Virus X

La verdadera pandemia que nos afecta a los ecuatorianos es la pobreza y la marginalidad, y encima de ello la indolencia de funcionarios corruptos que hacen negociados y chanchullos con el dolor y sufrimiento del pueblo. Las punzadas del hambre obligan a los pobres a salir a la calle arriesgando su vida, lo hacen porque no les queda otra salida. Tienen que ver la forma de llevar el sustento a su hogar. Unos trabajando honradamente, vendiendo cualquier cosa; otros pidiendo caridad, aquellos robando. O los mata el virus o los mata el hambre. Y encima de todo el gobierno los acusa de ser indisciplinados por no quedarse en casa. ¡Lávate las manos!, les dice. Hay sectores tan miserables que no tienen agua. Triste dilema el de los pobres: morir del virus o morir de hambre. Parece que su sufrimiento les importa poco a los poderosos, y de los pobres el gobierno no sabe nada.

Vemos a los pobres vivir en casuchas del silencio, donde las autoridades no miran por miedo a un zarpazo de la realidad. Viven en campos agobiados por el hambre y la peste, legiones de peones, estibadores, cargadores, pedidores de limosna, hidalgos miserables caídos en desgracia; sin embargo, luchan por mantener los conceptos de honor y honra. No piden el bono, pues saben que no se lo darán.

Son pobres sin tiempo que nadie visita, a los que nadie recuerda porque son invisibles, porque nunca alguien los vio siquiera. No se quejan porque no tienen boca, porque su boca se cerró de tanto pedir y nada recibir, porque su lamento huele a ilusiones perdidas, podridas en el vendaval de la miseria.

Los pobres no saben de semáforos, de lavarse las manos, de quedarse en casa. Lo que si saben es de confinamiento y de distancia social, pues así han vivido toda su vida. Viven entre las brumas y recuerdos de tiempos mejores.

¡La vida está en otra parte!