‘1822’ narra la campaña independentista con vertiginoso realismo

La novela de Íñigo Salvador le ha valido el más importante galardón literario de Quito. Ya tiene otros proyectos en marcha.

Detrás de la novela ganadora del Premio Joaquín Gallegos Lara yace casi una década de trabajo y una investigación histórica descomunal. El realismo bélico de la obra resulta chocante.  

Nueve años de trabajo le tomó a Íñigo Salvador escribir ‘1822’, la novela que acaba de hacerse con el Premio Joaquín Gallegos Lara. Ávido lector de novela histórica, el autor soñaba en narrar la gesta independentista de lo que hoy llamamos Ecuador para elaborar una serie de obras en la que imperara la acción y el suspenso; quería emular lo que otros autores habían logrado, como Santiago Posteguillo o Colleen McCullough con la historia de Roma, o Mauricio Vargas Linares con las luchas de la independencia de la Gran Colombia. 

Creía —y sigue creyendo— que nuestra historia tiene materia prima de sobra para creaciones de primer nivel, así que imaginó una trilogía: una novela sobre el 10 de Agosto de 1809, otra sobre el 9 de Octubre de 1820 y una última sobre la Batalla de Pichincha. Se puso a trabajar en ello hace más de una década, con la esperanza de que estuviese lista para la celebración del Bicentenario; sin embargo, hacia 2013, percibió que difícilmente alcanzaría a concretar su ambicioso plan y prefirió enfocarse en la tercera. 

Entretenimiento y rigor 

El resultado es una obra que narra —de forma muy entretenida, pero también con inclaudicable rigurosidad histórica— el capítulo definitivo de la gesta independentista; empieza con la llegada de Antonio José de Sucre y sus hombres a Guayaquil en mayo de 1821, y termina con la victoria en las faldas del Pichincha, el 24 de mayo de 1822. En alrededor de 400 páginas y apelando a más de 80 personajes, Salvador narra con todos sus altibajos y vicisitudes la campaña de Sucre, pero también echa luces sobre los diferentes personajes —de todos los bandos y de tan diversa procedencia— que tomaron parte en esa guerra. 

La novela refleja inocultable erudición, pero Salvador insiste en que ello es mérito de todos los investigadores —más de cien, de diferentes escuelas y en diferentes idiomas– en cuyos estudios basó sus obras. La abundancia de detalles, presentes desde en la descripción de la vestimenta hasta en la minuciosa narración de las batallas, tienen una firme base histórica, pero hay otros elementos, como destaca el autor, en los que ha tenido que apelar a la imaginación.

La portada de la novela Íñigo Salvador.

‘1822’ plasma con gran intensidad episodios históricos, como diálogos y deliberaciones, sobre los que no existen actas formales, o recrea la vida diaria, el carácter y el pensamiento de importantes personajes que no dejaron respaldo de ello. Para lograrlo, Salvador buscó familiarizarse lo máximo posible con los protagonistas y su época, para lograr vislumbrar, de forma verosímil y a la altura de la trascendencia del momento, cómo fueron en verdad dichos sujetos y dichos episodios. Gracias a ello, el lector puede acompañar algunos de los momentos más dramáticos de la Guerra de Independencia y conocer la mentalidad y los procederes tanto de sus artífices como sus opositores; sobran los episodios y los personajes que no han sido suficientemente auscultados por la historiografía tradicional, unas veces por injusticia, otras por conveniencia y algunas quizás por vergüenza. 

Una guerra fratricida

El relato deja a un lado el patriotismo propagandístico exacerbado y muestra a las guerras de la independencias como lo que fueron: choques fratricidas entre combatientes que tenían muchísimo, casi todo, en común —idioma, cultura, religión—, pero separados por visiones políticas y proyectos personales diferentes. La novela hace mucho énfasis en las batallas y alcanza un inusual grado de realismo; una elección que el autor reconoce que se origina en el atractivo natural que guardan los momentos de acción extrema para los lectores. Antonio José de Sucre es el héroe de obra, pero Abdón Calderon también está muy presente—un ejercicio de rigor histórico que permite aclarar debates de larga data—, así como toda la constelación de personajes de otras latitudes, como Mires, Lavalle y Santacruz, y de antagonistas, como Aymerich y Tolrá. 

A los personajes históricos se suman algunos de su creación, como dos hermanos montubios a los que la fuerza de las circunstancias coloca en bandos opuestos de la guerra, que le permiten abordar el tema desde otras perspectivas. Aunque afirma que le hubiese gustado incluir más información sobre la participación de los pueblos indígenas en la contienda, reconoce que no encontró suficiente información al respecto como para recrearla de manera fiel. También le habría gustado incorporar la historia de las mujeres que, haciéndose pasar por hombres, combatieron el Pichincha —casos documentados—, pero, ante la falta de material, optó por incluir personajes femeninos de su creación que ayudan a entender el episodio en su verdadera magnitud

Un ejercicio de optimismo 

A lo largo de todos los años de trabajo, Salvador se vio obligado a conciliar su ambicioso proyecto literario con su profesión de abogado y luego con su trabajo a la cabeza de la Procuraduría General del Estado. Logró culminar la obra a tiempo para el Bicentenario y contó con el apoyo de una de las más importantes editoriales de la región. Dado el rigor con el que había llevado a cabo la obra, no requirió gran trabajo de edición ni de reescritura, y contó con un buen trabajo de promoción y distribución. Sin embargo, el autor destaca los inherentes obstáculos que conllevan el reducido tamaño del mercado ecuatoriano y la falta de contacto con el resto de países de la región; en comparación con los autores colombianos, mexicanos, españoles y demás, los ecuatorianos siguen sin acceder al gran público hispanohablante.   

Pese a ello, y tal y como señala también al final de su novela al referirse al país, Íñigo Salvador es un optimista incorregible. Convencido de que vendrán tiempos mejores, continúa trabajando en las otras dos novelas sobre los inicios de la República y tiene en mente ya otras obras sobre episodios igualmente electrizantes de la historia reciente. Habrá que esperar. (DM)