) emitió una nueva resolución para reducir temporalmente la tarifa arancelaria a las importaciones de vehículos desde Estados Unidos.
Así, los aranceles bajarían al 10 % hasta el 31 de diciembre de 2025 para las importaciones de vehículos livianos (automóviles, SUV, camionetas) camiones ligeros, medianos y pesados, vans, furgonetas y buses. La medida entrará en vigencia desde el jueves, 10 de abril.
Sin embargo, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, aclaró que, durante 90 días de pausa, se aplicará el arancel global del 10 %, lo que significa que aquellos países, como Ecuador, que ya tenían esa base, mantendrán ese nivel arancelario.
De esta forma, sigue en vigor el arancel global del 10 % que rige desde el sábado pasado y se suspenden durante 90 día los específicos que entraron en vigor ayer, salvo el caso de China.
¿Qué es un déficit comercial?
Un déficit comercial ocurre cuando un país importa más bienes y servicios de los que exporta. Pero eso no significa automáticamente que esté perdiendo. Simplemente está recibiendo más bienes del exterior de los que entrega, financiando esa diferencia con inversión extranjera, deuda o uso de ahorros. De hecho, si un país tiene buena reputación, muchos querrán prestarle o invertir en él. Así se equilibra la llamada balanza de pagos, que siempre cierra.
Imagina a una persona que gana $100 y gasta $400 al mes. ¿Está “perdiendo”? No necesariamente. Puede que esté usando sus ahorros o haya conseguido una inversión o crédito que le permite acceder a esos recursos. Lo mismo ocurre con los países: importar más no significa empobrecerse, sino que se está accediendo a bienes y servicios que mejoran el bienestar, como tecnología, alimentos o medicamentos, aunque se esté financiando con ahorro o inversión.
Imagina asimismo que Ecuador produce banano de altísima calidad, pero necesita maquinaria para modernizar su industria agrícola. Por su parte, Alemania produce maquinaria de punta pero no puede cultivar banano.
Ecuador vende banano a Alemania, y con ese dinero compra maquinaria alemana. Alemania, a su vez, accede a frutas tropicales de excelente calidad. Ambos países ganan: Ecuador moderniza su producción y mejora la productividad agrícola; Alemania accede a productos que no puede producir localmente.
Si ambos intentaran producir todo internamente, gastarían más recursos, tendrían productos de menor calidad y sus ciudadanos serían más pobres.
El economista Frédéric Bastiat ironizaba con una historia: un comerciante francés vendía vino en Inglaterra y regresaba con algodón. Como había traído más de lo que llevó, el balance comercial fue “negativo”. Pero ¿no era ese el objetivo? Obtener más bienes útiles. Según Bastiat, si se tomaran literalmente las ideas proteccionistas, lo mejor sería exportar todo y hundirlo en el mar, para nunca tener que importar.
¿Qué provoca el proteccionismo?
Imponer aranceles (impuestos a las importaciones) para reducir el déficit comercial parece lógico para proteger empleos locales. Pero el resultado es el opuesto:
–Menos variedad y más caro: los consumidores tienen acceso a menos productos y a precios más altos.
–Menos productividad: las empresas no compiten contra los mejores del mundo y pierden incentivos para innovar.
–Menor nivel de vida: se reducen las opciones y se encarecen los productos esenciales.
–Empleo de menor calidad: se protegen industrias ineficientes en lugar de permitir que el capital fluya hacia sectores más productivos.
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Como decía Milton Friedman: “La libertad de comercio es la mejor forma de mejorar el bienestar de los ciudadanos, especialmente en los países pobres. El proteccionismo es una buena etiqueta para una mala causa”.
Las políticas proteccionistas no solo dañan el comercio. También espantan la inversión extranjera, como se ve en el caso de Ecuador, donde el capital foráneo cayó a su nivel más bajo en 14 años. Las barreras arancelarias, los controles de precios, la inseguridad jurídica y la desconfianza generalizada en las reglas del juego económico son los verdaderos frenos al crecimiento.
¿Qué pasa si todos quieren tener superávit comercial o déficit comercial cero?
Aquí está el absurdo final del argumento proteccionista: si todos los países del mundo intentaran exportar más de lo que importan, sería imposible. Uno necesita vender, y el otro necesita comprar. El comercio es un juego de beneficios mutuos, no de suma cero. Si tú compras algo, es porque lo valoras más que el dinero que pagas; y si vendes, es porque valoras más el dinero que recibes. Ambos ganan.
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El déficit comercial no es una enfermedad que curar con aranceles, según Alberto Benegas Lynch, economista y académico asociado del Cato Institute. Es una manifestación natural de una economía global integrada, donde los flujos de bienes, servicios, capital y tecnología permiten a los países especializarse, ahorrar recursos y mejorar el nivel de vida de su gente.
Buscar un déficit comercial cero mediante la guerra arancelaria de Trump es como intentar tapar el sol con un muro aduanero: encarece la vida, daña la economía y termina perjudicando justo a quienes dice proteger. El verdadero objetivo no debe ser vender más, sino poder comprar mejor. (JS)
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