Vida. verdad. paz.

He leído con profunda emoción el lema que un colegio de la ciudad tiene como guía de su quehacer pedagógico: “Educar es un compromiso con la vida, la verdad y la paz”. De estos tres valores inmanentes he conseguido la inspiración para escribir este artículo. Quiero compartir con ustedes, lectoras y lectores.

La vida es el valor más preciado. Por la vida nacemos y asombrados percibimos las primeras sensaciones vitales. Y conforme crecemos descubrimos asombrados los nuevos paisajes existenciales que no depara el mundo. Por la vida entendemos las relaciones solidarias entre el humano y el resto de la naturaleza.

Por la vida somos capaces de entender a la flor y su perfume, al fruto y su milagro de renacimiento perpetuo, al aire y su música de indescifrables lejanías, el agua y su murmullo de cristales. “No hay nada sin la vida” decía Howard Fast, en boca de Espartaco, personaje principal de su obra. Y es verdad. Sin la vida perecen todos los instantes. Con la vida renacen todos los mañanas.

La verdad es otro valor inmanente. Alguien puso como emblemática razón: “Sólo la verdad os hará libres”.Así como no hay nada sin la vida, también no puede haber nada sin la verdad. En ésta se fundamentan el presente y el porvenir. Con la mentira se construyen castillos de naipes. Al menor soplo se vienen al suelo. Dice la mitología escandinava que a la entrada del Walhalla se leía: “por la verdad y el valor entráis a la eternidad de los dioses”.

Los héroes, para tener acceso la paraíso de Odín, tenían que haber practicado la verdad primero y el valor después. La verdad está emparentada con la vida. La mentira es la muerte.

La paz es una consecuencia de la vida y de la verdad. Quienes amamos la vida y la verdad somos irreductibles constructores de la paz. Hago reminiscencia de estos tres valores, porque, en este mundo de la globalización neoliberal, están amenazados de muerte. Y el principal foco de esta amenaza está ubicado en la Casa Blanca.

El Presidente Bush ha generado grandes mentiras para justificar su aventurerismo guerrerista en el mundo. Al respecto Ahmadinejad acusa duramente al Presidente norteamericano y le pregunta:”¿Cómo se puede responder, desde la fe cristiana, que se ataque a otros países, se destruya la vida, la reputación y las propiedades de personas?”.

Y añade: “Saddan Hussein era un dictador asesino, pero se contaron mentiras en el tema iraquí. ¿Cuál fue el resultado?. No dudo que contar mentiras es reprobable en cualquier cultura y a usted tampoco le gustaría que le mintieran”. Concluyo: con la mentira se atenta con la vida y la paz.

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